Miguel Ángel Zapata y el universo del poema en prosa. Entrevista de Mónica Sarmiento-Archer

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A propósito de la reciente publicación de Miguel Ángel Zapata: Cancha de arcilla. Poemas en prosa 1983-2019. Nueva York-Madrid: Bi-Coa- Fundación Miguel Hernández- Instituto Cervantes, 2020.

 

 

 

 

 

Miguel Ángel Zapata y el universo del poema en prosa

 

 

Entrevista de Mónica Sarmiento-Archer

 

 

 

¿Considerarías que la poesía en prosa es un híbrido? ¿Cómo la percibes?

 

El poema en prosa es el movimiento perfecto de la desarmonía.  Avasallante, cubre toda la página y la derrota.  Eso sí, cabe en él, un dominio pleno de la estructura rítmica como en la música.  Hay ciertos espacios desnivelados que hacen del poema en prosa un género difícil de practicar. La buena intención del poeta no basta. El poema en prosa sale sin pensarlo demasiado, fluye de la mente creando una superficie llena de variaciones. Es un bosque lleno de símbolos y señales: ejercicio del arte de “tropezar sobre las palabras como sobre los adoquines” tal cual sugería Charles Baudelaire. El poema en prosa es una marcha híbrida, mezcla intensa donde entra un micro relato como un ensayo breve o una imagen desbocada, y sin rima. Cielo híbrido, página híbrida, tejido mestizo.

 

 

¿Cómo te diste cuenta que hacías poemas en prosa?  o no lo sabías. ¿Cómo ocurrió este descubrimiento?

 

El poema en prosa te llama, te ordena que cubras toda la página con lo aparentemente inalcanzable. La mente de pronto guía tu mano y te vas abriendo hacia campos desconocidos, ahí donde el espíritu transmite su deseo. Sin embargo, la mente nunca me ha abierto las puertas para escribir un soneto, una décima o un alejandrino. Mi admiración para los que sí lo han logrado. No me siento capaz de hacerlo. Me parece que es demasiado forzado hacer rimar a las palabras, asfixiándolas, cuando no escuchas el llamado.  Había escrito ya algunos poemas en prosa en 1983, preparando la publicación de mi primer libro de poemas. Estaba contento con el hallazgo. Desafortunadamente se me perdió el primer manuscrito en un taxi en Lima. En Imágenes los juegos (Lima, 1987) incluí muchos poemas en prosa, y tenía plena conciencia de ello. En cada libro posterior he incluido intencionalmente lo que yo consideraba poemas en prosa. Lo mismo sucedió con Poemas para violín y orquesta (México, 1991). En este libro, mi editor y amigo, Fernando Tola de Habich, me sugirió que debíamos “justificar” o sea alinear los versos en ambos bordes, de muchos poemas que eran esencialmente poemas en prosa. Había, claro, muchos poemas en verso, pero en la prosa me sentía más libre de extender las palabras hacia otra planicie. Me sentía menos atado a una estructura que limitara la imaginación.

 

 

¿Cómo interpretarías tu poesía en prosa? ¿Es una descripción subjetiva, metafórica?

 

Es una marcha donde percibo un acto de insubordinación total. Me siento más suelto de ideas y de aliento, y con unos deseos de caminar por la página como en una llanura o por una ciudad llena de rascacielos. Había escrito que “el poema en prosa es como jugar un partido de tenis en una cancha de arcilla: el cielo limpio, el espacio amplio e incoherente, la luz desnivelada, y un apetito voraz por lo inesperado. Nadie sabe quién gana o pierde”.

 

 

¿Consideras que la poesía en prosa debe tener una actitud hermética?  

 

En mi caso diría que no.  Prefiero ser el jefe de los sueños, pastor de rebaños donde el cielo es claro y el agua limpia. Mis poemas en prosa dejan pasar el aire, sin sellarlo, sin ser discípulos de Hermes, impenetrables. Pienso que un poema puede ser complejo y al mismo tiempo tocarte la piel sensualmente. Y esto en definitiva no es una señal de debilidad, para los que creen que lo incomprensible es raro o es señal de lucidez.

 

 

¿Te ajustas al ser que hay en tu interior o simplemente prevalece la parte técnica?

 

En poesía hay que seguir el dictado de la razón y del espíritu. La técnica podría ser el hábito variable que tiene cada uno para escribir y corregir. Mi trabajo es un constante corregir, y siempre le hago caso a mi oído y por supuesto a mi interior. Leo el poema en voz alta, y mi oído me ordena las piedras que debo eliminar.

 

 

En tus obras hay una fuerte tendencia a la referencia artística. ¿Cómo llegas a estos espacios?

 

Siento una inmensa fascinación por todas las artes, en especial por la pintura.  Tal vez será porque me siento un pintor frustrado. De adolescente estudié pintura en Lima, y aunque no pude realizarme como pintor, me quedó una profunda admiración y amor por ella. El trazo y la palabra se unen en un espacio único, irrepetible, creando un universo similar. Miro una pintura, un grabado que me conmueve y no me queda otra opción que escribir sobre esa imantación. Por lo general sale un poema o también un ensayo breve. El “Filósofo meditando” (1633) de Rembrandt es una pintura al óleo que me sigue conmoviendo. Entre sus drásticos contrastes y espacios violentos habita un poeta profundo.  Esta pintura es casi real: un filósofo está sentado al lado de una ventana, y el fuego lento deleita su pensamiento. La luz casi ciega de la ventana se enreda en sus ojos entreabiertos. Entrar en sus ideas es subir por la escalera de caracol deliciosamente perdido. Luminoso y oscuro, así como el poema, el filósofo escribe al lado de la ventana. Estas imágenes me impactan de tal forma que no queda otro remedio que escribir el poema una y otra vez. Otro cuadro que me imanta y que presenta una visión distinta de la sociedad francesa de 1857 es “Las espigadoras” de Jean-François Millet. Veo a tres mujeres espigando los tallos perdidos del trigo.  Pienso en esas tres mujeres trabajando bajo el sol. Sobre sus espaldas descansa el universo, el trigo de oro destruyendo la cizaña. Un color o una sombra es una palabra dislocada, quebrada. La pintura, como la música, nos toca directamente el corazón. Así me ha sucedido con cuadros de Van Gogh, Munch, y últimamente con Egon Schiele, Paul Klee, Fernando de Szyszlo y Francisco Toledo.

 

 

Veo en tu obra un reencuentro con la libertad original del arte. ¿Es así? ¿Cómo se identifica?

 

Totalmente. Escribir es no tener miedo a decir una palabra clara, nombrar un oleaje en una cueva o repetir el eco de tu sombra o de tu potente dolor. Siempre tratando de evitar como sugería Shakespeare, una “invención innecesaria”. Todo está ahí para que recojamos las semillas de la vid, la cosecha del viento libre.

 

 

¿Cómo te adentras a los temas prohibidos: la sexualidad, los vicios, las drogas en su obra?  Si tuvieras que crear un escenario en prosa. ¿responde a una vivencia especifica o es la obra de otros?

 

Los escenarios en mis poemas en general responden en casi todas las circunstancias a una vivencia personal. Después de eso viene la transfiguración de los eventos y los personajes. También cambia el lugar y el espacio, es decir; se convierte en otro lugar y en otra vida.  La sexualidad no es un tema prohibido o no debería serlo en todo caso. Es la manifestación plena del ser humano, y esconderla es reprimirse y llegar a la tara horrenda de la hipocresía.  En ocasiones, según los poemas, el éxtasis, el orgasmo, y las fantasías son parte fundamental de mi escritura. Escribir un poema es como un burdel lleno de colores. En algunos casos he tratado de presentar un cuadro de la vida dulce, donde los cuerpos se funden en cientos de gemidos consecutivos. No he escrito sobre las drogas porque simplemente nunca me han interesado.

 

 

Si tuviera que crear un escenario para vivir en prosa. ¿A qué tiempo y lugar te remitirías?

 

Vivo en prosa caminando o paseando en mi bici. Si fuera al gimnasio, viviría solo en verso. La prosa poética, en cualquier lugar es grata y deleitante. Tal vez haría un viaje por los distintos espacios y tiempos. Primero me hubiera gustado vivir por un tiempo en Egipto hace cuatro mil años, y haber frecuentado el harén del faraón Sesostris I, y escribir sobre los ojos y las trenzas largas de sus mujeres.  Saludar a Sinuhé y preguntarle sobre su autoexilio en Siria, y tantas cosas más.  Después pasarme a la gran ruptura de los tiempos renacentistas, y apreciar de primera mano, las obras de Miguel Ángel y la gran Biblia de Gutenberg. Y después tarde en la noche a Venecia y tener largas conversaciones con el cura rojo, Antonio Vivaldi. Conversar de sus clases a las niñas del coro en el Hospicio de la Piedad. Escribir sobre sus cuatro estaciones, de cómo va cambiando el ritmo en cada una, y el poema sería una inmensa gota de agua, los canales de piedra clamando al cielo más agua limpia para vivir.

 

 

¿Cómo describirías la situación actual a través del poema en prosa? O si tuvieras que partir de una obra de arte para escribir un poema en prosa, ¿cuál elegirías? ¿Y por qué?

 

Es difícil describir sobre la situación actual solo con palabras. Podrían ser imágenes fotográficas, ensayos breves, cuentos, o claro, sendos poemas entendibles. Si existe algo sobre qué reflexionar producto de esta crisis, es admitir que existen millones de seres humanos desamparados, sin ningún tipo de protección a nivel económico, y de salud, es decir, son pobres entre los pobres. Negarlo sería un crimen después de observar las miles de muertes por un olvido enquistado por siglos en el sistema económico y social del planeta. A pesar de todo dolor, uno sigue escribiendo, porque la poesia está enquistada en el corazón y es fuente de toda esperanza. La verdadera poesía es la vida misma, el ojo del árbol, la mirada del cielo, la esperanza del día sin la noche. Sigo escribiendo en estos tiempos de incertidumbre. Desde mi mesa de trabajo puedo ver el jardín y el patio con mi bicicleta esperándome para volar por los aires de mi barrio. Así no sucumbo, así renazco en cada página, en cada pedal.

En efecto, he escrito varios poemas sobre obras de arte, especialmente pinturas. Estoy ahora en el trance de escribir sobre “Der Lyriker” (“El poeta”) de Egon Schiele, y sobre “El filósofo” de Rembrandt.

 

 

Sobre el lector de poesía en prosa .... ¿Cómo se llegas a él?

 

En realidad, son los mismos lectores de poesía en verso libre o rimada. Sin embargo, los lectores de poemas en prosa buscan esa amplitud, esa dispersión, ese río que cubra toda la página sin ser un cuento. Esa concatenación de imágenes imparables, ese oleaje persistente de no soltarte hasta la última frase.

 

 

Long Island, Nueva York, Sept 5, 2020

 

 

 

Miguel Ángel Zapata (Perú). Poeta y ensayista. Ha publicado recientemente: Hoy dejó de ser invierno por un día (Buenos Aires: El Suri Porfiado, 2017), Uno scrive poesía camminando Italia (traducciones de Emilio Coco) Ladolfi Editore, 2016, Hoy día es otro mundo (Granada: Valparaíso, 2015) y La nota 13 (Bogotá: Los Torreones, 2015). Su poesía ha sido traducida al inglés, portugués, italiano, portugués, francés y ruso. Ha publicado varios libros de ensayos: La voz deudora: conversaciones sobre poesía hispanoamericana (FCE, 2014), Nueva poesía hispanoamericana (UNAM, 1999), Moradas de la voz. Notas sobre poesía hispanoamericana actual (Universidad de San Marcos, 2002), entre otros. Ha publicado libros y ediciones críticas sobre la poesía de Antonio Cisneros, Jorge Eduardo Eielson, y Carlos German Belli. ejerce de Catedrático de Literaturas Hispánicas en Hofstra University, Nueva York.

 

 

 

 

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