La poesía en la salud, Entrevista con Oscar Peña Herrera, por Florentino Díaz Ahumada
Esta conversación forma parte del libro Sobre el libro y lo poético (ensayos para una visión) del poeta Florentino Díaz Ahumada (Lima, 1976), publicado en Bardoborde Editores (2017).
Florentino Díaz Ahumada forma parte del grupo literario Inmanencia junto a los poetas Enrique Bernales y Chrystian Zegarra.
La poesía en la salud
Entrevista con Oscar Peña Herrera
para la revista de medicina de la UDLA, Quito
¿Cómo se relaciona la poesía y la medicina?
La relación siempre fue estrecha y sobre todo de una raíz en común. La poesía es, por un lado, la expresión de nuestro vínculo con el mundo. Ese mundo que somos cada uno y ese mundo que consideramos externo. La poesía se convierte en el testimonio de nuestro devenir en el universo, como universos que somos también en constante movimiento y transformación. Entonces, la medicina es una práctica que busca sintonizar al humano con su naturaleza real, que es una naturaleza saludable, plena, contemplativa y además que obedece a una determinada necesidad del cosmos. Bajo esa perspectiva, poesía y medicina se dan la mano, una buscando expresar la sintonía y la otra buscando realizarla. Tan es así, que en la antigüedad, los médicos eran también poetas; y hoy aún, hay muchos que lo son por la diversidad de experiencias a las que son confrontados. Pero nuestro tiempo de especialización divide las cosas demasiado y de lo que se trata, en realidad, es de volvernos capaces de mirar, nuevamente, el universo, el acontecer humano, como un todo. La poesía es la posibilidad de esa visión.
¿Cómo aporta la poesía y la literatura en el tratamiento de enfermedades?
Como he mencionado antes, la poesía nos ofrece, nos entrena, nos dinamiza en la percepción de la realidad no dividida sino integrada. Entonces, la poesía es una suerte de cohesionador y de liberación de los anteojos de la separación que tanto han primado en nuestra formación occidental desde el inicio de la modernidad. La manera en que influye en un tratamiento es que permite a un paciente contemplar su realidad desde otra perspectiva. La poesía, por su naturaleza creadora, arriesgada y de profunda vinculación humana, se atreve a encontrarse con lo desconocido, se agencia en los momentos de mayor peligro, como es por ejemplo nuestro presente en donde se debate ya la posibilidad del “fin de lo humano”. La poesía establece conexiones entre nuestra mente, nuestra emoción, nuestros órganos. El sonido, la presencia de un gesto, incluso la forma en cómo nos acercamos a un paciente son decisivas a la hora de acompañar, de buscar resolver, de dar un alivio o una respuesta de salud ante ese acontecimiento que es la enfermedad, el dolor, o la experiencia del malestar. Por eso es muy importante recuperar nuestra naturaleza poética, en el sentido de saber transformar nuestra experiencia en vislumbre de liberación, de acogimiento, de cuidado. Hacerse poeta es custodiar la íntima fibra de lo humano. Eso nos devuelve a una dignidad, y ese movimiento ofrece por sí mismo la posibilidad de un cambio en el desarrollo de cualquier tratamiento.
¿Cómo entender el miedo en la poesía y en la medicina?
El miedo es una experiencia que nos alerta, a veces en demasía, a veces de forma muy nociva, sobre una posibilidad que va en contra de nuestro ser, de aquello fundamental que nos permite vivir: libertad, integridad, sustento, afecto. La poesía explora las razones de este miedo, los vuelve evidentes, los denuncia, los combate simbólicamente, los acepta y los abraza. En el proceso de la comunicación del diagnóstico muchas veces se plantea una comunicación tan directa y tan poco dotada de esa intención poética, que sucede pues que al paciente se le alerta, por ejemplo, de una tumoración maligna y desde ya el miedo de morir le paraliza y se vuelve contra él mismo por la baja del sistema inmune o la depresión en las que muchas veces se cae luego de una noticia tal. De esta manera, la vivencia poética que busco trabajar en los talleres, trata de formarnos en la manera en cómo nos relacionamos con todo lo que nos rodea. Una actitud poética existencial es desde ya una necesidad y una urgencia en nuestros tiempos.
¿La poesía funciona también en la medicina intercultural y cómo?
Es precisamente a través de esta actitud poética existencial que vamos generando una cualidad tan importante a la hora de relacionarnos con esos otros universos culturales, es decir, la actitud del “respeto”: esto es saber contemplar, preguntar y no imponer nuestro criterio en un espacio que no nos corresponde. La interculturalidad nos propone reconocer las visiones, las interpretaciones que otros grupos humanos poseen de la realidad, quizás podemos no compartirlas pero sí tomarlas en cuenta y no chocar contra ellas. La poesía funciona como una forma de experimentar estas realidades desde el asombro y desde una permanente búsqueda de sentido. Es de esa forma en que la poesía se hace también un puente con las prácticas antropológicas y etnográficas, porque nos permite entrenarnos en la “narración” de aquello que puede no entendamos, pero que nos impacta por su realización. La poesía expresa nuestro ser, no solo como observadores imparciales, aunque tal cosa sea irreal, sino como seres comprometidos en un espacio y un tiempo determinados.
¿Cómo se entiende la poesía en la filosofía y la medicina oriental?
La poesía es comprendida como la mayor realización, ejercicio y posibilidad que el humano ser guarda en su centro. En la antigüedad del oriente para postular a cualquier cargo, incluso los más importantes ministros o gobernadores, se debía responder a una prueba donde las dotes poéticas eran las que más se valoraban. La pregunta sería ¿por qué? ¿Por qué tendría que un médico o un administrador conocer, practicar y hacerse maestro en el arte de la poesía? La respuesta, como sucede a veces en el mundo oriental, es también poética. Y tiene que ver con la concepción no lineal del mundo oriental, con su visión de complementariedad de las fuerzas del universo y su “paciencia” ancestral. Hablo, por supuesto, de las cualidades del mundo tradicional oriental.
¿Es aplicable las técnicas orientales en la medicina convencional occidental?
Por supuesto. La misma OMS reconoce a la medicina tradicional oriental como un recurso terapéutico de gran aporte para la humanidad. Asimismo, ya existen experiencias en diversos hospitales del mundo europeo y americano donde muchas intervenciones quirúrgicas son complementadas con acupuntura para disminuir la posibilidad de sangrado o de cualquier alteración dramática de los signos vitales. Se ha visto en diversas experiencias lo bien que viene la acupuntura en los procesos postoperatorios, en cicatrización, recuperación y restablecimiento pisco-fisiológico del paciente.
¿Existen terapias de poesía y cuáles son?
Cada encuentro con la poesía es en verdad un encuentro terapéutico, sobre todo si esa realidad poética a la que nos acercamos ha sabido expresar con belleza y dignidad la experiencia humana de la que se ha desprendido. En los talleres sobre Salud Creativa que desarrollamos junto a las antropólogas Sarah Pink y Ana Martinez, proponemos un acercamiento a la experiencia poética como una forma de entrenarnos, de abrazar y de sortear los elementos de contingencia, improvisación y creatividad inherentes a todo acontecimiento humano. Las terapias de poesía existen y son diversas. La propia sanación con cuentos, o la experiencia de sanación a través de poesía mística es también un ejemplo de ello. Yo creo que en el futuro vamos a dar un gran paso hacia una integración que transformará profundamente el espacio y la dinámica de lo que hoy conocemos como hospitales, centros de salud y asistencia médica. Pero, también sé que esa transformación será de orden muy interno y muy distinto a lo que ahora contemplamos. Entonces la misma idea de ciudad habrá de cambiar, nuestra relación con el planeta, con el universo. Nos sabremos habitantes de este cosmos y el amor, esa fuerza misteriosa y suprema que todo lo vincula, será nuestro poema y el origen del poema. Será nuestra salud y el sentido de nuestra salud.
Florentino Diaz Ahumada. Lima, Perú, 1976. Estudió literature en la Pontificia Universidad Católica del Perú y medicina tradicional china. Ha publicado: Inmanencia (1998), Transmutación de la ciudad (2002), La revolución de los peces (2007), 28: versión 1.0 (2013), Danza para las ciudades que tiemblan (2016) entre otros libros. Dirige la editorial de libros irradiados Bardoborde. Además de la poesía, se dedica a la performance poética, en cuya labor ha participado en diferentes eventos nacionales e internacionales. Actualmente se desempeña como president de la Comisión Metropolitana de Educación y Cultura de Lima en su función como regidor.