Entrevista realizada por Roberto Bolaño a Arqueles Vela en 1976
Entrevista realizada por Roberto Bolaño a Arqueles Vela en 1976
Bandido adolescente en la zona de Tehuantepec, muchacho de ojos azules que dormía en las redacciones de los periódicos, bailarín y contador de chistes en cabarets españoles, cómplice de Miguel Ángel Asturias en aventuras que no narramos por pudor, casi todo lo ha experimentado Arqueles Vela, que a los 16 años miraba carrancistas a caballo y recitaba la traducción que Gómez de la Serna hizo de los Cantos de Maldoror. Rima (¡ja!). Si Maples Arce a veces me recuerda físicamente a Floyd Paterson y List Arzubide a Sonny Liston. Arqueles da la impresión de un Kid Azteca posando demasiado, demasiado sereno en un rincón eléctrico del ring. Por supuesto es de noche y la arena está vacía. La campana comienza entibiarse. En una butaca de tercera un espejo está sentado. El Kid no lo mira. Los posters sacan una pistola con silenciador de sus chalecos y se suicidan. Entre el vapor –que comienza a invadirlo todo- parece que bailaran un par de guantes de oro.
¿Cómo entró usted al estridentismo?
Cuando Maples Arce publicó su primer libro, después del Manifiesto Comprimido Estridentista, la mayoría de los críticos de entonces no sólo atacaron el espíritu del libro, no solo detractaron la personalidad de Maples Arce, sino que algunos críticos o comentaristas como González Peña dijeron: “No había yo comentado este libro porque creía que se trataba de un manual de albañilería”; porque el libro se llamaba Andamios Interiores. Como joven de la época y también como renovador del periodismo, porque yo trabajaba en el Universal Ilustrado, me pareció que era no solamente indigno, sino antiperiodístico, hacer un comentario de esta naturaleza, y entonces yo escribí un artículo analizando la poesía de Maples Arce y también fundamentando lo que debería ser la crítica nueva. Así fue como Maples Arce tuvo noción de que no obstante que no teníamos nosotros ninguna noticia acerca de su movimiento, y no obstante que no nos conocíamos, existían mentalidades y espíritus revolucionarios que podían entender lo que podría ser la nueva poesía.
¿De la aparición de Actual 1 y de Andamios Interiores, cuánto tiempo transcurre para el encuentro que tiene usted con Maples Arce? El grupo estridentista, el primero, de hecho lo forman los dos.
El lapso fue muy breve porque el Comprimido Estridentista se publicó en el 21 y Andamios Interiores apareció en 22, y mi artículo se publicó inmediatamente después de Andamios Interiores, y Maples Arce me visitó al día siguiente de haber aparecido mi crítica sobre su libro, de manera que en cierta forma yo fui el segundo que formó el grupo, porque mi crítica fue una forma de adherirme al movimiento, puesto que apoyaba los principios de una poesía nueva y me estaba sumando a la rebeldía de Maples Arce.
¿Recibieron muchos ataques en los comienzos del estridentismo?
Recibimos todas las pedradas que en aquella época eran para nosotros como una posibilidad de defendernos. El ambiente no estaba preparado para un movimiento como el estridentista, pero sí existieron poetas ya de renombre y de generaciones anteriores a la nuestra, como Rafael López, que entendieron lo que nosotros tratábamos de realizar renovando la forma y la sustancia poética. De manera que a pesar de la renuencia casi general para aceptar nuestros principios, se adhirieron a nosotros gente como List Arzubide, Salvador Gallardo, Echeverría, Mena, que jóvenes también, vislumbraron lo que iba a ser el estridentismo.
En el mismo año en que aparece Andamios Interiores usted publica La señorita Etcétera ¿Cree usted que es la primera novela estridentista?
No solo fue la primera novela estridentista, fue la primera novela que viola la estructura tradicional en nuestras latitudes hispanoamericanas. La Señorita Etcétera viola los conceptos de tiempo y espacio y elimina a los personajes. La Señorita Etcétera es una novela en donde el Yo es el determinante: y es el Yo, lo subjetivo, lo que convierte en personajes a los transeúntes, a la idea que se tiene acerca del hombre, de la mujer. Inclusiva el paisaje forma parte: por eso la denominación de novela poética.
¿La vería como una novela de lenguaje, de tonos, de matices, de colores?
Sí, y qué pregunta tan cerca de lo que es la novela, porque es una novela de matices, de matices íntimos, de estados interiores que corresponden a realidades que sólo han existido en el recuerdo, en el desvanecimiento de los hechos. Eso es La Señora Etcétera. Una novela que utiliza la palabra, la lengua, que no usa lugares comunes, ni en la palabra ni en las relaciones entre los personajes. La Señorita Etcétera se caracteriza porque allí es el Yo el determinante, hasta donde llegó, naturalmente superándolo todo, y guardando ya no digo las proporciones, guardando las desproporciones entre Joyce y Arqueles Vela, porque el Ulises se publicó en 1922 también. Quiere decir que yo, sin conocer todas las renovaciones que hacía el gran creador de Ulises, y guardando las desproporciones, repito, porque es un monstruo el Ulises de Joyce, y mi novela es un microbio, es el principio de lo que puede ser un animal antediluviano, de antes del diluvio y en contra del diluvio: si ustedes releen La Señorita Etcétera verán que es el Yo el que crea todo: los conflictos, las realizaciones: la realidad que existe no existe sino a través del Yo.
Me gustaría que me hablara de lo que usted hacía antes de formar parte del grupo estridentista, de su formación literaria.
He dicho que yo fui revolucionario antes de conocer a Maples Arce, porque en mis comentarios que hacía en el Universal Ilustrado, comentarios semanales, yo siempre seleccionaba los temas que no eran tratados por ninguno de los periodistas de mí tiempo…
Además, en un estilo diferente…
Y en un estilo absolutamente diferente, que a veces me los rechazaban porque me decían que no era periodístico. Yo publiqué entonces un comentario que se llamaba El Hombre Antena, refiriéndome a las experiencias y experimentos de un aficionado que deseando eliminar la estática había llegado a encontrar algunas variantes para hacer más audibles las transmisiones. Y entonces yo, de ese hecho real, en mi comentario llegué a crear un personaje que es absolutamente electrónico, porque decía que este hombre no solamente captaba las radiaciones, las ondas hertzianas, sino también el pensamiento de los demás hombres; y era casi como el nuevo mesías, el nuevo mensajero, el nuevo apóstol de las ondas, de la transmisión etérea. De manera que antes de conocer a Maples, antes de que se publicara el Manifiesto, en mí había un espíritu nuevo. Y un espíritu nuevo porque, yo ya lo he dicho, soy el más original de todos porque era el más ignorante de todos. Pero siendo el más ignorante, yo había sido formado por tres grandes libros, que me parecen todavía los decisivos para formar un espíritu nuevo: Lautreamont, en sus Cantos de Maldoror; Villiers de L’Isle Adam en la Eva Futura y Nietzsche en Así Hablaba Zaratustra.
Esos son los libros que usted lee recién salido de una escuela de curas.
Sí.
Tiene que haber sido un golpe tremendo.
Fue un contraste enorme que modificó mi vida, porque después de educarme en una escuela de jesuitas, en donde todo es opresión y dogma, yo me encontraba con tres libros que son la anarquía pura, y la liberación del hombre para entender al mundo, al hombre y a los fenómenos fuera de todas las teorías establecidas.
¿Qué relación tuvieron ustedes con el futurismo? ¿En qué medida lograron destruir las formas de ejercer la poesía de su época?
En verdad nosotros no tenemos una similitud muy fuerte, ni profunda, ni vasta con el futurismo, porque el futurismo, según lo entiendo, era un devenir de las posibilidades estéticas, y el estridentismo era un asistir a la realidad inmediata, una convivencia con lo inmediato de la existencia. A tal grado que nosotros estuvimos en contra de muchas realidades artísticas. Por ejemplo, las estatuas que ustedes conocen, que se exhiben en la Alameda Central, que son de Chucho Valenzuela, nosotros los estridentistas, una noche las empapelamos con papel periódico, como protesta a la estética escultórica de nuestro tiempo: también un día desapareció la corona de laurel que le había regalado a uno de los más grandes escritores, Gamboa, el de la Santa, don Federico; y cuando le robaron su corona de laurel, que era de oro, entonces Rafael López escribió un comentario diciendo “un robo estridentista: sólo los estridentistas son capaces de atentar contra la gloria de uno de los académicos más prestigiosos”. De manera que el espíritu nuestro estaba ya extendiéndose, no sólo en los comentaristas como Rafael López, sino inclusiva en muchos de los que tenían afición por la literatura, que empezaron a comprender cuál era el espíritu nuestro: participar en los hechos inmediatos de la vida. Mi labor era de una crítica sutil a la manera de escribir y pensar de la época. Por ejemplo, en mis comentarios una vez escribía, y esto me valió la enemistad de González Martínez, porque decía: “Todos los animales del jardín zoológico están muy preocupados con la poesía de González Martínez, por aquel verso que comienza: tuércele el cuello al cisne”. Yo terminaba diciendo que los demás animales se habían preocupado porque si González Martínez seguía escribiendo de esa forma pues iba a acabar con el jardín zoológico.
Qué cauce toma usted y el estridentismo después de los primeros años, o sea después de 1923?
Yo recuerdo muy bien que nuestras actividades se bifurcaron. Yo en verdad no soy un hombre de multitudes ni de manifestaciones. No me gusta mucho la ostentación pública, de manera que yo no participé en ningún manifiesto. Yo más bien hice una propaganda desde el periódico y en las entrevistas que me hacían. Se sumaron muchos, surgieron movimientos de poetas jóvenes en Guadalajara, en Puebla, en Monterrey, pero mi participación fue desde el periódico. En verdad nosotros tuvimos vidas muy contrarias. Maples Arce era el gran señor del estridentismo, porque él tenía dinero y no necesitaba trabajar para sobrevivir. Estudiaba Derecho y su padre le daba dinero para estudiar, para vivir, para vestirse lujosamente, para convivir lujosamente. Él era el que convidaba a todos. Cuando íbamos al café, cuando comíamos, él era el que nos hacía sentir grandes señores. Yo vivía del periodismo, List Arzubide también, de manera que mi vida está más relacionada, más profundamente relacionada con la realidad circundante: de ahí las novelerías. Yo soy probablemente de los estridentistas el que continuó afinando su estilo, mejorándolo hasta alcanzar las proporciones que ustedes encontrarán en Luzbela, porque de La Señorita Etcétera a Luzbela hay todo un proceso de transformación lingüística. Yo me he preocupado por encontrar palabras nuevas. Y ustedes verán en El Café de Nadie, como en La Señorita Etcétera, como en Un Crimen Provisional. Un Crimen sin Nombre, la tentativa de crear palabras nuevas. Esta inquietud no la tienen los otros estridentistas y no la tienen la mayoría de los escritores mexicanos, búsquenlos ustedes, no la tienen. Sus perversátiles ojos dice en El Café de Nadie, una palabra nueva de perverso y versátil: sus factuales miradas, de facto y actual: y así también encontrarán ustedes culoviasola…
¿Culoviasola?
Culoviasola, de sola la vida del culo. Y así innumerables palabras que son una conjunción de sonidos groseros aunados a lo sutil de la misma palabra, que a su vez se une a otra.
¿Hay una disociación entre escritura y vida en el estridentismo?
Maples vivió la Revolución Mexicana y por eso escribió Urbe y Poemas Interdictos, pero Urbe es el poema de la Revolución Mexicana, porque Calles propulsó las actividades obreriles, y salían a las calles batallones obreros con finalidades subversivas, pero Calles se espantó de lo que había iniciado y después retrocedió y hasta reaccionario llegó a ser. Pero nosotros convivíamos con nuestra realidad mexicana. Somos los que dimos un sentido estético a la Revolución Mexicana. La Señorita Etcétera es la primera realización literaria del desorden provocado por la Revolución. La Revolución nos disparó materialmente: eso significa una dispersión interior también. No podíamos encontrar un ritmo.
Su obra no se ha difundido mucho, casi nada en comparación con la del grupo de Contemporáneos, ¿a qué cree que se deba eso?
Se debe a que yo he sido enemigo de la publicidad. En diversas ocasiones me han pedido trabajos míos, la última de Argentina; y me enviaron una circular para que yo mandara informes sobre mi personalidad y mi obra. Y yo respondía, mientras no encuentre alguien que haya conservado uno de mis cuentos, mientras no se divulguen y alguien tenga interés y se informe a través de antologías o índices literarios y me incluya en una antología sin pedirme que escriba sobre mí mismo, prefiero no aparecer en una antología. Porque si yo creo en la gloria es en la gloria aquí en la Tierra, y gloria es que me lean y que me entiendan y que me sigan dentro de mi obra, de manera que si no han conservado un cuento mío, pues no me interesa que me publiquen nada, ni que lo traduzcan. Las traducciones que han hecho las han hecho espontáneamente: estoy traducido al hebreo, al inglés y al francés en un cuento, porque hay un cuento mío que es célebre, se llama Una aventura desconocida, que se ha publicado en la mayoría de los diarios hispanoamericanos, sin que yo intervenga, y una de estas veces, como en los años cuarentas, el cuarenta y nueve, a mí me pidieron que les enviara un cuento para premiármelo, pero me lo pedían de encargo y nunca lo escribí. Y también de Cuba me pidieron que les enviara un cuento inédito para premiármelo y yo les dije ¿por qué no me premian ustedes por lo que ya he escrito? El cuento que me piden tal vez no me salga bien. No, pero es que necesitamos que sea inédito. No, no me interesa a mí. Lo que me interesa a mí es el juicio de ustedes sobre lo que he hecho y no sobre lo que pueda yo hacer en el futuro.
¿Qué relación tuvo usted con los surrealistas franceses cuando estuvo en París?
Fui amigo de los surrealistas, íntimo amigo de algunos de ellos. Pero nunca me sumé a su movimiento. Fui amigo de Robert Desnos, de Antonin Artaud…
¿No obedece su ida a España a una ruptura con los estridentistas? Usted se va por el 26 o 25…
A principios del 25 me fui a España, pero yo me fui de aventurero, no por desilusiones, por escisiones o fricciones, no: por extender mi mundo, para alargar mi mundo como diría el pícaro español; a eso me fui, a alargar mi mundo. No tenía yo nada en contra de mí mismo, de mi pobreza, ya había agotado todo lo que había vivido, necesitaba vivir mucho más intensamente para crear nuevas obras.
¿Propuso el estridentismo un calcio para la época, una tonificación en todos los sentidos, estética, viral?
Sí. Y ese calcio y esa energía sólo se podrá encontrar dentro de su mundo, en las experiencias que adquieran al ponerse en contacto con la realidad, en forma rebelde, pacífica, en forma sentimental, política; en todas las formas, pero sólo en la experiencia del hombre con la realidad de su tiempo. Siempre es necesaria una vanguardia, pero la vanguardia no se inventa, son hechos sociales los que van a crear una necesidad irrupta en el devenir. No ha surgido una juventud que esté en contra de su tiempo como lo estuvimos nosotros.
Arqueles Vela Salvatierra (1899-1977, Ciudad de México). Periodista, escritor, educador y poeta, autor de La señorita Etcétera (1922) primer relato de vanguardia en Iberoamérica y uno de los principales representantes de la prosa vanguardista en Latinoamérica. Estéticamente, sus obras de ficción transitaron desde un marcado experimentalismo cosmopolita de los años 20, hacia una narrativa de contenido social centrada en México. Su primer libro El sendero gris y otros poemas inútiles (1920) es de clara influencia romántica y postmoderna, en él destacan un tono melancólico y una voz poética sentimental y desesperanzada.[1] Sus crónicas periodísticas de los años 20 y 30 se distinguían tanto por un estilo original como por sus temas, pues a partir de aspectos aparentemente frívolos, los espacios públicos y la vida nocturna, se muestran los cambios externos en la ciudad y las consecuencias emocionales en los sujetos que en ella viven, a través de imágenes y metáforas que desautomatizan lo cotidiano, haciéndolo novedoso.[2] En 1922, Arqueles Vela fue el primero que se sumó al Estridentismo (1921-1927) iniciado por Manuel Maples Arce, contribuyendo decisivamente al impulso de renovación de las formas literarias en México.
Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-2003). A los quince años se estableció junto a su familia en el Distrito Federal, capital de México, donde realizó los estudios secundarios. En 1973 volvió a Chile en los meses previos al golpe militar de Pinochet, realizó un largo viaje por mar y tierra, con el propósito de apoyar al gobierno de Salvador Allende, fue apresado y permaneció ocho días en la cárcel. En enero de 1974 volvió a México, donde conoció a los poetas Mario Santiago y Bruno Montané, junto a quienes fundó un movimiento de vanguardia literaria al que bautizaron como Infrarrealismo. El movimiento contó con dos revistas: 'Rimbaud, vuelve a casa' y 'Correspondencia Infra'. En 1978 se instaló en Barcelona donde su madre vivía desde hacía años. Llegó a una ciudad en plena efervescencia postfranquista, en la que todo parecía posible, que lo conquistó de inmediato.
En 1993 publicó la novela La pista de hielo, y en 1996 La literatura nazi en América. Con Estrella distante consolidó la reputación recién adquirida, y el libro de cuentos Llamadas telefónicas lo consagró como uno de los mejores escritores contemporáneos de Hispanoamérica. Los premios le llegarían poco después, con su siguiente novela Los detectives salvajes, publicada en 1998, que le valió el Premio Herralde, el Premio del Consejo de Chile en 1999 y el Premio Rómulo Gallegos en el mismo año. Era admirador de los beatniks y fanático de Lou Reed, pero también devoto de Borges y Cortázar, entendía su obra como un conjunto estilístico y argumental, donde los personajes aparecen y desaparecen para dialogar entre sí, y para enriquecer igualmente las vidas de los lectores.
Imagen: Gamma-Rapho via Getty Images/Raphael GAILLARDE