Entrevista

Entrevista de Roberto Bolaño a List Arzubide: 100 años del Estridentismo

 

 

Imagen: Retrato de Germán List Arzubide, 1925

Autor: Ramón Alva de la Canal. Oleo/ tela, 107 x 84 cm. RAdC002

 

 

 

 

 

Entrevista de Roberto Bolaño a List Arzubide

 

 

De este libro (Esquina, 1923), Manuel Maples Arce dijo: “No sé si tenga que reprochar a List Arzubide ese desenfado humorístico, esa actitud despreocupada. Con frecuencia advierto que teme emocionarse, pero no por eso deja de ser menos sincero. Probablemente haya un fondo de bondad en todo esto. La literatura desde hace tiempo dejó de ser una cosa seria; la vida misma no es ya sino una puta que es necesario tratar a puntapiés… El poeta Arzubide se ha identificado con el alma de la época. Es ya un clásico, un estridentista”.

Cuando Maples publicó Andamios Interiores, yo vivía en Puebla y hacía una revista que se llamaba Ser. Entonces, desde hacía tiempo en esa revista nos habíamos empeñado en publicar poesías de los grandes poetas del mundo. Nosotros publicamos ahí cosas de Walt Whitman. Juan Ramón Jiménez, en fin, de muchos poetas totalmente desconocidos en Puebla. Andábamos en esa inquietud Salvador Gallardo y yo: Aguillón Guzmán, que también tenía esa inquietud, estaba en México y me mandó el libro de Maples Arce: entonces, cuando yo leí ese libro me interesé, mandamos una carta a Maples diciéndole que nos gustaría que viniera a Puebla, y él vino. Fuimos a recibirlo, comió con nosotros, hicimos un pequeño grupo de gente y de ahí nació la idea de lanzar el Manifiesto Número 2, que redactamos entre Manuel y yo, me acuerdo en un café de chinos. El manifiesto lo pasamos luego a algunos muchachos para que lo firmaran. Desde luego, los que aparecen en el manifiesto son pocos porque muchos no se atrevieron a firmar. Lo imprimimos en una hoja de papel afiche de colores, delgado, brillante. Después lo distribuimos por todas partes, bajo las puertas, por las ventanas, y al día siguiente aquello estalló; verdaderamente aquello estalló; Puebla trepidó como nunca. Mucha gente temprano ya lo tenía. Como a las doce del día apareció la primera extra de un periódico que se llamaba El Mosquito, en que nos atacaron. Especialmente a mí, que sabían que había dado los nombres y había presentado todas esas cuestiones. Me llamaron un estudiante vago, que se decía estudiante pero nada más andaba de paseo por todos lados, que andaba yo luciéndome, que me las daba de poeta y todas esas cosas que se dicen. Y en la noche, en el portal, veníamos paseando Manuel y yo cuando vimos a uno de los poetas que habíamos aludido. Gabriel Sánchez Guerrero, que era muy miope, que estaba rodeado de tres o cuatro leyendo la hoja aquella (como era muy miope la tenía casi pegada en la cara), y alguien le dijo que yo venía: entonces él se bajó y me increpó. Me dijo “Le voy a contestar esto como se merece, si es posible con una mentada de madre”, y le digo, pues, por ahí debe usted comenzar conmigo y desde luego vamos saliendo. Entonces la gente se alborotó y Manuel se recargó así, entonces usaba polainas y andaba siempre con su bastón, y dijo aquellas frases célebres: “El estridentismo no admite vales, ni da fianzas, y usted es un lamecazuelas literario”. Un tipo que estaba ahí se me echó encima para darme un bastonazo: yo levanté el brazo y le pegué una bofetada y nos separaron y seguimos nosotros paseándonos, aparentemente muy tranquilos. Bueno, siguió el escándalo. Maples regresó a México y yo me quedé allí a recibir las pedradas de toda esa gente, y así fue como Salvador Gallardo, Miguel Aguillón y yo formamos parte, ya después, del movimiento estridentista. Iba a aparecer uno de los números de Ser y en esta revista aparece una página de adhesión al movimiento estridentista. Antes se había publicado en México el primer número de Irradiador, donde aparecen, además de poemas de Salvador Novo, de tres o cuatro gentes. Maples debe tener un número, una copia del número I de Irradiador…

 

Germán List Arzubide

 

 

 

 

¿Novo fue estridentista?

 

No, nunca. Había cierta intención renovadora en él y en este otro muchacho que siempre anduvo con él, ¿cómo se llama?, Villaurrutia: cierta intención renovadora, porque entonces en el ambiente estaba esto. Desde luego, por ejemplo en el Actual 1 de Maples aparece al final una larga lista de escritores, de escultores, de gente de vanguardia. Maples vivía entonces en la capital y le llegaban muchas cosas que en la provincia ni remotamente podíamos pensar que llegaran. Suerte que Maples estaba enterado de todas estas cosas. Nosotros le seguimos, tanto Gallardo como yo, porque teníamos una gran inquietud de renovación que estaba en el aire, por ello tan fácilmente nos incorporamos al movimiento estridentista, allí se formó ya un grupo: se formó en realidad la vanguardia del movimiento estridentista.

 

 

Después de ingresar en el movimiento usted sigue con la revista que tenía en Puebla y el estridentismo continúa en la capital con Maples y Arqueles Vela, ¿cuál es su actividad entonces, en Puebla?

 

Yo seguí con la revista aquella claro, se había creado para mí una atmósfera terrible, tan terrible que un día yo publiqué en un periódico un artículo diciendo que era necesario renovar totalmente a las escuelas, particularmente al Colegio del Estado, donde los jóvenes, pues, seguía la rutina de los viejos maestros y no veía que hubiera intención de nada nuevo. A la sazón, uno de esos viejos maestros se sintió aludido y fue y alborotó a los estudiantes. Al día siguiente de publicar este artículo, estaba yo parado en alguna parte cuando un tipo llegó y me puso una pistola por detrás. Yo sentí el piquete, di la vuelta, y me dijo: “Si usted es tan hombre como dice, véngase conmigo”, y le respondí, donde usted quiera. En ese momento pasaba un coche y me dijo suba. Nos subimos los dos y me rodearon estudiantes. Me llevaron así al Colegio del Estado, me bajaron y me golpearon entre todos. Pero yo era entonces líder de los trabajadores, porque habían formado una unión de periodistas, artes gráficas, y estábamos en contacto directo con los obreros. Y cuando se supo esto, porque corrió la noticia, los obreros intentaron asaltar el Colegio del Estado y se formaron grupos de trabajadores dispuestos a combatir contra los estudiantes. La cosa se puso dura y violenta. Me acuerdo que en esos días vine a México y platicamos con José Juan Tablada y él me dijo: Bueno, Germán, ¿además de hacer versos y andar dando de palos por allá qué otra cosa hace usted en Puebla? Y le dije: Pues intento estudiar, pero más que nada intento ser un escritor. Y me dijo: pues no lo será usted en Puebla, véngase a México; de todas maneras hay que salir de la provincia; los escritores en la provincia se ahogan, porque siempre la provincia tiene una cosa aldeana que los va deprimiendo. Véngase a México. Y resolví venirme a México, y me vine a México. Busqué un trabajo en una oficina y formamos un grupo cerrado que todo el mundo conocía. No sé si les contó Manuel que tuvimos una oficina aquí en México, en la calle que ahora es Belisario Domínguez. Había dos pintores: Javier Arias y Huberto… Huberto… no recuerdo en este momento su apellido (todavía vive, y trabaja en Novedades. Alguna vez llegué a encontrarlo y convinimos en vernos. En fin, esta ciudad es enorme, imposible). En el estudio de ellos se dibujó una tablita que decía Movimiento Estridentista. Íbamos allí todas las tardes o a un café que estaba a la vuelta. “Las Olas Altas”. Ya entonces, aparte de Maples, Arqueles, Salvador Gallardo y yo, formaban parte del grupo Germán Cueto, Alva de la Canal, Leopoldo Méndez.

 

 

¿Al escribir tan pronto la historia del movimiento estridentista no lo estaba usted dando por liquidado?

 

No, no, no. Yo hice este libro cuando estábamos con más fervor. Me acuerdo que yo tenía una recámara en una de esas casas de huéspedes, que era una recámara muy grande, de esas casas de provincia que tienen piezas enormes. Yo comencé a hacer el libro, y si usted lo ha leído se acordará que empiezo contando cosas de cómo es Maples y la figura de él, y todas esas cuestiones. Contando, contando, contando. Yo quería que se supiera. Y si no, escuche esto que escribí en aquella época: “…este libro mío que fue a hablar a las juventudes en una forma vital, fecunda y fuerte de la poesía, que los impotentes y los tontos habían convertido en un desahogo de cenáculos, y que desde el Actual 1 de Maples Arce, sacamos a la calle para ponerla en contacto con la multitud y la vida. Aquí están las voces de admiración con que un continente nos saluda, admiración merecida, porque esta obra encierra nuestro anhelo y nuestra lucha, cuando frente al imbecilismo de los periodistas y el odio oficial de las academias nosotros opusimos nuestra gran risa despreciativa y altanera, que todavía duele a los poetas de los ministerios que usufructuando el favor del Estado no fueron capaces sino de adquirir una gloria de papel que los reporteros están siempre dispuestos a vender a bajo precio. Hermosos días en que jugábamos con el insulto y coronábamos de sol el odio de las oficinas. Éramos tan pocos, que tuvimos que afiebrarnos trabajando, y todavía nos sobró tiempo para decorar de bocas pintadas nuestro abrazo de machos. En hora un poco lejos de este combate en que hicimos trepidar la calma de los escribidores mexicanos anteriores a nosotros, grandes rebaños de estúpidos cuya única labor fue doblarse con todo esmero a los pies de Porfirio Díaz, mientras probamos con nuestras ediciones que si combatimos en lo pasado es porque podemos ofrecer lo presente y hasta lo futuro, nuestra voz dice a la América que nos escucha, el mensaje rotundo, atlético, intenso, que va como un aventurero de otrora a inventar mundos y crear horizontes”. Como ve, estoy hablando de cosas que estamos haciendo. Mi intención era que supieran qué era lo que habíamos hecho, pero además la intención era seguir, seguir. Y dice “mi libro está aquí magnífico de escándalo y alegría, y mi risa, mi gran risa de vencedor, suena en todo como una catarata de triunfo. Yo saludo a los camaradas que sobre mi libro opinaron y los convoco para que afirmando sus palabras hagamos de América campo a la gran gesta del espíritu nuevo y escribamos la epopeya gigante de un mundo sin fronteras. Jalapa 1928”. Yo estaba presentando un libro en el que contaba lo que habíamos hecho y además lo que queríamos que se siguiera haciendo. Claro, lo que pasó con nosotros es lo que ha pasado con la revolución mexicana en todos sus aspectos. Después nos dispersamos. Maples ya no se ocupa del movimiento absolutamente, y lo que es más grave, llega a Europa, publica una antología sobre la poesía mexicana y ni en el prólogo, ni en el resto del libro hay una sola palabra sobre el movimiento estridentista, y lo que es más, no incluye en la poesía que él presenta ahí a ninguna de los poetas estridentistas. El sí que los dio por liquidados. Maples había escrito una vez: “Nuestra locura no está en el presupuesto”, pero lo cierto es que cuando entró en el presupuesto se le acabó la locura también. Es una cosa que a veces yo se lo recuerdo y él no sabe qué contestar.

 

 

¿Qué ocurre con el resto de los estridentistas cuando comienza la desbandada?

 

Yo, a Salvador Gallardo, en Puebla, en una editorial que hice allá, en donde publiqué mi poema El Viajero en el Vértice, le edite su libro y le puse un prólogo mío. Y hubiera publicado el libro de Aguillón Guzmán, pero no sé: puede ser que nos haya entrado cierto desánimo cuando vimos que esta cosa se había quedado dormida, abandonada. Yo siempre he creído que si el movimiento estridentista hubiera estallado en París, por ejemplo, tendría ahora un renombre universal. Me acuerdo que un chileno le decía a otro que si en lugar de publicar su libro en Barcelona lo hubiera hecho en Santiago, no sería en lo absoluto un poeta conocido y es verdad. A Vallejo en el Perú no lo conocía nadie. Vallejo muere, se puede decir, de hambre. Si Vallejo se hubiera quedado en el Perú, con todo lo grande que era, se hubiera perdido. Y quien sabe con Neruda qué pasa si no sale de Chile. Y tan grande como Neruda, yo lo aseguro fue Pablo de Rokha, ¿y quién habla de Pablo de Rokha a pesar de que publicó aquellos libros tan grandes y poderosos? Porque de Rokha tenía una voz tremenda, una voz potente. ¿Y qué pasó con él? Se quedó perdido en la provincia. Si el movimiento estridentista hubiera estallado en París esto hubiera sido diferente. Ahora yo le hago una acusación a Maples: El anduvo por Europa y pudo haber presentado allá al movimiento estridentista. No lo hizo.

Habría que ver lo que se dijo aquí sobre el estridentismo. Dos historias de la literatura mexicana existen, la de Jiménez Rueda y este otro, no me acuerdo su nombre, en donde se ve una incomprensión absoluta. No puede entrarles de ninguna manera el movimiento estridentista. Para ellos es una gritería de muchachos que se divierten molestando a la gente. No pudieron entender lo que era en realidad el ansia de crear una vida nueva dentro de la poesía. Se necesita tener un espíritu heroico para por encima de todas esas cosas; seguir trabajando.

Si no nos hubieran cortado tan violentamente (porque en realidad estorbábamos, íbamos demasiado lejos para todos los demás), no sé qué hubiera pasado con la poesía en México. A veces me entristece pensar que los jóvenes, en lugar de estar haciendo poesía, estén repitiendo los cánones de todas esas cosas que no pueden decirles nada.

Salvador Gallardo va a dar a la provincia y la provincia se lo come. Y lo que hace primero que todo es darle gusto a su mujer, tomando parte en esos juegos llamados florales. Se saca dos o tres premios, y claro, se pierde en esas cuestiones. Ya de hecho dejó de ser poeta estridentista. Aguillón, creo yo, se hizo un tanto cuanto burócrata. Ramón Alva de la Canal también en cierta forma se fue desprendiendo, desprendiendo, y Ramón ya no es aquel que nosotros teníamos. Leopoldo Méndez fundó aquí el Taller de Gráfica Popular, que es un taller donde se hicieron verdaderas campañas a base de tratados y dibujos. Los grabados de él en contra del fascismo son muy buenos, todavía tengo por ahí un retrato que me hizo Leopoldo, y lo conservo como un verdadero tesoro, en donde estoy en una especie de tribuna con el brazo levantado, que por cierto después se repitió de verdad cuando formé parte de un grupo el día de la gran concentración que hizo Cárdenas en el Zócalo, cuando se nacionalizó el petróleo, y aquello se llenó de obreros que iban de verdad, no acarreados, sino de verdad, y a mí me tocó pronunciar un discurso por mi grupo.

 

 

¿Cuándo se desintegra el movimiento los estridentistas militan en partidos políticos de izquierda?

 

Claro, yo he sido miembro del Partido Comunista. No lo soy ya porque el partido, en cierta forma, también ha sufrido muchas descomposiciones. Pero la primera vez que visité a Rusia fui enviado por el Partido Comunista.

 

 

¿Arqueles Vela también militó en el Partido Comunista…?

 

No. Arqueles no. Ni Maples tampoco. Maples, en el fondo, es un liberal. Arqueles, yo no sé; no puedo situarlo exactamente. Yo si soy un hombre absolutamente de izquierda. Inclusive el partido me envió a un congreso en Frankfort, Estados Unidos, en una de las cosas que más me enorgullece, porque me dio la bandera que Sandino les arrebato a los yanquis en uno de sus combates, decía sobre la misma bandera, escrito de puño y letra de Sandino: “Esta bandera fue arrebatada a las fuerzas imperialistas yanquis, en el combate del Chimbote. Patria y Libertad. Augusto César Sandino”. Y esa bandera vino a dar aquí traída por dos venezolanos, porque nosotros reuníamos en mítines, en grandes mítines que se llamaban “Manos Fuera de Nicaragua”, a la gente, para estar siempre en acción. Y recogíamos dinero para mandarles, no para armas, porque las armas se las arrebataban a los yanquis, sino para medicinas que les mandábamos cada vez que se podía. Entonces dos venezolanos, De la Plaza y otro más, les llevaron esas medicinas a los sandinistas y nos trajeron la bandera. Y esa bandera nos sirvió para mítines. Cada vez que enseñábamos la bandera, que era enorme, había unos escándalos pavorosos, y una vez el diputado comunista Hernán Laborde, desde la tribuna de la Cámara, pronunció un discurso y puso la bandera encima de la tribuna. Y naturalmente, la embajada de Estados Unidos la reclamó, y el gobierno dijo: La tienen los comunistas. Entonces, para que no la pudieran obtener, había un congreso antimperialista en Frankfort, y me dijeron: te vas con ella; te vas por Nueva York y tienes que pasar con ella. Eso fue en 1929. Llegando a Monterrey había un muchacho y él me consiguió unos cordeles. Yo me desnudé, me la envolví en el cuerpo, y así la pasé por Estados Unidos. Y al llegar a Nueva York, que fue por cierto un 4 de julio, fui a parar a la casa de un compañero chileno que tenía un balcón para la calle y allí en el balcón pusimos el 4 de julio la bandera que Sandino le había arrebatado a los yanquis. Esa bandera fue a Frankfort. El día que acababa de terminar el congreso antimperialista yo vi desfilar a los grupos fascistas llevando las banderas de la cruz gamada y unos pífanos y unos tambores, ya con uniformes. Entonces los comunistas le entraron a los palos contra esa gente y la policía golpeaba a los comunistas para que estos no golpearan a los fascistas. Yo vi todo eso. Yo conocí a Moscú cuando Moscú era una ciudad toda de madera. Al estilo de los cuentos de Chejov…

 

 

 

 

Germán List Arzubide (Puebla, 1898-Ciudad de México, 1998). Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo. Estudió en la Escuela Normal de Puebla. Fue profesor en escuelas preparatorias, en la Normal y en la Universidad Obrera. Fundó Vincit, Ser Horizonte; miembro de los consejos de redacción de Ruta Tiempo; creador del teatro infantil de la SEP para el que escribió dramatizaciones históricas con su hermano Armando List Arzubide; tuvo a su cargo la oficina de Extensión de la Universidad Nacional. Perteneció al grupo literario Noviembre, a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios; miembro fundador de la Academia Mexicana de la Educación y presidente de la Federación Mexicana de Escritores. Junto con Manuel Maples Arce promovió el Movimiento Estridentista. Acompañó a Venustiano Carranza a Aljibes, donde cayó prisionero. Trabajó con Vicente Lombardo Toledano y combatió la sublevación huertista. Su militancia política de izquierda fue reconocida internacionalmente. Formó el Ala Izquierda de Empleados Federales cuando trabajó en la Secretaría de Hacienda, antecedente de los Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado. Colaboró en Excélsior, La Opinión, Siempre! Tiempo. Miembro del SNCA como creador emérito.  Medalla Lenin 1960  de la Unión Soviética. Premio Nacional de Periodismo Cultural 1983. Medalla de Oro Sandino 1985 del Gobierno de Nicaragua. Premio Puebla 1986. Premio Rosete Aranda 1994. Premio Nacional de Lingüística y Literatura 1997. Medalla Bellas Artes 1997. Premio Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de Letras en 1997. Doctor Honoris Causa por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (post mortem).

 

 

 

Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-2003). A los quince años se estableció junto a su familia en el Distrito Federal, capital de México, donde realizó los estudios secundarios. En 1973 volvió a Chile en los meses previos al golpe militar de Pinochet, realizó un largo viaje por mar y tierra, con el propósito de apoyar al gobierno de Salvador Allende, fue apresado y permaneció ocho días en la cárcel. En enero de 1974 volvió a México, donde conoció a los poetas Mario Santiago y Bruno Montané, junto a quienes fundó un movimiento de vanguardia literaria al que bautizaron como Infrarrealismo. El movimiento contó con dos revistas: 'Rimbaud, vuelve a casa' y 'Correspondencia Infra'. En 1978 se instaló en Barcelona donde su madre vivía desde hacía años. Llegó a una ciudad en plena efervescencia postfranquista, en la que todo parecía posible, que lo conquistó de inmediato.

En 1993 publicó la novela La pista de hielo, y en 1996 La literatura nazi en América. Con Estrella distante consolidó la reputación recién adquirida, y el libro de cuentos Llamadas telefónicas lo consagró como uno de los mejores escritores contemporáneos de Hispanoamérica. Los premios le llegarían poco después, con su siguiente novela Los detectives salvajes, publicada en 1998, que le valió el Premio Herralde, el Premio del Consejo de Chile en 1999 y el Premio Rómulo Gallegos en el mismo año. Era admirador de los beatniks y fanático de Lou Reed, pero también devoto de Borges y Cortázar, entendía su obra como un conjunto estilístico y argumental, donde los personajes aparecen y desaparecen para dialogar entre sí, y para enriquecer igualmente las vidas de los lectores.

 

Imagen: Gamma-Rapho via Getty Images/Raphael GAILLARDE