Ensayo

Una obra maestra: Piedra de sol, de Octavio Paz. Por Víctor Manuel Mendiola

 

 

Fotografía: Rogelio Cuéllar

 

 

 

 

 

Este ensayo forma parte capitular del libro El surrealismo de Piedra de sol, entre peras y manzanas (Fondo de Cultura Económica, 2011), del poeta, crítico literario y editor, Víctor Manuel Mendiola (México), quien forma parte de nuestra Consejería Editorial. El libro en su totalidad se encarga de revisar y estudiar una de las etapas más productivas de Octavio Paz. Publicamos este importante documento porque la Revista Literaria Taller Igitur se suma a la conmemoración de los 30 años del Premio Nobel de Literatura.

 

 

 

 

Una obra maestra

 

Víctor Manuel Mendiola

 

 

La aparición de Piedra de Sol en septiembre de 1957 —que no fue propiamente una sorpresa porque la Revista Mexicana de Literatura había publicado dos meses antes un fragmento como adelanto—[1] significó, por un lado, el reconocimiento de la irrupción de un poema originalísimo y, por el otro, el registro de la presencia indudable de un poeta en pleno vuelo, con una aspiración no sólo sumamente ambiciosa sino también con una gran idea del papel de la poesía en el proceso de comprensión del mundo. El arco y la lira era, sobre todo, si no el manifiesto, sí la explicación de ese ideal. A partir de ese instante, a diferencia de lo que ocurrió con su antípoda y gemelo en prosa ¿Águila o sol? —el libro ignorado por la crítica— y en consonancia con el discurso de El laberinto de la soledad —una poética del mexicano, el nuevo largo poema será objeto de toda clase de textos de investigación y se convertirá en una referencia ineludible de la poesía mexicana. El propio Paz, un poco antes de aparecer el poema, se daba cuenta de la importancia de su nueva composición. En una carta a su traductor, el poeta Jean-Clarence Lambert, se expresará de una forma que no volverá a usar al referirse a este texto: “Pronto le enviaré un nuevo poema: ‘Piedra de sol’. Para mí, es lo mejor que he escrito. O, al menos, el poema en que he querido decir todo lo que tenía que decir”.[2] A unos pocos días de la publicación del poema en el FCE, Francisco Zendejas, el apasionado crítico que durante cinco años dio constancia del desarrollo de las letras nacionales, publicó una nota que no por pequeña deja de ser esencia y que lo hace el primer lector que afirmó el carácter único del nuevo poema de Paz. En este pequeño texto, Zendejas de un modo agudo apunto cómo el nuevo poema representa una forma distinta de aproximarse a lo mexicano. Graciosamente, al hablar del proyecto soviético de un viaje a la Luna, Zendejas escribió:

 

El lanzamiento del satélite coincide con el lanzamiento de Piedra de Sol…, extraordinario poema de Octavio Paz en que la conducta sideral de Venus tiene papel de gran importancia. Es éste, en nuestra personal y exclusiva opinión, el poema más expresivo de la respiración sentimental del mexicano. El pequeño aliento lopezvelardiano deja el sitio a una sensibilidad cosmogónica que abraza todo lo que puede llamarse articuladamente mexicano en la historia y en la pasión, en el tiempo y en el espacio. Octavio, por tan grave pecado, será perseguido con saña por canes, coyotes y naguales.[3]

 

Zendejas establece, comprendiendo el papel central de Venus en el poema, la diferencia entre la visión de López Velarde y la de Paz en el tratamiento de “lo que puede llamarse articuladamente mexicano”. Uno lo aborda con un “pequeño aliento” y el otro con “una sensibilidad cosmogónica”. Esta diferenciación, al mismo tiempo, permite entender de qué manera Paz lleva más lejos, en el poema largo, a López Velarde, y también permite explicar los homenajes que Piedra de Sol realiza en favor de La suave patria. Diez días después, Zendejas también dará noticia de la aparición de ¿Águila o sol? en Francia. Señalará que es un homenaje de los escritores galos al poeta mexicano y que la traducción había sido realizada por Jean-Clarence Lambert y corregida por André Breton, André Pieyre de Mandiargues y Josep Palau y adornada con dibujos de Bona Tibertelh de Pisis.[4] Casi simultáneamente, a un mes de haber salido a la luz pública el libro, una brevísima nota de Diorama de la Cultura afirmaba:

 

Piedra de Sol, el último poema de Octavio Paz, publicado en “Tezontle” está indicando, aun a los más recalcitrante(s) en admitirlo, que el autor de “El cántaro rojo” —con que inició la Revista Mexicana de Literatura sus páginas— es uno de los grandes poetas actuales de lengua castellana. Sin la menor duda.[5]

 

Ese mismo día, el 27 de octubre, en México en la Cultura, Raúl Leyva, después de señalar en el desarrollo de la poesía de Paz una primera fase de “intenso espíritu pasional que sabía manejar diestramente los más variados metros” y una segunda de “culto a formas más o menos surrealistas de la expresión”, afirmaba que el poeta se encontraba en una tercera etapa de evolución:

 

Se llama este nuevo poemario Piedra de Sol… y en él se pone de relieve un retorno a lo clásico, a lo imperecedero de las formas contenidas. Los seiscientos endecasílabos que lo construyen nos demuestran que el poeta regresa hoy a un lirismo refrenado, objetivo y a la vez densamente metafórico, capaz de llegar a mayores números de lectores. Su poesía hoy gana en claridad sin perder sus calidades de misterio henchido, de alucinante danza de las palabras, de la inteligencia.[6]

 

La nota de Leyva hacía notar cómo la nueva composición se caracterizaba por una operación, más que de regreso, de reintegración, y que esto implicaba una fantasía controlada que podía llegar a una audiencia muchísimo más grande. Leyva adivinaba, de alguna manera, la estructura contradictoria de este gran poema. El texto de Leyva apuntaba, además del rescate del verso clásico y su coexistencia con una “alucinante danza de las palabras”, la afinidad entre Muerte sin fin de José Gorostiza y el texto de Paz. Concluía tratando de resolver en qué estribaba la modernidad del poema:

 

La vida y la muerte pactan en estos cantos donde un vigoroso espíritu del siglo xx nos entrega (como lo quiso Baudelaire) la más íntima y desnuda historia de su corazón.[7]

 

Casi enseguida, el 3 de noviembre de ese año, Elena Poniatowska escribió con admiración y timidez:

 

No me permitiría nunca hacer una crítica literaria. Pero veo a Octavio Paz como un poeta vivo, cuya obra es… una casa lunar con algo de granero en la que todos podemos hallar las semillas de nuestro propio sentimiento, los gérmenes que más tarde se convertirán en lo mejor de nosotros mismos. Porque la poesía es de los hombres y todos los pueblos necesitan para ser grandes.[8]

 

Aunque el texto de Elena Poniatowska elude deliberadamente hacer una interpretación del poema, indica una característica esencial del mismo: la enorme capacidad del largo poema para comunicarse, a pesar de su complejidad, con el lector. También nos hace ver cómo Paz, a partir de este momento, será una referencia fundamental no sólo para sus contemporáneos sino para muchísimos jóvenes.

El 24 de diciembre, Alí Chumacero abordó el desarrollo reciente de la obra del autor de Las peras del olmo para caracterizar la novedad de Piedra de Sol y explicar el desconcierto que produce una poesía con un anhelo tan alto. Chumacero señaló la importancia de Semillas para un himno, la presencia del surrealismo y el “arma de lo insólito”, pero es curioso notar que no mencionó la significación de ¿Águila o sol? como un antecedente y como una de las primeras muestras evidentes de una manera distinta de encarar la poesía:

 

Desde Semillas para un himno (1954), Octavio Paz entró de lleno en una nueva forma de concebir el poema. Cercano a las ideas que los surrealistas han introducido en el arte, afín a sus concepciones “imaginistas” de lo que debe ser la poesía, inclinado a creer que esta última es la razón de toda tarea artística y, más aún, convencido de que la poesía es algo más que un propósito personal y una creación del poeta, pues lo abarca todo, desde una mirada hasta una concepción política de la sociedad, sus poemas han sentado plaza de desconcertantes. [9]

 

Y más adelante señalaba:

 

Paz…se aventura a hurgar despiadadamente con el arma de lo insólito, de aquello que la conciencia descubre en sus relaciones con los hombres y los objetos. No es otra la causa inmediata que sus “descubrimientos” produzcan asombro, rodeados en ocasiones de incomprensión.

 

Chumacero tiene, como Leyva, una clara conciencia de que la obra de Paz había entrado en una nueva fase, pero él se da cuenta de que este proceso comenzó, en realidad, desde 1954 con Semillas para un himno. Advierte también que esta nueva fase entraña todo un ideario poético y la convicción de que la poesía tiene que ver con todas las cosas humanas. Chumacero ve el hecho insoslayable de la asociación de Paz con el movimiento creado por Breton y, por eso, hace alusión a la reticencia que había despertado la poesía de Paz —escrita bajo la influencia de la poesía moderna francesa— y, de algún modo, expresa su opinión sobre la polémica alrededor del surrealismo. Un poco más adelante agrega:

 

En Piedra de Sol, publicado en 1957, Paz acomete con un sentimiento a veces dolorido, en ocasiones rebelde, los problemas del poeta en cuanto hombre y hace un balance de algunos aspectos de sus experiencias. En tal sentido Piedra de Sol es el más ambicioso de sus poemas y el que con mayor rigor reduce las contribuciones de la inspiración. Pensando como una serpiente y animado con la idea de que en un instante se puede contener el transcurso del tiempo, el poema se inicia y termina con la misma estrofa. Más todavía, al cerrarse con los versos con que principia, vuelve nuevamente a empezar, como un juego de espejos que repitiera la imagen interminablemente. En tal sucesión, el tiempo resulta el principal actor y la poesía constante retorno. Pero en Piedra de Sol hay, además, una sucesión de imágenes bellamente logradas, y acaso en la tonalidad de la obra de Octavio Paz este poema habrá de figurar al lado de los que nos hacen otorgarle los más altos méritos.[10]

 

Chumacero capta con perspicacia por qué el poema tiene una estructura circular. Incluye que el movimiento curvo que se encuentra a sí mismo es la repetición de un instante y, al mismo tiempo, su prolongación ininterrumpida, y que, por ese motivo, “pensando como una serpiente”, el poema tiene que terminar del mismo modo como se inició. Esta observación de Chumacero es muy importante ya que, precisamente en este punto, en este efecto de rotación y, al mismo tiempo, de agrandamiento del instante, Segovia verá no una virtud sino un defecto. Además, en estas líneas, Chumacero vislumbra claramente que en el poema están operando dos movimientos contradictorios: por un lado, el tratamiento de la realidad y el recuerdo, y, por el otro, la creación del lenguaje, es decir, conviven en un movimiento dual “un balance de algunos aspectos de su experiencia” y “una sucesión de imágenes bellamente logradas”. Chumacero no duda en afirmar que se trata de una composición con los “más altos méritos”.

Dos meses más tarde, en febrero de 1958, en la Revista de la Universidad de México, Ramón Xirau dio cuenta de la complejidad del nuevo poema en un pequeño ensayo, que también dejó de lado ¿Águila o sol?, pero que lo relacionaba con Himno entre las ruinas:

 

Piedra de Sol es un poema movimiento, un poema río, un poema corriente de conciencia. Es, también, un poema regreso, un poema que empieza como y donde acaba, un poema continuo, terna vuelta sobre sí mismo, “pez que se muerde la cola” ha dicho recientemente Alí Chumacero.[11]

 

Xirau se da cuenta de que la estructura circular del poema revela la esencia del pensamiento, ve de un modo diáfano cómo Piedra de Sol representa el flujo de la conciencia. En ese artículo, Xirau también comprende que, a pesar de que en este poema encontramos una materia hondamente terrestre, existe asimismo una profunda coincidencia con el poema metafísico Muerte sin fin:

 

Elegía, amor, protesta, aceptación y renuncia, contentamiento y desesperación, se unen ahora en un todo homogéneo cuyo antecedente poético más inmediato me parece encontrarse en Himno entre ruinas. En este sentido, y únicamente en este… puede compararse con otra síntesis de la poesía contemporánea: Muerte sin fin.[12]

 

Por esas fechas aparecieron varias aproximaciones más, entre otras el soneto nota homenaje de José Emilio Pacheco, y aumentará el número de reseñas con la edición de La estación violenta, que contiene como poema final “Piedra de Sol”. Al hablar de este libro, Pacheco volvió al largo poema y lo relacionó de nuevo con el poema de Gorostiza:

 

Piedra de Sol, que concilia al Paz de ayer y de hoy, que es la suma de su obra poética y sin duda el poema más hermoso, más compacto que ha escrito, en México, después de la Muerte sin fin.[13]

 

Al año siguiente, en 1959, Tomás Segovia al comentar Estación violenta tocará con gran agudeza un problema fundamental de la poesía contemporánea y de la poesía de Octavio Paz:

 

Para mí, digan lo que digan, un criterio sencillo para distinguir la verdadera poesía de la otra es éste: que la verdadera poesía nos saca de la literatura. Y con ello no quiero oponer sólo la poesía a la literatura, sino la poesía a la poesía. Mientras un poema nos mantenga en el “mundo de lo poético”, mientras admiremos sus cualidades líricas, inventivas, combinatorias, lingüísticas, me parece que estamos jugando al mecano con lenguaje.[14]

 

En esa misma nota añadirá con un talante crítico fuere que Piedra de Sol se impone incluso sobre sus defectos y que logra una intensidad tal que puede ser comparado con los mejores momento o poemas de Estación violenta. El acercamiento crítico de Segovia es muy interesante porque desde una valoración muy positiva y hasta entusiasta de lo que significa Piedra de Sol, al mismo tiempo se atreve a oponerle una resistencia y señalar reservas:

 

Hasta las manías, las ideas, las doctrinas son aquí vida y expresión, conductores que toman la temperatura del espíritu, se empapan de luz interior y no son ya cosas contenidas en la mente, sino que están, por el contrario, habitadas por la persona. Sólo por eso le son permitidas. Incluso las reglas deliberadas, verdaderos prejuicios cerebrales, que se empeña en adoptar en “Piedra de Sol”: no poner puntos ni mayúsculas, es decir, infinito; echárselo de cabo a rabo (y es largo) en perfectos endecasílabos clásicos —todo esto acaba también por desaparecer, y logra, esta vez a fuerza de acumular una cantidad de elementos a veces excesiva, hacer palpitar toda esta larga masa, por lo menos durante un buen trecho. Pero ese trecho vivificado es de una emoción tan intensa y sofocante que está a la altura de lo mejor del libro.[15]

 

Segovia acaba reconociendo que el poema sí logra ir más allá de la literatura, de la poesía, que el largo texto está verdaderamente habitado y que por esa razón las manías, las doctrinas y el juego de mecano son transfigurados en una experiencia profunda. Es importante señalar aquí que la manera como Paz establece la estructura circular del poema (repitiendo las líneas del principio a fin) Segovia la considera “prejuicios cerebrales”, así como el empeño del poema de mantenerse en el ritmo de endecasílabo. Unos años más tarde, en plena expansión de los poemas contenidos en Estación violenta, Tomás Segovia ampliará, afinando, su punto de vista anterior y no abandonará las formulaciones provocadoras y punzantes: “Lo primero que habría que decir de Piedra de Sol es que se trata de una obra maestra”.[16] Segovia mostrará que esta composición nos ofrece un resultado desconcertante, si pensamos en el complejo efecto “de vuelta” que representa y en las condiciones de validez de un poema en el contexto de la modernidad, modernidad que precisamente rechaza un retorno de este carácter:

 

Hacer en nuestros días una obra maestra es tan difícil como lo fue siempre, pero además, a diferencia de lo que podía suceder en otras épocas, es casi una locura. Proponerse esa ambición que ya sólo anima a algunos ingenuos, a algunos dichosos ignorantes, cuando no se es ni ingenuo ni ignorante, y emprender su realización sin disimular ese designio es algo que los poetas serios hace mucho que rehúyen. Claro que cada uno quisiera ser el autor de una obra maestra.[17]

 

Segovia comprendía que en el resultado de un texto magistral y organizado en el efecto “de vuelta” se desarrollaba una operación políticamente difícil de asumir, casi estéticamente incorrecta, y que esta postura podía ser interpretada como un alejamiento de los paradigmas de la literatura contemporánea y del surrealismo:

 

Octavio Paz no invente nada —o, para salvar esa palabra que a él le gusta, no inventa nada que no sea descubrimiento, que humildemente no acate su ratificación o su descalificación por la existencia concreta, nada que no sea inventar aquí, nada que no sea vuelta. Vuelta: eso es ante todo este poema: mirada vuelta sobre la propia vida, vuelta a la vida, vuelta a empezar, vuelta del pensamiento a su carne.[18]

 

La lectura de Segovia era el entendimiento de un hecho admirable y fuera de serie, pero tocaba un asunto delicado: el poema tenía esencialmente un aspecto incómodo, porque realizaba un movimiento de retorno y, todavía más lejos, de retroceso —ajeno a los códigos de la rebelión—. En realidad, Segovia volvía a los conceptos que había formulado en sus reparos a El arco y la lira y se aprovechaba del cambio inesperado de dirección en la poesía de Paz para cuestionar de nuevo al surrealismo y defender la idea de una poesía viva, “auténtica”. En la nota publicada en 1956, “Entre la gratuidad y el compromiso”,[19] el joven Segovia reconocía en el nuevo ensayo largo de Paz una tentativa muy interesante y lúcida de amalgamar el existencialismo con el surrealismo; sin embargo, añadía inmediatamente que no podía estar de acuerdo en algunos puntos. Segovia, después de desarrollar su pensamiento y demostrar el predominio en la sociedad moderna de una poesía vaciada de sentido y contra la realidad, acaba por colocar al surrealismo como una forma más de una poesía abstracta y sin una conexión esencial con el mundo. Por eso afirmó:

 

En lo que va del siglo parece que la predominancia de las tendencias a la gratuidad se han agudizado sin cesar. A mí personalmente me parece que es urgente reaccionar contra esa predominancia. Creo que en esta postguerra los prosistas… han sabido a menudo, con las limitaciones naturales, estar a nuestra altura y ayudarnos a sobrevivir. Hay en cambio una gran parte de la poesía moderna… que afirma precisamente no tener nada que ver con nuestra sobrevivencia. Este tipo de poesía es la que Octavio Paz acoge a menudo con entusiasmo e intenta fundamentar, y es ahí donde me parece que traiciona sus propósitos y vuelve a acercarse peligrosamente a ala gratuidad. [20]

 

Paz advirtió que la lectura de Segovia alrededor de su poema significaba una contradicción no exenta de crítica. En una carta de agradecimiento, después de reconocer la inteligencia y amistad del comentario de Segovia y explicar por qué Piedra de Sol estaba ligado de manera ineludible al movimiento de Breton, Paz expresó: “temo que tu nota pueda interpretarse como una ‘toma de posición’ adversa al surrealismo…”[21]Paz compartía con Segovia la idea de que había en la composición un movimiento en espiral, pero observaba con preocupación que Segovia tal vez había acentuado demasiado aquello que separaba o aislaba al texto: la afirmación de que el poema era una obra maestra y la sugerencia del retorno a paradigmas anteriores a las vanguardias, que en realidad podrían permitir entender a Piedra de Sol como un poema que había tomado distancia, en este regreso, del surrealismo. Pero para Paz este poema largo era, precisamente, una vuelta, entre otras cosas, al surrealismo. Por eso, con sumo cuidado, le pidió que para la reproducción de esa nota en una nueva edición de lujo de Piedra de Sol, que sería editada en Ginebra, “tomes en consideración lo que digo en esta carta. Tú decidirás, en plena libertad, si deseas o puedes cambiar algo de los dos primeros párrafos de tu nota…”[22] Al finalizar la carta, Paz volvía a manifestar su inquietud:

 

Querido Tomás: dudé mucho antes de decidirme a enviarte esta carta. No te haré protestas de amistad “a la tlaxcalteca”; tampoco te pediré, tú lo sabes, todo lo que pienso de ti, de tu obra y de nuestra amistad. Se trata de un problema sentimental e intelectual que no necesita mayor explicación. En todo caso, quiero que sepas que, de la misma manera que no deseo enturbiar mi relación con Breton, tampoco deseo que este incidente enfríe nuestra amistad.[23]

 

En el juego de versiones y diversiones que no dejó de desarrollarse a lo largo de la obra de Octavio Paz es necesario indicar que por el mismo tiempo en que apareció en México Piedra de Sol, en Francia la pequeña editorial Falaize publicó Aigle ou Soleil? En traducción de Jean-Clarence Lambert, poeta y amigo de Paz. La crítica recibió la publicación como un hecho notable y con una rapidez tal que Lambert describió la recepción de su traducción con sorpresa:

 

En general es necesario dejar transcurrir varios meses —y a veces hasta un año— antes de encontrar en la prensa las reseñas cobre las compilaciones de poemas. En el caso de Aigle ou Soleil? la reacción fue más rápido y desde el mes de noviembre la revista mensual Les LettresNouvelles consagró al libro un detallado estudio a la pluma de Joseph Palau.[24]

 

Lambert citó literalmente el texto de Palau:

 

La poesía de Paz es todo movimiento: el poema no se “cierra” casi nunca, permanece abierto, lanzado hacia una nueva posibilidad que engendrará otro poema… Poesía de vértigo, donde las imágenes no son ni hallazgos ni conclusiones. Son símbolos que nos asaltan en el torbellino de la vida que debemos descifrar de paso, rápidamente…[25]

 

Un año después, Falaize publicó Soleil sans âge en la traducción de Benjamin Péret, que Gallimard reeditaría en 1962 y que se debió reimprimir en una versión bilingüe, con la nota “problemática” que había escrito Segovia y que tal vez modificaría para ser publicada en el sello editorial de Claude Givaudan en Ginebra. Asimismo, en ese periodo se inició el proceso de traducción de Piedra de Sol al inglés. Aparecerán dos versiones en 1963: una de Muriel Rukeyser, en New Directions, y otra de Peter Miller, en Contact.

Algunos años más tarde, Guillermo Sucre, en concordancia con los críticos mexicanos, los cuales sostenían que “el tema central de Piedra de Sol es el amor” (Jaime Labastida había afirmado: “Insisto en que el tema central de Piedra de Sol es el amor. A partir de este centro se esparcen todas las líneas que cruzan el poema”),[26] fijó con toda claridad el sentido de esta pieza insoslayable de la poesía mexicana:

 

Este largo poema es culminación y síntesis. En él se dan no sólo todos los elementos contradictorios de la poesía de Paz, sino que se proyectan esta vez en una dimensión mítica y a la vez existencial. Además, es un poema cuya estructura misma asume el tema del movimiento, desarrollado como polarización de opuestos, pero resuelto al final como un ciclo o, más bien, como la imagen del eterno retorno.[27]

 

Y un poco más adelante anotó:

 

Piedra de Sol es un poema de exaltación cósmica. Lo que domina en él son las visiones. Quiero decir: su trasfondo mítico no se hace vivo sino que en búsqueda individual, pero a su vez ésta se transfigura en experiencia impersonal. El amor está en el centro de estas visiones[28]

 

Casi al mismo tiempo, Julio Cortázar, primer en Le Monde y después en Diorama de la Cultura, publicó un homenaje a Octavio Paz, “Como una estrella de mar”, con el que acabaría de consagrar el poema de Paz que se había convertido en una pieza inevitable. En una defensa de la idea de la unidad y en una caracterización total de la escritura de Paz, Cortázar rubricaba:

 

En el centro de esta obra se yergue lo que estimo que sea el más hermoso poema de amor escrito en América Latina, “Piedra de Sol”, que responde, en el aspecto erótico, a esa misma sed de confrontación total del hombre con el más allá de sí mismo, donde todas las falsas fronteras quedan borradas, donde ser no se reduce ya al yo histórico de Occidente, sino que se abre hacia una reconciliación con todos los dioses que fueran renegados o que se perdieron: los dioses del cuerpo, que son innumerables, los dioses del canto, los dioses de la felicidad.[29]

 

Asimismo, en 1980, Pere Gimferrer ganaría el VIII Premio Anagrama de Ensayo con Lecturas de Octavio Paz. En ese libro, Gimferrer estableció la dimensión del poema:

 

Puede afirmarse que una parte sustancial de la nueva vanguardia literaria en América Latina y en España… Sólo resulta cabalmente explicable a partir de la existencia previa de Piedra de Sol, cuyo papel, así, para el ámbito indicado, es comparable en importancia histórica al de The Waste Land de Eliot, para la lengua inglesa en el periodo entreguerras.[30]

 

En un enfoque cercano al de Sucre y en concordancia con Chumacero y Xirau, Gimferrer destacaba:

 

…de lo que se trata aquí es de asediar, de poner cerco al instante, en busca de su fijeza en el poema, que nos revelará nuestro verdadero ser. [31]

 

Gimferrer señaló, como los críticos mexicanos, la presencia del surrealismo y subrayó el carácter rebelde del poema:

 

… la acción subversiva y revolucionaria del amor y el erotismo, tema surrealista fundamental, que irrumpe a un tiempo como impugnación de un entorno represivo y jerárquico y como vía hacia la plenitud del instante.[32]

 

Vale la pena recordar que en las colecciones La poesía mexicana del siglo XX (antología)[33] de Carlos Monsiváis, Antología de la poesía hispanoamericana moderna[34] de Juan Gustavo Cobo Borda y Antología de la poesía hispanoamericana moderna,[35] realizada bajo la dirección de Guillermo Sucre, Piedra de Sol aparece reproducido en su totalidad. Tanto unos autores como los otros señalan de este modo la importancia central del poema no sólo en la obra de Paz sino en la poesía mexicana e hispanoamericana.

Desde el principio, los lectores vieron claramente en qué radicaba la originalidad de Piedra de Sol: este texto no sólo demostraba que Paz era un gran poeta en la vanguardia y en la tradición, contra los recalcitrantes que tuviesen dudas, sino que confirmaba la presencia benéfica del surrealismo, el manejo renovado de la forma clásica, la unidad de vida y muerte, la unidad de sentido y sonido, y la actualización del poema movimiento, del poema río; además confirmaba la reunión del poeta joven y el poeta maduro , la relación insoslayable con Muerte sin fin, la creación problemática de una obra maestra, el carácter desconcertante de un poema que caminaba hacia adelante pero que no temía caminar hacia atrás, y la obra que dialogaba, en primer lugar, con los poetas franceses, pero que levantaba, en segundo lugar, un puente con los poetas de lengua inglesa y con Roma; y además, en un efecto de recuperación, el reconocimiento de Piedra de Sol permitiría rescatar del silencio y olvido al volumen de ¿Águila o sol?, gracias a su valoración en Francia. Los lectores aceptaron la densidad metafórica y mitológica del texto; se abrieron a las corrientes del poema que planteaba una metafísica, una dialéctica del instante; aceptamos las condiciones de su libertad y reconocieron su virtuosismo.

 

 

 

 

 

[1] Octavio Paz. “Piedra de Sol (fragmento)”, Revista mexicana de Literatura, núm. 11, México, Mayo-Junio de 1957. p.2.

[2] Octavio Paz. Jardines errantes. Canto a J. C. Lambert, 1952-1992. Seix Barral, España, 2008. p. 116

[3] Francisco Zendejas. Multilibros, Excélsior, México, 9 de octubre de 1957.

[4] Francisco Zendejas. Multilibros, Excélsior, México, 19 de octubre de 1957.

[5] “Piedra de Sol”, Diorama de la Cultura, Excélsior, México, 27 de octubre de 1957. p.2.

[6] Raúl Leyva, “Piedra de Sol”, El Libro de la Semana, México en la Cultura, Novedades, núm. 449, México, 27 de octubre de 1957. p. 2.

[7] Idem.

[8] Elena Poniatowska, “Octavio Paz. Roca solar de la poesía”, México en la Cultura, Novedades, núm. 450, México, 3 de noviembre de 1957. p. 3.

[9] Alí Chumacero, “La poesía”, México en la Cultura, Novedades, núm. 459, México, 28 de diciembre de 1957, p.1.

[10]  P.2

[11] Ramón Xirau, “Notas a Piedra de Sol”, Revista de la Universidad de México, núm. 15, México, febrero de 1958, p. 15.

[12] Idem

[13] José Emilio Pacheco, “Octavio Paz, La estación violenta”, Estaciones, núm. 11, México, otoño de 1958, p.335

[14] Tomas Segovia, Revista mexicana de Literatura, núm. 1, México, enero-marzo de 1953, p. 61.

[15] Idem, p. 63.

[16] Tomás Segovia, “Una obra maestra: Piedra de Sol”, La Cultura en México, Siempre!, núm. 189, 29de septiembre de 1965, p. XIII

[17] Idem.

[18] Idem.

[19] Tomás Segovia, “Entre gratuidad y el compromiso”, Revista Mexicana de Literatura, núm. 8, noviembre-diciembre de 1956, pp. 102-113.

[20] Ibid., p. 105.

[21] Octavio Paz, Cartas a Tomás Segovia (1957-1985), FCE, México, 2008, p. 64.

[22] Idem.

[23] Ibid., p. 65.

[24] Jean-Clarence Lambert, “La obra de Octavio Paz juzgada en Francia”, México en la Cultura, Novedades, núm. 483, México, 15 de junio de 1958, p. 3.

[25] Idem.

[26] Jaime Labastida, El amor, el sueño y la muerte en la poesía mexicana, IPN, México, 1969, p. 67.

[27] Guillaermo Sucre, “La fijeza y el vértido”, Revista Iberoamericana, vol. XXXVII, núm. enero-marzo de 1971, p. 57.

[28] Ibid., p. 58.

[29] Julio Cortázar, Diorama de la Cultura, Excélsior, México, 7 de febrero de 1971, p. 8.

[30] Pere Gimferrer, Lecturas de Octavio Paz, Anagrama, Barcelona, 1980, p. 24.

[31] Ibid, p. 47.

[32] Ibid, p. 48.

[33] Carlos Monsiváis, La poesía mexicana del siglo XX (antología), Empresas Editoriales, México, 1966, p. 540.

[34] Juan Gustavo Cobo Borda, Antología de poesía hispanoamericana, FCE, México, 1985, p. 520.

[35] Guillermo Sucre, Antología de la poesía hispanoamericana moderna, tomo II, Monte Ávila Editores, Venezuela, 1993, p. 838.

 

 

 

 

 

 

 

Víctor Manuel Mendiola. Nació en la Ciudad de México en 1954. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Vuelo 294 (1997, FCE); Papel revolución (2000, Ediciones sin Nombre); Tan Oro y Ogro (antología, 2003, UNAM); Tu mano, mi boca (2005, Editorial ALDUS); y Selected Poems (Shearsman Books 2008). Los ensayos: Xavier Villaurrutia: la comedia de la admiración (2006, FCE); El surrealismo de Piedra de Sol, entre peras y manzanas (2011, FCE); y “El ángel que acompañó a Tobías” (ensayo histórico literario sobre “La suave Patria” de Ramón López Velarde) en La suave Patria de Ramón López Velarde (2013, Ediciones el Tucán de Virginia). Fue becario del Centro Mexicano de Escritores bajo la dirección de Salvador Elizondo y Juan Rulfo. Fue escritor residente en el Centro de Artes de Banff, Canada, 2001. Es editor de Ediciones El Tucán de Virginia. Ha sido becario del Sistema Nacional de Creadores. Obtuvo el Premio Latino de Literatura 2005 por el libro Tan oro y Ogro, que otorga el Instituto de Escritores Norteamericanos de New York. En el año 2010 obtuvo el Primer lugar en el Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz con la novela 4 para Lulú, reeditada por Alfaguara en 2012. Actualmente escribe la columna “Poesía en Segundos” del suplemento Laberinto del periódico Milenio.

 

 

 

 

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