Poesía en movimiento o de la antología considerada como una obra de arte

 

 

Poesía en movimiento

o de la antología considerada como una obra de arte

 

Adolfo Castañón

 

Poesía en movimiento, la antología canónica de la poesía mexicana inventariada por Octavio Paz y editada por Arnaldo Orfila en la Editorial Siglo XXI, se nos revela, gracias a este ensayo de Adolfo Castañón, como una de esas mágicas combinaciones entre poeta y editor que rara vez ocurren en nuestras letras.

 

Toda el agua del océano no basta para

borrar una mancha de sangre intelectual.

Lautréamont[1]

 

¿Qué es un editor? ¿Qué es un poeta-editor? ¿Puede una antología llegar a ser una obra de arte? ¿Qué es una revista? ¿Qué significa para la sociedad? ¿Cómo una antología poética puede transformar la historia literaria que la recibe? ¿Qué significa el oxígeno intelectual? ¿Qué es una sociedad literaria? Estas preguntas encuentran su respuesta en Cartas cruzadas.[2]

La correspondencia sostenida entre el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz (1914-1998) y el editor argentino Arnaldo Orfila Reynal (1897-1998), abarca un periodo que va del 18 de junio de 1965 al 24 de diciembre de 1970, casi cinco años de fecunda relación editorial. Inicia cuando Orfila todavía estaba en el Fo n d o de Cultura Económica, pero sobre todo da cuenta de los primeros años de la Editorial Siglo XXI, fundada cuando él fue destituido o desaforado de la dirección del Fondo por el gobierno y por el Presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz. Un golpe que determinaría —sobra decirlo— la historia de la editorial. Eran momentos delicados en la vida pública de México. Unos meses después de la salida de Orfila del Fondo a los sesenta y siete años de edad, la UNAM entraría, desde el 14 de marzo de 1966, en una severa crisis, iniciada por una huelga en la Facultad de Derecho, supuestamente motivada por el alto número de estudiantes rechazados en esa facultad. La huelga culminaría con la vejación y la destitución forzada del rector Ignacio Chávez el 26 de abril de 1966 en protesta de lo cual renunciarían a la Universidad y a sus reconocimientos maestros tan eminentes como José Gaos. Esta conspiración tenía el apoyo del gobernador de Sinaloa, cuyo hijo Leopoldo Sánchez Duarte se encontraba entre los organizadores de dicho movimiento que contaba con el respaldo económico de la Tesorería del Estado de Sinaloa, según consta en la correspondencia del rector Ignacio Chávez.[3]

El eje de la correspondencia gira en torno a la gestación, organización y edición de la antología de la poesía mexicana titulada Poesía en movimiento. México, 1915-1966, con selecciones y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, y con un prólogo de Octavio Paz quien tenía entonces cincuenta y dos años.

Poesía en movimiento fue publicada originalmente en noviembre de 1966 y hasta ahora se han hecho más de treinta ediciones. Es un libro que asentó una nueva forma de leer la lírica en México, y esta correspondencia ayudará a reconstruir su microhistoria crítica. El epistolario abarca temas y cuestiones que resultarán esenciales para comprender la historia de la cultura en México entre 1965 y 1970. Cartas cruzadas logra expresar la solidaridad, la amistad y el respeto que erigieron las relaciones entre ambos personajes. Surge de sus animadas páginas un retrato a dos voces a la par de ambas figuras que, sobra decirlo, son por diversos motivos, claves entrañables y admirables para la comprensión de la historia de las letras mexicanas en particular y de las letras y de las culturas hispanoamericanas en general. En estos testimonios epistolares se detalla la publicación de otras dos obras por la Editorial Siglo XX I: una es Corriente alterna, breve pero esencial libro de Octavio Paz donde se tratan cuestiones tales como la evolución paralela de las palabras revuelta, revolución y rebeldía, el uso de las drogas vs el alcohol entre las juventudes contemporáneas y la reflexión en forma de sentencias y aforismos sobre la circunstancia cultural del hombre contemporáneo. El otro gran tema de la correspondencia es el de la creación fallida, al menos bajo el auspicio de Siglo XXI, de una revista de literatura y crítica —incluida la política— que Octavio Paz editará en compañía de Carlos Fuentes, y que auspiciarían, además de Siglo XXI, André Malraux y algunas otras editoriales europeas. Esta idea de una revista de crítica de la cultura y de la sociedad y de la política mexicana y latinoamericana es el segundo tema en importancia que cabe destacar de esta admirable correspondencia. La revista no se haría, pero quien quiera hacer la prehistoria de Plural y de Vuelta deberá referirse por fuerza a estas páginas y a la revista Diálogos que Ramón Xirau editaba para El Colegio de México —un nombre, el de Xirau, que surge varias veces a lo largo de estas páginas. Un nombre —el de Ramón Xirau— que ha sabido animar la conversación de la poesía mexicana gracias a su presencia eficaz y silenciosa. Un tercer tema es la publicación de Posdata —título rescatado de las cartas de Paz por la esposa de Orfila— Laurette Séjourné, quien por cierto, cabe señalarlo, era una mujer francesa como lo sería y es Marie José Tramini, la viuda de Octavio Paz sin cuya autorización magnánima no se hubiesen podido publicar estas cartas. Pero quien dice Posdata, dice 1968, y es precisamente ese año, tanto en su vertiente francesa como en su vertiente mexicana, otra de las atmósferas que recorren estas cartas. Al leerlas hay que imaginar a México en 1968, al licenciado Gustavo Díaz Ordaz, el presidente intolerante y feroz que se encuentra detrás tanto del desafuero de Orfila del Fondo de Cultura Económica como de la violencia contra los estudiantes y maestros mexicanos, e incluso contra los presos políticos cautivos por esas circunstancias (como el escritor José Revueltas). Además de tener presente el desafuero de Orfila del Fondo de Cultura Económica en 1965, el epistolario registra la renuncia de Octavio Paz en 1968 a la embajada de la India y la muerte de la hermana, el cuñado y el sobrino de Marie José Tramini de Paz en septiembre de 1968. Al repasar estas páginas el lector entiende que Posdata es el vestigio sobreviviente de un ambicioso proyecto editorial que podría titularse para efectos de esta presentación: el Libro Negro del 68, en el cual habrían de colaborar, además del propio Octavio Paz, Carlos Fuentes, Gabriel Zaid, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, amén y a más de los testimonios de algunos estudiantes y maestros y, por supuesto, de los documentos de histórica índole de ese momento coyuntural. Dicho libro colectivo finalmente no se haría como deja constancia la carta que Arnaldo Orfila escribe a Paz (p. 207) el 21 de febrero de 1969 para comunicarle la decisión de la junta directiva de posponer sine die la publicación de dicha obra... Cabe decir que de este proyecto, además del ensayo Posdata, sólo habría de sobrevivir en el catálogo de Siglo XXI el l i b ro que contiene las conversaciones que Gastón García Cantú sostuvo con el rector Javier Barros Sierra, publicado en 1972.

La frustrada edición, por parte de Siglo XXI, de proyectos que por diversas razones no pudieron ver la luz, es otro de los temas aquí expuestos:

  1. Una antología histórica de la Poesía Hispánica en varios volúmenes.

  1. Unas réplicas o adaptaciones de Poesía en movimiento para: la América Hispana, Brasil y España. Una idea inspirada quizás en la narración literaria promovida por Rubén Darío.

  1. La edición de las obras completas en prosa de Octavio Paz o, para usar otra expresión que surge en las cartas, de su Prosa total.

A este respecto es interesante constatar que en 1970 Octavio Paz pensaba que:

Su proposición de iniciar mis obras completas en prosa es tentadora pero la rechazo resueltamente. No, no ha llegado esa hora y ojalá nunca llegase. No quiero enterrarme en vida ni pasearme por las páginas de lo que escribí como un fantasma. En cambio, se me ocurre lo siguiente: publicar tres volúmenes con algún título general que abarque mis ensayos sobre literatura, artes plásticas y otros temas (carta del 14 de febrero de 1970, p. 237).

A lo largo de la correspondencia afloran muchas otras sugerencias de las lecturas que hace Octavio Paz de obras como son las de Tomás Segovia y de Claude Lévi-Strauss, Roman Jakobson, Kostas Papaioannou, Cornelius Castoriadis, autores, algunos de ellos cuya edición había iniciado Orfila en el Fondo de Cultura Económica y que continuará en Siglo XXI, inspirado y aplaudido por Paz. La lectura de este epistolario excepcional nos muestra a un Octavio Paz vivaz y vital ya no sólo como escritor y consejero sino como alguien capaz de desdoblarse en su propio agente literario, negociando contratos, promoviendo traducciones de su obra a otros idiomas, solicitando ejemplares, revisando pruebas una y otra vez y compulsando celosamente lo dicho en las cartas con el resultado editor. En contexto ético de gran rigor y acuciosidad ha de situarse el tramo central y sustantivo de este libro: la antología llamada Poesía en movimiento.

Todo empieza el 18 de junio de 1965 cuando Octavio Paz desde Nueva Delhi le escribe a Orfila, todavía director del Fondo de Cultura Económica, proponiéndole la edición “en varios tomos —cito a Paz (p.14)— de una antología general de la poesía en lengua castellana (podría extenderse a la portuguesa)”.

Cada volumen estará al cuidado de uno o dos grandes especialistas en la materia. La obra podría comprender estos títulos: Poesía medieval; Renacimiento; La época barroca (de inusitada riqueza, quizá la más importante del periodo en Occidente, con la particularidad de que la aportación hispanoamericana es mucho más importante de lo que piensa el público); Neoclasicismo y Romanticismo (en un solo volumen porque nuestra lengua no tiene figuras comparables a las de otras literaturas en esa época (aquí también es notable la presencia hispanoamericana); Modernismo (podría incluir a los poetas posmodernistas, utilizando la clasificación de Anderson Imbert: hasta López Velarde y Reyes); Vanguardia y Contemporáneos (desde 1920 hasta 1960). Entre los colaboradores que se me ocurren: Raimundo Lida, Anderson Imbert, Chumacero, Manuel Durán, Alatorre, Cintio Vitier, Sergio Fernández. Doy unos cuantos nombres, casi al azar (p.11).

A esta propuesta replica Orfila proponiendo a Octavio Paz que haga una nueva antología de la poesía mexicana para sustituir la que Antonio Castro Leal había publicado en 1953, en el Fondo de Cultura Económica, con el título La poesía mexicana moderna.[4]

El libro antológico de Antonio Castro Leal incluye ciento quince poetas mexicanos nacidos entre 1859 y 1929, con cuatrocientos cuarenta y nueve poemas, mientras que Poesía en Movimiento[5] despliega cuarenta y dos poetas nacidos entre 1871 y 1940, con doscientos setenta y cinco poemas. De éstos sólo veintiuno están presentes en la antología de Antonio Castro Leal. Ellos son: Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, José Juan Tablada, Jaime Sabines, Alfonso Reyes, Carlos Pellicer, Octavio Paz, Bernardo Ortiz de Montellano, Salvador Novo, Margarita Michelena, Ramón López Velarde, Renato Leduc, Efraín Huerta, José Gorostiza, Alí Chumacero, Manuel Calvillo, Rosario Castellanos, Rubén Bonifaz Nuño, Elías Nandino, Rodolfo Usigli y Gilberto Owen.

Esos nombres podrían ser considerados como el canon del canon y los diez poemas que se repiten en ambas analectas como su quinta esencia.

La novedad de Poesía en Movimiento nace de una voluntad estética; de ahí que incluya a Julio Torri y a Juan José Arreola, quienes practicaran el poema en prosa. Pero Poesía en Movimiento también incluye otras novedades, aparte de la de los jóvenes, como es la presencia de Manuel Maples Arce, sugerido probablemente por el travieso Alí Chumacero quien, a pesar de ser tan supuestamente “horaciano”, sabe afilar bien el lápiz de la vanguardia. La antología de Castro Leal fue duramente criticada por Octavio Paz en el momento de su aparición por su excesiva y a veces inconsistente apertura que lo llevaba más hacia la práctica de un criterio histórico-político combinado con otro de índole mundana y de relaciones públicas. En contraste, Poesía en Movimiento quiere apegarse a un criterio estrictamente literario aunque, a veces, como en el caso de la exclusión de Jorge Cuesta (sí incluido por Castro Leal), ese criterio pueda resultar exagerado o inconsistente. Orfila recuerda a Paz que tal vez aprovechando La poesía mexicana publicada por Octavio Paz en 1952 en francés por la editorial Nagel, podría hacerse cargo del proyecto.

Una variante de esta sugerencia —dice Orfila— podría ser —en caso de que usted deseara alguna colaboración—  efectuar una “selección colectiva”, que me parece podría resultar una idea novedosa: que tres o cuatro escritores o críticos participaran en la selección y que se explicara luego la forma en que se procede (carta del 18 de junio de 1965, p. 13).

Paz responde casi de inmediato: “la variante ‘selección colectiva’ me agrada mucho” y pasa a poner sus condiciones (p. 14). Sugiere en primer lugar a Alí Chumacero y a algunos jóvenes como “Montes de Oca, Pacheco o Sabines”. Luego de proponer y descartar a Sabines, Montes de Oca, Huberto Batis y Gabriel Zaid, queda definido el equipo compuesto por Octavio Paz (de cincuenta y dos años), Alí Chumacero (de cuarenta y ocho años), José Emilio Pacheco (de veintisiete años), Homero Aridjis (de veintiséis años). Ahí empieza el duelo crítico, como anuncia Jaime Labastida en su prólogo. ¿Qué clase de antología será ésta? ¿Qué poetas incluirá? ¿Con qué poemas? “Paz no desea saber sólo qué poetas se integrarán al conjunto, le interesa determinar qué poemas” —dice Jaime Labastida. A lo largo de las cartas se van decantando y definiendo las posiciones teóricas y críticas, y si a Alí Chumacero y a José Emilio Pacheco les interesa expresar la tradición horaciana del decoro, a Paz y a Aridjis les interesará recalcar la línea de la innovación formal y la aventura de la vanguardia. “La pugna —dice Labastida, director de Siglo XXI— llega a veces al encono (encono intelectual) se entiende”. Otro dato editorial importante es la publicación en esos años de la Antología de la poesía mexicana del siglo XX por Carlos Monsiváis. Hay que recordar que por aquellos años, la vanguardia en la lírica mexicana estaba representada, además de Octavio Paz, a la sazón un poeta maduro de cincuenta y dos años de edad, por proyectos editoriales tales como la revista bilingüe y trimestral El corno emplumado (1962-1968), dirigida por Sergio Mondragón (1935) y Margaret Randall (1936) y las dos antologías publicadas por La espiga amotinada (1960) y Ocupación de la palabra (1965) donde se reunirán los entonces jóvenes poetas Juan Bañuelos, Jaime Augusto Schelley, Oscar Oliva, Jaime Labastida y Eraclio Zepeda . En distintos momentos el proyecto de Poesía en movimiento parece a punto de naufragar: Paz amenaza con desistir, pero también lo hacen Alí y José Emilio y el proyecto sólo se salva gracias a la paciencia y al sentido de la equidad de Orfila que funge como benigno intermediario entre Paz, Alí y Pacheco, y quien al final resulta el único realmente satisfecho. El título de la antología le sería propuesto a Paz por Orfila que se desprende de una extensa carta que Octavio Paz escribe el 3 de mayo de 1966.

Lo importante del prólogo es el tono: firme sin insolencia —o, más bien, sin demasiada insolencia— y, en cierto modo, agresivo, polémico. Nuestra divisa y justificación: Pour être juste, c’est à dire pour avoir sa raison d’ ê t re, la critique doit être partiale, passionnée, polémique, c’est à dire faite à un point de vue exclusif, mais un point de vue qui ouvre le plus d’horizons (Baudelaire). Nos proponemos una antología no de la mejor poesía mexicana moderna sino la de los poetas que conciben la poesía como aventura y experimento. Una antología de la poesía en movimiento (p.49). Las ciento treinta y nueve cartas y la docena de telegramas intercambiados entre 1965 y 1970 por Arnaldo Orfila Reynal y Octavio Paz son un documento inapreciable para adentrarse en la historia cultural de México y en la biografía literaria de Octavio Paz. No son las cartas entre un autor experimentado y un editor avanzado sino la correspondencia que intercambian dos grandes editores: Arnaldo Orfila y Octavio Paz, el editor de la antología poética Laurel, el editor de la Anthologie de la poésie mexicaine moderne, el editor de la revista Hijo pródigo y el futuro editor de Plural y Vuelta.

Compuesta por cartas en su mayoría manuscritas, la correspondencia presenta en una parte substancial la microhistoria de un libro que según sus autores “no es ni quiere ser una antología”; expone de dónde surgió —su antecedente remoto es Castro Leal— y cómo y con qué criterios poéticos y literarios se compuso; por qué determinados poetas quedaron fuera, —los más jóvenes y algunos regulares— cómo se escogieron y por qué se eligieron los poemas de los cuarenta y dos autores ahí representados; a quién le tocó elegirlos y cuáles fuero n los poetas cuya inclusión o exclusión —Jaime Torres Bodet, Elías Nandino— estuvo a punto de cancelar el proyecto. Otras ausencias polémicas serán la de Jorge Cuesta, Eduardo Lizalde y Gerardo Deniz.

Se desprende de estas cartas una idea de la poesía fundada en la re n ovación y en la búsqueda de una nueva sensibilidad artística (compruébese cómo la inclusión de Juan José Arreola modifica definitivamente el canon que identifica poesía y verso) y, más allá en una idea de la cultura a través de la crítica como tanque de oxígeno de una sociedad en proceso de desarrollo y en busca de una afirmación democrática. Detrás de las ideas poéticas de Octavio Paz están, entre otras cosas, los conceptos que D.H. Lawrence escribió al prologar en 1918 New Poems, y al enunciar la necesidad de una poesía y una poética del presente.

Para el lector del libro resulta una agradable sorpresa ver a estas dos poderosas inteligencias intercambiar proyectos, recursos y puntos de vista. La visión es edificante y alentadora. Luego de tantos estira y afloja, de forcejeos, pulsos y vencidas intelectuales entre Paz, Chumacero y Pacheco, la antología quedará definida en lo general y se va ajustando sobre la marcha, a pesar de que Paz se queja —y con razón— de que sus amigos poetas registran sus comentarios como quien oye llover y acatan pero no cumplen. Por fortuna allí está Orfila como un agente mediador, eficaz y paciente, atento a que el trabajo no se vaya a pique. Quedará claro a lo largo de la correspondencia que el libro en cuestión, Poesía en movimiento, no hubiese podido realizarse sin la silenciosa y juiciosa eficacia del editor Orfila quien en cierto modo podría ser considerado su coautor. Poesía en movimiento (1915-1966) es una obra dotada de poder y de vida propia, en cierto modo es una obra de arte. Estas cartas explican por qué.

 

 

 

[1]              Cita que enuncia Octavio Paz en la carta del 28 de junio de 1970.

[2]              Cartas cruzadas, Octavio Paz-Arnaldo Orfila, Editorial Siglo XXI, prólogo de Jaime Labastida, primera edición, México, 2005, 267 pp.

[3]              La ansiedad y el nerviosismo que se respira en algunos tramos centrales de la correspondencia son explicables en función de este factor, p. 279.

[4]              Antología, estudio preliminar y notas de Antonio Castro Leal, La poesía mexicana moderna, Fondo de Cultura Económica, Colección Letras Mexicanas, primera edición, México, 1953, 537 pp.

[5]              Selecciones y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, prólogo de Octavio Paz, Poesía en movimiento, México 1915-1966, Editorial Siglo XXI, primera edición 1966, quinta edición 1971, 476 pp.

Adolfo Castañón. (Ciudad de México, 1952). Narrador, ensayista y poeta. Estudió en la FFyL de la UNAM. Ha sido gerente editorial y director de la Unidad Editorial del FCE; codirector de la serie Periolibros (FCE/UNESCO); fundador de Cave Canem; investigador del IIFL. Tradujo a George Steiner, Luis Panabière, Juan Jacobo Rousseau y Gil Vicente. Colaborador de Cuadrivio, Imagen Latinoamericana, La Cultura en México, La Gaceta del FCE, Letras Libres, Nexos, Novedades, Plural, Revista Universidad de México, Sábado, Siempre!, Vuelta. Académico de Número de la Academia Mexicana de la Lengua a partir de 2003 y miembro honorario desde 2005. Premio Diana Moreno Toscano 1976. Premio Mazatlán de Literatura 1995 por La gruta tiene dos entradas. Premio Xavier Villaurrutia 2008 por Viaje a México. Ensayos, crónicas y retratos. En 2009, fue ganador del Premio Nacional de Periodismo José Pagés Llergo por su programa Los maestros detrás de las ideas, transmitido por TV UNAM. Premio Limaclara Internacional de Ensayo 2015, otorgado por la editorial argentina Limaclara. Premio Internacional Alfonso Reyes 2018. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al francés y al japonés.

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