Ensayo

Los años de la neovanguardia, por Emilio Coco

 

 

 

Kevin Aragón realiza una selección de ensayos y notas críticas sobre poesía italalina. Este ensayo fue publicado en Antología de poesía italiana contemporánea (COCACULTA/Universidad Autónoma de Nuevo León, 2010), pp. 15-17. La compilación y traducción de los poetas la hizo el poeta Emilio Coco.

 

 

 

LOS AÑOS DE LA NEOVANGUARDIA

 

Emilio Coco

 

Los sesenta fueron en Italia los años de la neovanguardia, una estación poética que tuvo una gran resonancia en la cultura de la época, proponiéndose como una experiencia de ruptura con las técnicas del pasado. Este movimiento más allá del valor, tiene el gran mérito de haber agitado las aguas de la cultura italiana, bastante estancadas en los inicios de los años sesenta. Nace y se desarrolla como contestación y como rechazo de una literatura burguesa y neorrealista que tenía en Moravia, Cassola, Bassani y en el mismo Pasolini a sus máximos representantes, autores de varios best-sellers enlazados por la crítica, sobre los cuales viene a abatirse un fuerte juicio de condena y de desprecio tales que lleva a los neovanguardistas a definirlos como «escritores de entretenimiento» y «Salazar de la literatura». La neovanguardia siente igualmente aversión por la tradicional figura del intelectual desesperadamente apegado a las cenizas del mito de la autonomía, y que en su nombre rechazaba cualquier inserción en el proceso industrial productivo si bien es cierto que gozaba (aunque fuera indirectamente) de su bienestar y de sus frutos: estamos en el periodo del aclamado «milagro económico».

La neovanguardia tiene como manifiesto la antología poética I Novissimi. Poesie per gli anni 60 (Los novísimos Poemas para los años 60, 1961), preparada por Alfredo Giuliani, en la que figuran además del mismo antólogo y prologuista, Elio Pagliarani, Edoardo Santiguineti, Nanni Balestrini y Antonio Porta. Dos años más tarde se constituyó en Palermo el Grupo 63, cuyos fundadores (entre los que destaca el semiólogo Umberto Eco, que se convertiría en el novelista de renombre reconocido en todo el mundo) se reunieron en congreso hasta 1967 y quisieron llamarse neovanguardistas para distinguirse de las vanguardias futuristas de los comienzos del siglo. Existe en todos la voluntad de partir de cero, de rechazar cualquier tipo de experiencia pasada; de liberar la literatura de la esclavitud de los contenidos, del lenguaje y de la retórica tradicionales hasta llegar a un «desbarajuste lingüístico-sintáctico», utilizando un pastiche de idiomas, sin desdeñar incluso el más oscuro y tenebroso latín medieval, a fin de traducir al plano expresivo la ininteligibilidad de la realidad actual, el laberinto del ser. Afirman que la única comunicación posible es «la comunicación de la negación de la comunicación existente». Característica de estos poetas es también la tentativa de supresión del «yo», por medio de una escritura en la que no se da ningún espacio al subjetivismo, al sentimentalismo, a los abandonos intimistas. El rechazo, además, de los recursos retóricos tradicionales (rima, ritmo, etc.), los lleva a recuperar algunos procedimientos no considerados por los poetas de los años cincuenta, como la técnica del collage, el lenguaje ideogramático, junto a nuevas formas expresivas como el asintactismo, el atonalismo, el sinsentido, con un intento representativo y al mismo tiempo contestatario de una realidad «esquizomorfa».

El hiterland cultural de esta «poética», de esta apertura al «caos» para recuperar el mundo y por consiguiente la poesía, es muy vasto y arranca de Adorno, y más en general, de la escuela de Francfort hasta la fenomenología de Hussel, el nuevo impulso psicoanalítico y el estructuralismo.

Pero si se pasa de los que se pueden definir como principios comunes de los cinco poetas, tal como han sido teorizados por Guiliani, de manera algo abstracta y genérica, a su singular personalidad, el discurso se hace más complejo, porque las acompañan divergencias bastante sensibles.

Si puede afirmarse que el movimiento de la neovanguardia entra en la crisis y muere bajo el empuje de la contestación juvenil estalla abiertamente en la primavera del 68, quizá sea también necesario decir que la obra de estos poetas no está todavía definida y cada uno ha proseguido por su cuenta con resultados cada vez más fuertes y personales. Se puede pensar, por ejemplo, en las últimas obras de Sanguineti tendentes a devolver, en una dimensión más comunicativa, la banalidad de lo cotidiano a través de formas irónicas o paródicas, o en las más recientes producciones del malogrado Porta que afronta temas cada vez más cargados de sentido y de comunicación.

No es nuestra intención explayarnos más en el análisis de esta tendencia que sienta notables semejanzas con la que se manifestó en España diez años después con la irrupción de la generación «novísima», cuyos rasgos fueron definidos por Castellet en el prólogo a so polémica antología, que es también en el título un calco de la italiana. Por otra parte se sabe que en 1966 los novísimos italianos visitaron Barcelona y efectivamente el crítico español habla en su introducción de una Barcelona «amilanesada». Pero, antes de pasar a analizar la poesía más reciente, queremos subrayar una vez más que la neovanguardia ha tenido el mérito indiscutible de sacudir la cultura de su tiempo de la duermevela, de instigar a los intelectuales a abrir los ojos a su realidad, de anticipar gran parte de aquella renovación cultural que se manifestaría en toda amplitud en las décadas sucesivas.

La neovanguardia había nacido como fuerza de contestación, pero su función contestataria concebía la literatura como «discurso total», precisamente cuando ese discurso empezaba a estar en crisis. La contestación pasaba así a otras manos, a los movimientos juveniles, los menos interesados en un discurso literario, persuadidos como estaban de que la política era la única vía de solución para cualquier problema, ya fuera artístico o social.

Emilio Coco, nacido en San Marco in Lamis (Italia), es hispanista, traductor y editor. Entre sus trabajos más recientes destacan: Antologia della poesia basca (Crocetti, Milán, 1994), tres volúmenes de Teatro spagnolo contemporaneo (Edizioni dell’Orso, Alessandria, 1998-2004), El fuego y las brasas. Poesía italiana contemporánea (Sial, Madrid, 2001), Los poetas vengan a los niños (Sial, Madrid, 2002) y Poeti spagnoli contemporanei (Edizioni dell’Orso, Alessandria, 2008). Como poeta ha publicado: Profanazioni (Levante, Bari, 1990), Le parole di sempre (Amadeus, Cittadella, 1994), La memoria del vuelo (Sial, Madrid, 2002), Fingere la vita (Caramanica editore, Marina di Minturno, 2004), Sonetos del amor tardío (Alhulia, Salobreña, 2006), Serodio amor (Espiral Mayor, A Coruña, 2007), Contra desilusiones y tormentas (Ediciones Fósforo, México, 2007), Il tardo amore (LietoColle, Falloppio, 2008) y algunas “plaquettes”. En 2003 recibió la encomienda con placa de la orden civil de Alfonso X el Sabio.

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