Ensayo

Línea de vida de Dante y la Comedia: Leyes, temas y poesía. Tercera parte. Por Luigi Fiorentino

 

 

 

Giotto di Bondone (Florencia, 1267-1337). El retrato más antiguo de Dante Alighieri está en la Capilla del Podestà en el Museo Bargello de Florencia. El Museo Nazionale del Bargello se encuentra en el antiguo Palacio del Podestà de Florencia que se convirtió en 1865 en el primer Museo Nacional Italiano dedicado al arte medieval y renacentista.

 

 

 

 

A continuación presentamos los enlaces correspondientes a la primera y segunda parte, que complementan el ensayo completo Línea de la vida de Dante y la Comedia para que nuestro lector pueda leerlos. Y a continuación la tercera parte.

 

 

Primera parte

Línea de la vida de Dante y la Comedia: Línea de la vida de Dante 

Luigi Fiorentino

 

Traducción de Librado Basilio

 

 

Línea de la vida y la Comedia. Primera parte: Dante Alighieri. Por Luigi Fiorentino. Traducción de Librado Basilio

 

 

Segunda parte

Línea de vida de Dante y la Comedia: La Divina Comedia

Luigi Fiorentino

 

Traducción de Librado Basilio

 

 

Línea de vida de Dante y la Comedia: Segunda parte. Por Luigi Fiorentino

 

 

 

 

Línea de vida de Dante y la Comedia:

Leyes, temas y poesía de la Comedia

 

Tercera parte

 

Luigi Fiorentino

 

 

Traducción de Librado Basilio

 

 

Entre las leyes constantes del poema, además del contrapaso al que se ha hecho referencia, es menester recordar otras. Cuanto más se desciende más se sufre, cuanto más se sube menos se sufre o se goza más. En el Infierno siempre es de noche, en el Purgatorio el día alterna con la noche, en el Paraíso triunfa la luz. Los condenados y los bienaventurados permanecen eternamente en sus lugares; solo los penitentes están de paso. Los condenados de la oscuridad están enclavados en su tormento o tienen movimientos limitados; una mayor libertad hacia la salvación se concede a los penitentes; los bienaventurados son completamente libres. Una ley superior de armonía pura gobierna la estructura de la obra, que ha sido comparada, con razón, con una catedral gótica.

La interpretación debe buscarse en los sentidos literal, alegórico, moral y anagógico. La verdad alegórica consiste en el tránsito gradual del extravío juvenil del poeta a la contemplación de Dios, que se hace posible con el uso de la razón y con la ayuda de la gracia. A esta verdad se agrega la anagógica, más sutil pero más vasta, que consiste en saber que el alma humana ha vuelto a ser admitida en la gloria de Dios después de tantos siglos de infelicidad. De la meditación de estas dos verdades nace la verdad moral en su doble orden ético y político, lo que traería el bien a la humanidad si se actuara el imperio universal y se separan los poderes espiritual y temporal. A este fin, influyen en la Comedia los afectos y resentimientos, sus esperanzas y sus desilusiones, sus inquietudes y desdenes, la nostalgia de la patria, héroes paganos y mártires de la fe, toda la cultura de su tiempo. Clasicismo y Edad Media forman un solo tejido, y de esta manera se establece un encuentro ideal entre la Biblia, el aristotelismo y el tomismo de Tomás de Aquino. Y como el saber medieval no afluye pasivamente, sucede que las reminiscencias de otros poetas, en especial Ovidio y Virgilio, son elementos activos que se disuelven al través del proceso creador para alcanzar otra dimensión, otro calor, una vibración más alta. Dentro del poema, juntamente con Dante, hombre ávido de conocimiento, se ha infiltrado también su siglo con la virulencia de las pasiones, la decadencia de la Iglesia, el derrumbado sueño de la monarquía universal, el ardor de los místicos, islas pedidas entre tanta oscuridad.

La génesis primera de la Comedia —ya se ha dicho— está unida al culto de Beatriz, que había bajado del cielo a la tierra para mostrar el milagro de sí misma para dar “salud”; y ella es la que deja el Empíreo para salvar a Dante. En ella está la esperanza del poeta en los dos primeros cánticos, es ella la que está esplendorosa de luz, alegría y sabiduría en el tercero. A este cálculo se agrega, entre otros, el tema del destierro. El poeta lo tiene presente constantemente, y no se resigna a renunciar a la patria. La odia en los hombres que la gobiernan, la ama profundamente en las cosas. El destierro lo ha hecho conocer mejor a los hombres y ha tornado más gallardo su sentimiento de justicia. Ataca al mal dondequiera que se encuentre, hasta en las órdenes religiosas, veneradas como instituciones, maldecidas en sus elementos corrompidos. Llama hacia el pasado a sus personajes, y así, para juzgar fuera de lo contingente, hace entrar en el más allá vicios y virtudes, ilusiones y esperanzas, horrores y arrogancia, malicia y magnanimidad, hombres, familias, ciudades, pueblos en lucha: brevemente, la historia en su más vasto coro de sentimientos. Algunas veces el pasado y el porvenir se encuentran en personajes que predicen la suerte del poeta y de Florencia: Ciacco,[1] Farinata,[2] Brunetto Latini,[3] Vanni Fucci,[4] Currado Malaspina,[5] Oderisi d’Agobio,[6] Cacciaguida.[7]

La idea de narrar las peripecias de un viaje a ultratumba no era una novedad. Los predicadores no se cansaban de llamar la atención de las multitudes hacia la otra vida; el pueblo hablaba de los horrores del Infierno y de los gozos del Paraíso; los pintores representaban con frecuencia los tormentos y las delicias de aquellos lugares; visiones del reino de los muertos y de su condición se narraban en muchísimas leyendas medievales (La visión de San Pablo, La navegación de San Branado, El Purgatorio de San Patricio, La visión de Tugdalo, La visión de fray Alberico), en las cuales se habían insipirado Giacomino da Verona y Bonvesin de la Riva, en sus poemitas didácticos. Tal vez Dante no haya ignorado estos escritos, pero es suponer demasiado que ellos recorran la Comedia. El mundo de estos narradores de ultratumba es demasiado limitado y horizontal, la condición de las almas sólo se ve en el horror epidérmico de las penas y en la concepción hedonística del gozo: una secesión de cuadritos realistas sin relieve y sin luz de perspectiva, sin participación humana y, hablando en general, sin un temblor de poesía. Lo que ellos ofrecen, en relación con la Comedia, es una limitadísima materia prima. El genio de Dante opera dentro de un mundo infinito, cuyos extremos acogen los postulados científicos de su tiempo y las creencias populares. Los horizontes son ilimitados, los fondos inmensos, las escenas graduadas con todo el relieve posible. Pero hay más. A la línea horizontal que caracteriza los escritos medievales la sustituye la dirección vertical en el mundo físico y en los sentimientos. No sirve de escenario una pequeña llanura, sino un embudo rocoso que desciende a las entrañas de la tierra, o una montaña que con rellanos irregulares se alza hasta el azul, o los cielos incorruptibles movidos por la voluntad divina, variando siempre los fondos, escenarios, cuadros, colores, sentimientos e igualando siempre a ellos el tono de la poesía. Si en realidad se quiere buscar un nexo con la poesía precedente sólo se podría indicar a Virgilio. Este le ha ofrecido diversos arranques y le ha enseñado “el bello estilo”, que lo ha hecho sobresalir aun antes de la Comedia: los demás atributos reverentes (“guía”, “guía mío”, “sabio guía”, “autor”, “maestro”, “padre”, “dulce padre mío”, dulcísimo padre”, etc.) son el corolario.

A cada cántico se le acomoda un tono de poesía. Reino del mal dominado por fondos pavorosos, “mudo” de luz, con ecos de aullidos y de estrépito, el Infierno es poderosamente escultórico y dramático. Es el cántico en el cual resuena más el acento político. El poeta ahora es atraído por las vicisitudes terrenas de los condenados, ahora es movido a desdén; él también es un hombre; juzga, actúa, reacciona según que se adhiera o no a los dramas revividos de los condenados. Así se explican la comprensión por Ciacco y por Francisca, el respeto frente a la magnanimidad de Farinata, la estima por la rectitud de Pier de la Vigna, el afecto por Brunetto Latini, la íntima participación en el “loco vuelo” de Ulises, la justificación por la obra de Guido de Montefeltro, la invectiva contra Pisa después de la narración del conde Ugolino, el desprecio por los viles, los soberbios, los ambiciosos, los abyectos, los aduladores: Filippo Argenti, Capaneo, Venedico Caccianemico, Taide, Vanni Fucci, Mosca di Lamberti, Bocca degli Abati, fray Alberico y tantos otros a veces bosquejados o llamados por sus nombres o por metáforas, o confundidos en medio de la muchedumbre de otros malvados, en el fango, en el estiércol, en el fuego, en el hielo, entre grotescas fuerzas demoniacas, en un paisaje retorcido y sumamente áspero. Las pasiones del mundo de los vivos reviven en las tinieblas, más tensas y vibrantes al través del recuerdo. Las almas de mayor brillo están unidas a la causa de su mal: para Francisca es Gianciotto Malatesta, para Ciacco es la envidia, para Farinata son los güelfos, para Pier de la Vigna son los cortesanos, para Bruneto Latini “aquel ingrato pueblo maligno, que descendió de Fiésole ab antico y aún conserva el monte y el peñasco”; para Ulises el hado; para Guido de Montefeltro “el gran padre, a quien el mal lo tome” (Bonifacio VIII), para Ugolino el arzobispo Ruggieri. La palabra del poeta se acomoda a los personajes y a las situaciones, neta y tajante, tierna y delicada, sonora y dramática, pero cuando es necesario desdeñosa y gruesa.

El relieve escultórico del Infierno se cambia en serena figuración simbólica en el Purgatorio. El realismo de aquél se reduce aquí a una pátina que tiende a espiritualizarse. Desde los primeros versos se siente el alivio del poeta por haber dejado atrás un “mar tan cruel”; se difunde el “dulce color del oriental zafiro”; el planeta de Venus, que inclina al amor y no al odio, anuncia luz y paz; en el horizonte brillan cuatro estrellas, símbolos de las virtudes cardinales (justicia, fortaleza, prudencia y templanza). Hay lamentos, no gritos. La soberbia de los condenados en este reino se convierte en humildad. Son almas “bien finitas”: soportan las penas, saben que son justas y que tendrán fin: entonces serán dignas de la felicidad. Recuerdan las acciones terrenales, pero con despego, como cosas lejanísimas vacías de todo contenido polémico. Se puede decir que no guardan rencor para quien les hizo mal: han sido perdonas por Dios, a su vez han perdonado. Recomiendan ser recordadas en reino de los vivos: piden oraciones dulcísimas se escuchan de rellano en rellano. Son almas fraternas, se compadecen y se aman entre sí. Poetas, músicos, pintores, guerreros, personajes famosos y oscuros —Casella, Manfredi, Belacqua, Buonconte, Sodello, Nino Visconti, Currado Malapina, Giotto, Marco Lombardo, el papa Adriano V, Estacio, Forese Donati, etc.— que por un motivo o por otro se asemejan. Lo mismo se puede decir de Pía, Sapia, Lía, Matilde, creaturas suavísimas que tienden a esfumarse en el sueño. Las pocas apóstrofes se resuelven más en el duelo que en la virulencia. La misma invectiva de Dante por las luchas fratricidas de los italianos, nace de la oposición entre vivos y muertos: los vivos se lanzan unos contra otros, los muertos (Virgilio y Sodello) se abrazan. En relación con el Infierno espira un aire nuevo que se resuelve en un nuevo tono de poesía: lenta, de sonido casto, melancólica. El dramatismo del primer cántico se vuelve elegía, y ésta se hace muy tierna en ciertos crepúsculos melancólicos:

 

Era ya la hora en que nace el deseo

y el corazón ablanda al navegante,

el día que ha dicho adiós a sus amigos;

y cuando el amor al nuevo peregrino

lo hiere, si oye esquila que de lejos

llorar parece al día que va mueriendo…[8]

 

o en ciertas mañanas de encantadora modulación lírica:

 

En la hora en que comienza sus querellas

la golondrina cuando el alba nace,

de sus primeros ayes en recuerdo;

y cuando nuestra mente, liberada

más de la carne y aun del pensamiento,

en sus visiones es casi divina…[9]

 

Entre los diversos elementos políticos, históricos, teológicos, la palabra lírica del Paraíso es más alta. Frente al poeta está el infinito de las esferas celestes inundadas de luz y de sonidos. Las almas en espera de fulgores, viven en una fiesta espiritual ininterrumpida, cantando y danzando. No han perdido el recuerdo de las cosas de esta tierra, todas ellas pobres vanidades: el juicio que expresan está privado de todo residuo de partido, pero, precisamente por esto, es de la máxima autoridad y seguridad, porque es expresión del juicio divino de que son intérpretes. Después de Piccarda que expresa un parecer de mansedumbre ejemplar acerca de hombres inclinados más al mal que al bien, Justiniano, Carlos Martel, Cunizza da Romano, Cacciaguida manifiestan serias preocupaciones acerca de los acontecimientos pasados y presentes de la tierra. Preocupaciones sobre la marcha de la Iglesia expresan Santo Tomás (dominico), quien exalta a San Francisco (franciscano), que alaba a Santo Domingo y vitupera a los franciscanos corrompidos. San Pedro Damián, San Benito y San Pedro critican respectivamente el lujo de los eclesiásticos, la corrupción de los monjes, la política partidista de Bonifacio VIII.

Como se ve, no faltan las condenaciones. Más aún aquí, más que en los otros cánticos, se siente animado verdaderamente por una conciencia profética que lo hace desplazarse entre el cielo y la tierra; aquí es donde acoge mejor el dolor del mundo haciendo palpitar en su propio corazón el afán de la humanidad; aquí es donde se pone como intermediario entre el hombre y Dios. Juzga a los afortunados y a los desafortunados por boca de los bienaventurados y celebra por medio de Justiniano su fe política condenando sectas y partidos, güelfos y gibelinos, Blancos y Negros, exalta el Águila romana, símbolo de justicia, y combate la desconfianza, la envidia, la animosidad que tienen los vivos hacia aquellos que se sacrificaron por este bien. Pero existe, además de la religiosidad del poeta, manifestada en oraciones nobilísimas, la exaltación de Beatriz. En el cielo de la Luna la llama mujer amada por Dios, “diva”, cuyas palabras las compara con un arroyuelo y a un sol que le fecundan y le entibian la mente. Es ella la que, por su visión perfecta de Dios, aparece esplendorosa de amor hasta el grado de deslumbrar. En el Primer móvil su belleza sobrepasa los conceptos humanos: solamente Dios puede gozarla completa. Su misma memoria, al través del recuerdo se queda deslumbrada como los ojos bajo los rayos de la luz del sol. El poeta dice que desde el día en que la vio sobre la tierra hasta su visión en el Empíreo, por más tentativas que haya hecho, no ha sido capaz de describirla. Y hela aquí ahora, al través de la lejanía del espacio y del tiempo, en la luz plena de su triunfo, en el acto de componerse alrededor de la cabeza una aureola de rayos divinos reflejados sobre ella:

 

y la miré cuando se hacía corona

los rayos sempiternos reflejando.[10]

 

El diagrama poético de Dante termina con la visión de la luz de Dios y con la de Beatriz: en clave lírica se había iniciado con La Vita Nuova, en lírica altísima se concluye en el Paraíso. Es grande error afirmar que en el Infierno y el Purgatorio la poesía es mayor que en el Paraíso. El poema tiene que ser juzgado en su unidad. Entre los cánticos no hay diferencia cualitativa: el tono es el que cambia, el Purgatorio pintura, el Paraíso música. El conjunto forma las más armoniosa arquitectura.

En el pensamiento de Dante el saber filosófico y teológico tienen gran importancia. No basta el ejercicio de las virtudes cardinales y teologales para alcanzar la felicidad terrena y la celestial; es menester la adquisición de todo el saber, porque con éste se llaga a la perfección última. Poco interesa si la aplicación práctica de esta idea puede quitarle lírico a algunos cantos del Paraíso o hacer pesados diversos momentos de los otros cánticos. El fuego blanco de la poesía es el que logra siempre dominar, venciendo hasta las rémoras que podían poner el fin oratorio a que nos hemos referido y la rígida estructura con sus simetrías y sus paralelismos. La unidad espiritual de la Comedia es un hecho maravillosos que ninguno pone ya en discusión. Su significación moral está en las palabras de Cacciaguida al poeta:

 

Este tu grito hará como el viento

que en lo más alto aún más repercute.[11]

 

Lo más alto son los poderosos, papas y emperadores, soberanos y príncipes, altos prelados y grandes señores, gente que infunde temor, pero a la que Dante, pobre, peregrino, perseguido, la clava en sus vergüenzas para golpearla sin piedad, anticipándose al juicio de la posteridad e interpretando la verdad de Dios. En esto es un gran espíritu de la Edad Media, y permanece como tal por su idea, ilusionada en un imposible retorno al Sacro Romano Imperio. Pero si se piensa en sus ideales de paz entre los pueblos para hacer gozar a todas las clases del bien espiritual, moral y material, resulta ciudadano de todos los tiempos y de todos los continentes. Para Italia es el hijo que la ama en todos sus ángulos y la interpreta en su unidad geográfica, lingüística e histórica, elevándose como genio tutelar, como padre de la lengua y de la poesía, como símbolo del despertar nacional. La humanidad y la vitalidad de la Comedia aportan al mundo, en la voz de Italia, el sentido de nuestra civilización, de la vida como acción, de la religión como elevación, de la ciencia como perfección, de lo fantástico como real; pero aporta también la dimensión de una conciencia adamantina y el mensaje de una poesía que se ha convertido en patrimonio universal.

Después de esta afirmación resultaría ocioso mencionar nombres para puntualizar la influencia ejercida por el poeta. Desde el Marqués de Santillana, Juan de Mena, el Cancionero de Baena, al Paradise Lost de John Milton, dese Adam Mickiewicz a T. S. Eliot, la presencia de Dante, después de tantos siglos y tantas peripecias, es una luz que no se apaga.

 

 

 

[1] Inf., VI, 64-75.

[2] Inf., X, 79-81.

[3] Inf., XV, 61-78.

[4] Inf., XXIV, 143-51.

[5] Purg., VIII, 133-39.

[6] Purg., XI, 139-41.

[7] Par., XVII, 46 y ss.

[8] Purg., VIII, 1-6.

[9] Purg., IX, 13-18.

[10] Par., XXXI, 71 y s.

[11] Par., XVII, 133 y s.

 

 

 

 

 

Luigi Fiorentino (Mazara del Vallo, Italia, 1913-Trieste, Italia, 1981). Poeta y ensayista italiano. Después de completar su educación secundaria en Trapani y estudios universitarios en Nápoles, participó como oficial del ejército en la Segunda Guerra Mundial, durante la cual se le concedió el doble de la Cruz de Guerra para el valor. Luchó contra los alemanes, y fue internado en los campos de concentración de Polonia y Alemania. En los años de su estancia en Siena también dirigió la editorial Maia, que publicó obras de poetas italianos y extranjeros, la ficción y el teatro, y enseñó la historia de la literatura italiana en la Escuela de Lengua y Cultura Italiana para Extranjeros. Más tarde enseñó lengua y literatura española y la literatura iberoamericana en la Universidad de Siena , Arezzo y Trieste.

 

 

 

Librado Basilio (Coscomatepec, Veracruz, 1918-2009). Poeta. Ingresó al Seminario de Veracruz. En 1933 viajó a Italia para continuar sus estudios. En 1937 regresó a México. Tomó algunos cursos en la Escuela Libre de Derecho y en la Facultad de Letras Modernas de la UV. Fue docente en el Seminario Mayor, Colegio Preparatorio, Facultad de Letras Modernas de la uv y Seminario de Xalapa; fundador de El Caracol Marino y Revista de la Universidad Veracruzana. Traductor del latín, griego e italiano.