Las flores del nirvana. Por Carlos Viveros Torres
Las flores del nirvana
Carlos Viveros Torres
Llegué a Tsukuba el 24 de septiembre de 2019, tan sólo un día después del equinoccio de otoño de ese año, por lo que encontré un clima sumamente húmedo y caliente, inundado por el chillido de las cigarras. Lo primero que noté al bajar del autobús universitario que me transportó desde el aeropuerto hasta el área de dormitorios de Ichinoya 一の矢, además de los rostros conocidos entre la comitiva de bienvenida, fue la exuberancia de vida animal y vegetal a mi alrededor. El pasto crecía alto y la marea musical de los insectos hacía pensar en la cercanía del mar.
En esos primeros días antes del inicio de las clases, ocupé bastante tiempo en conocer las características de mi nuevo ecosistema. Una latitud diferente implica no sólo compartir el espacio con nuevos seres, sino ser parte de otros ciclos. El marcado paso de las estaciones, por ejemplo, me llegaría a provocar gran ansiedad al hacerme consciente de lo fugaz que era esa estancia. En Japón, esos elementos del entorno fueron codificados por la cultura a lo largo de los siglos para expresar significados, para incitar emociones, para acompañar momentos. La imbricación de esos códigos en las producciones de las élites ha contribuido a su transmisión y permanencia a pesar de las trasformaciones sociales que han alejado a una gran parte de la población de la vida rural. En este sentido, poesías, pinturas y artes decorativas han puesto a ciertos elementos de la flora y la fauna en estrecho contacto con la actividad humana, por lo que el conocimiento de esa naturaleza ayuda a entender cómo actúan esos productos culturales. Consciente de ello, quería conocer las flores y animales de la literatura.
En esos primeros días, entre las muchas plantas que rebozaban junto a los senderos, una destacaba por su llamativa forma y color. Eran tallos rectos, sin hojas y coronados de espectaculares flores de alargados pétalos rojos. Por toda la red cultural que descubrí en torno a la misma, resulta buen tema para escribir. Esta exploración nos llevará de las migraciones que formaron la base de la cultura japonesa, pasando por textos y ceremonias budistas, hasta haikus que recuerdan la muerte absurda de miles de jóvenes en las filas del imperio desmantelado en 1945.
La Lycoris radiata era una planta nativa de diversos ambientes desde Afganistán hasta la península coreana. Fue introducida al archipiélago japonés en el curso de las migraciones yayoi del primer milenio antes de la era común, junto con el arroz. Ahí, sus bulbos eran cultivados al borde de los campos agrícolas con dos funciones: por un lado, son altamente tóxicos por los alcaloides que contienen,[1] así que servían para mantener alejados a los topos y roedores; por otro, al ser molidos y lavados correctamente, formaban una harina comestible, usada principalmente en tiempos de hambruna. De acuerdo con algunas fuentes, esos bulbos también habrían sido sembrados alrededor de la tumbas antes de que se popularizara la cremación para evitar que los cuerpos fueran presa de los animales.
La variedad que habita en Japón no puede reproducirse sexualmente, debido a que desciende de organismos triploides, lo que quiere decir que tienen un conjunto extra de cromosomas que dificulta la formación de los gametos. Es por esta razón que su difusión se ha dado sólo a través de la ramificación de los bulbos y que puede conectarse muy claramente a la actividad humana. En el curso de más de dos milenios, la planta se ha vuelto silvestre en las islas, pero su crecimiento en áreas despobladas suele señalar que hubo asentamientos en algún momento de la historia.
Esta planta florece a finales del verano y principios del otoño, cuando la temperatura ya no es tan elevada, pero el ambiente se mantiene húmedo. Por este motivo, se asoció con el equinoccio otoñal, momento en que hay una gran abundancia. Un aspecto llamativo es que carece de hojas en el momento de la floración, las cuales sólo brotan cuando la flor se ha marchitado, lo que contribuye a su aspecto singular. Para mí era fácil asociarla con la idea de la iluminación o lo espectral. En Japón, existen más de mil nombres asociados a esta planta, pero algunos de los más comunes son manjushage 曼珠沙華, higanbana 彼岸花, jigokubana 地獄花, shibitobana 死人花y yūreibana 幽霊花. Los nombres están cargados de significados, por lo que marcan la ruta de este texto.
Manjushage 曼珠沙華 o el encanto celestial
Este nombre proviene de una flor celestial que aparece en el Sutra del Loto (sánscrito: Puṇḍarīka sūtra; japonés: Rengekyō 蓮華經),[2] la cual formó parte del prodigio que anticipó la enseñanza suprema del buda Śākyamuni y cuya fragancia era prometida a quienes la preservaban. En sánscrito, aparece como mañjūṣaka, que significa planta (ṣaka) encantadora (mañjū) y su adaptación a los caracteres chinos es 曼珠沙華, que en japonés se pronuncia manjushage. La asociación con la Lycoris radiata ya estaba establecida en China, donde la flor tenía una connotación positiva por su color brillante, y de ahí fue transmitida al archipiélago. Ya que el Sutra del Loto tuvo una gran importancia en la historia cultural japonesa, vale la pena detenerse y ver el tratamiento de esta flor en el texto.
En la introducción, se cuenta que el buda entró en un profundo estado meditativo (samādhi; jp: sanmai 三昧) después de enseñar a los bodhisattvas el Sutra de los inconmensurables sentidos (Ananta nirdeśa sūtra; Muryōgikyō 無量義經). En ese momento, el mundo se estremeció y cayó del cielo una lluvia de flores de māndārava y mañjūṣaka, lo que llenó de gozo a la asamblea reunida en torno al buda, que nunca había visto algo semejante. El milagro concluyó con la emisión de un resplandor desde la frente de Śākyamuni que hizo visible todos los mundos del este a los seres reunidos junto a él en el Pico del Buitre (Gṛdhrakūṭa; Ryōjusen 霊鷲山). Ante el asombro general, el bodhisattva Maitreya (Miroku Bosatsu 弥勒菩薩) preguntó a Mañjuśrī (Monjushiri Bosatsu 文殊師利菩薩), lo siguiente:
文殊師利! Monjushiri! Oh, Mañjuśrī,
導師何故, dōshi gako, ¿por qué el Maestro,
眉間白毫, miken byakugō, de entre el pelo blanco de sus cejas,
大光普照。 daikō fushō. hizo brillar todo con su resplandor?
雨曼陀羅, U mandara, ¿Por qué la lluvia de māndārava
曼珠沙華, manjushage, y de flores de mañjūṣaka
栴檀香風, sendan kōfū, o el viento con aroma a sándalo
悅可眾心。 ekka shushin. que place a muchos corazones?
以是因緣, ize innen, Por estas razones,
地皆嚴凈, jikai genjō, todos los mundos se han purificado
而此世界, ji shisekai, y este reino
六種震動。 rokushu shindō. se estremece de seis manera.
時四部眾, Ji shibushu, En este momento, en la asamblea cuádruple,
咸皆歡喜, kankai kanki, todos se regocijan,
身意快然, shin i kaizen, en cuerpo y mente, complacidos,
得未曾有。 toku mizou. al presenciar lo nunca antes ocurrido.
El bodhisattva Mañjuśrī, que había servido y escuchado la prédica de otros budas en vidas anteriores, respondió que ese acontecimiento anticipaba la revelación del Sutra del Loto, que era la enseñanza suprema y última.
Más adelante, el buda mismo reveló que se trataba de una flor que crecía en el paraíso, junto a la māndārava y a los árboles de pāracitraka, kovidāra y pārijāta. La flor de māndārava se identificó con la especie Erythrina variegata, comúnmente llamada árbol de coral o garra del tigre, que habita las zonas tropicales y subtropicales en torno al Océano Índico y el Pacífico Occidental, incluyendo las islas de la prefectura de Okinawa. Por su parte, kovidāra es el nombre dado en India a la Bauhinia variegata, conocida en español como árbol de orquídeas o pata de vaca, cuya distribución natural va hasta el sureste de China y la península malaya. Finalmente, el árbol pārijāta tiene el nombre científico de Nyctanthes arbortristis y aparecía en varios mitos indios relacionados con los dioses Indra y Krishna. Sólo el pāracitraka no tuvo una identificación terrenal, aunque su nombre “citraka del otro lado” sugiere que fue pensado a partir de la planta medicinal de flores blancas que recibía el nombre sánscrito de citraka, la Plumbago zeylanica.
Pese a ese estatus celestial que la convertía en una recompensa para los creyentes en el Sutra del Loto, las asociaciones implicadas en los otros nombres le dieron a la Lycoris radiata una connotación más sombría.
Higanbana 彼岸花 o la flor del otro lado
Este nombre se debe a que la flor emerge en torno al equinoccio de otoño, fecha que corresponde con la segunda celebración anual del higan 彼岸 en los calendarios litúrgicos de Japón. La primera sucede con motivo del equinoccio de primavera y, en ambas ocasiones, los ritos se extienden por siete días, tres antes y tres después de la efeméride. Se trata de un evento religioso sin precedentes continentales, por lo que se cree que tuvo su origen en el culto al sol y a los ancestros en los límites del periodo de actividad agrícola. Sin embargo, fue establecida como una celebración budista en el año 806, cuando el príncipe Sawara 早良hizo decretar que el Sutra del Diamante (Vajracchedikā sūtra; Kongōkyō 金剛経)[3] fuera recitado en todos los templos provinciales en esas fechas. El Gran Consejo de Estado (Daijōkan 太政官) lo convirtió en una costumbre anual. Un factor que contribuyó a este afianzamiento es que la duración igual entre el día y la noche durante los equinoccios era interpretada como símbolo del camino medio con el que se identificaba la doctrina.
La palabra higan 彼岸 significa “la otra costa” y es una de las traducciones posibles del término sánscrito pāramitā, descompuesto en dos raíces: pāra (más allá, del otro lado) y mita (establecido). Esta etimología, identifica la perfección, que es el sentido de pāramitā, con la trascendencia espiritual (estar del otro lado) y se basa en una metáfora de la iluminación común en la literatura budista. Por ejemplo, en el capítulo 1.XII del Sutta Nipāta, un texto del canon pali, aparece la siguiente estrofa que describe a un sabio:
Habiendo conocido todos los objetos del apego,
no deseando ya ninguno de ellos –
ése en verdad es un [sabio],
libre de codicia, sin codicia,
ya no se esfuerza por nada,
pues es uno que ha alcanzado la otra orilla.
(trad. Fernando Tola y Carmen Dragonetti)
Igualmente, en la introducción del Sutra del Loto, el alcanzar la otra orilla aparece entre las características que definen a los bodhisattvas más elevados:[4]
供養無量百千諸佛,於諸佛所、植眾德本,常為諸佛之所稱歎。以慈修身,善入佛慧。通達大智,到於彼岸
Kuyō muryō hyakusen shobutsu, yo shobutsu sho, shoku shu tokuhon, jōi shobutsu tsu sho shōtan. I kei shushin, zennyū butsu e. Tsūdatsu daichi, tō yo higan.
Sirvieron a incontables cientos de miles de budas, sembraron todas las raíces de la virtud en su presencia y siempre recibieron alabanzas de todos ellos. Cultivaron la generosidad en sí mismos y condujeron virtuosamente al entendimiento de los budas. Comprendieron la gran sabiduría y alcanzaron la otra orilla.
A partir de esa etimología, los seis días del higan 彼岸 en torno al equinoccio se conectaron con cada una de las virtudes que conducen a llegar a ser un buda según los textos Mahāyāna. Estas cualidades también reciben el nombre de pāramitās, pero su nombre en las lenguas que utilizan los caracteres chinos es una transcripción fonética del sánscrito: 波羅蜜 (haramitsu) o 波羅蜜多 (haramitta). Los seis pāramitās (roku haramitsu 六波羅蜜) que definen el ideal del practicante laico y las bases del entrenamiento monacal son la generosidad (dāna; fuse 布施), la conducta apropiada (śīla; jikai 持戒), la paciencia (kṣānti; ninniku 忍辱), el esfuerzo (vīrya; shōjin 精進), la concentración (dhyāna; zenjō 禪定) y la sabiduría (prajñā; hannya 般若).
Sin embargo, a medida que el budismo se diversificó en el archipiélago, también los significados y prácticas relacionadas con el higan 彼岸 cambiaron. Cuando se popularizó la idea de que renacer en una Tierra Pura (jōdo 浄土) era el medio más efectivo para alcanzar la budeidad, puesto que ahí se estaría libre de los condicionantes de este mundo, el higan 彼岸 fue resignificado dentro del culto al buda Amitābha[5], que en japonés es llamado Amida 阿弥陀 (o 阿彌陀). Este buda habitaba en el paraíso de Sukhāvatī (Gokuraku 極楽 o Anraku 安樂), identificado con la Tierra Pura Occidental, y el equinoccio era el día en que el sol señalaba su localización, ya que se ocultaba en el lugar exacto del punto cardinal oeste. En este contexto, la palabra higan 彼岸 era interpretada, ya no como el llegar a ser un buda, sino como renacer en ese lugar de pureza en el que se podría vivir dedicado a la práctica de la doctrina. El Sutra del Loto, cuya reinterpretación motivó esta transformación, describe este proceso de la siguiente manera en el capítulo XXIII:
若如來滅後、後五百歲中,若有女人、聞是經典,如說修行,於此命終,即往安樂世界,阿彌陀佛、大菩薩眾,圍繞住處,生蓮華中,寶座之上,不復為貪欲所惱,亦復不為瞋恚愚癡所惱,亦復不為憍慢嫉妒諸垢所惱,得菩薩神通、無生法忍
Jaku nyorai metsu kō, kō gohyaku sai chū, jaku u nyonin, mon ze kyōten, nyosetsu shugyō, yo shi meishū, soku jū anraku sekai, Amida butsu, daibosatsu shu, i nyō jū sho, shō renge chū, hōza tsu jō, fu buku i tan’yoku sho dō, eki buku fui shin’i gu chi sho dō, eki buku fui kyō ban shitto shokō sho dō, toku bosatsu shinzu, mushō hō nyō.
Si quinientos años después de la extinción del buda, hay alguna mujer que escuche este sutra y ponga en práctica sus enseñanzas, al terminar su vida, renacerá en un trono sobre una flor de loto en la tierra de Sukhāvatī donde habita el buda Amitābha rodeado por muchos grandes bodhisattvas, sin ser molestada más por la avaricia, ni por la ira o la ignorancia, ni por el orgullo, la envidia o cualquier otra impureza, habiendo adquirido los poderes sobrenaturales de los bodhisattvas y aceptando la no-originación de los fenómenos.
Como consecuencia de esta transformación, el higan 彼岸 se convirtió para algunos en el día de conmemoración de quienes habían alcanzado ese paraíso. Con la simplificación realizada por algunas escuelas de la Tierra Pura, cualquiera que creyera en Amida, que recitara su nombre o participara en alguno acto devocional podía renacer en ese paraíso occidental sin importar nada más. Debido a la gran popularidad de estas doctrinas, que tienen el mayor número de adeptos en el Japón moderno, se fortaleció el culto a los ancestros en esas fechas bajo el auspicio budista. Es por esta razón que muchas personas acuden a los cementerios en el higan 彼岸 y lo relacionan con la muerte, aun cuando otras denominaciones continúan los ritos relacionados con los pāramitās y la práctica del camino medio. Finalmente, la influencia que tuvo el neoconfucianismo durante los siglos XVIII y XIX en los círculos intelectuales, así como la violenta separación del culto a los dioses locales para la formación de una religión nacionalista, hicieron que el budismo fuera relegado en gran medida a los cultos fúnebres. Así, se fortaleció esa relación.
Todos estos cambios afectaron también la percepción de las flores que, a pesar de su atractivo visual, suelen asociarse a significados oscuros y tristes. El nombre higanbana 彼岸花 para la Lycoris radiata pasó de Japón a China ya en tiempos modernos, donde se confunde con los mitos del siguiente nombre.
Jigokubana 地獄花 o la flor del infierno
Éste fue el nombre que me comunicó Max, otro mexicano que estuvo de intercambio en la Universidad de Tsukuba, pero que ya llevaba seis meses ahí cuando yo llegué. La peculiaridad del nombre fue lo que me llevó a investigar todo esto. Significa la flor del infierno, lo que parecía extraño para una flor tan bella. En este caso, aunque también fue retomada por el budismo, su leyenda provenía de una tradición diferente.
En la religión folclórica china, los diferentes reinos de la muerte o del yin (yīnsī 陰司) estaban separados del mundo de los vivos o del yang (yángshì 陽世) por un río llamado Nàihé奈河. También recibía el nombre de Río del olvido (Wàngchuān 忘川), porque la diosa Mèng Pó 孟婆servía un té con ese efecto a los espíritus que salían a través del puente para liberarlos de su pasado antes de reencarnar. De acuerdo con una leyenda, la flor crecía a lo largo de los caminos del inframundo (huángquánlù黃泉路) hasta las riveras del Nàihé奈河 con la intención explícita de ofrecer una última visión agradable a quienes descendían. Se supone que la benevolente flor se habría instalado inicialmente del otro lado del río, pero los demonios con cara de caballo que habitaban esas tierras no habrían soportado su colorido y la habrían expulsado. A diferencia del té, su aroma podía evocar los recuerdos de la vida perdida. De esta historia, proviene el nombre chino huángquánhuā 黃泉花, que significa flor del inframundo (literalmente, de las fuentes amarillas). Esta misma palabra para el mundo subterráneo fue retomada en El registro de cosas antiguas (Kojiki 古事記) (712) para nombrar la tierra de los muertos de los mitos prebudistas japoneses.
Esta mitología fue retomada por el budismo para construir una imagen de los infiernos (ch: dìyù; jigoku 地獄). En textos chinos como el Sutra de los Diez Reyes y Kṣitigarbha (Dezāng shí wáng jīng; Jizō jūō kyō 地蔵十王経),[6] los diez reinos de los muertos de la religión folclórica fueron convertidos en diez infiernos jerarquizados, que también estaban separados del mundo de los vivos por un río. Éste recibió el nombre de Río de las tres rutas (Sāntúchuān; Sanzugawa o Sanzu-no-kawa 三途川), ya sea por las tres esferas inferiores de la realidad (infiernos, espectros hambrientos y bestias) o por tres diferentes formas para cruzar dependiendo de las acciones de la persona. Fue a través de estas escrituras que dicha idea del mundo infernal fue transmitida a Japón, donde convivió con otras creencias sobre la vida después de la muerte. Bajo esta resignificación budista, la Lycoris radiata se convirtió en la flor del infierno, aun cuando paradójicamente era una flor celestial en el Sutra del Loto.
Actualmente, suele confundirse la idea del higan 彼岸 con el cruce del Río de las tres rutas, como puede verse en las entradas de Wikipedia en inglés y en japonés de la festividad religiosa, por ejemplo. En chino, también existen páginas web que relacionan el nombre importado bǐ'ànhuā 彼岸花 con el mito de la flor creciendo en el infierno o en los márgenes del río del inframundo. En todo caso, esta asociación infernal ha fomentado las connotaciones tristes de la flor en la imaginación.
Shibitobana 死人花 o la flor de los muertos
Este nombre suele relacionarse con la idea de que los bulbos venenosos de la Lycoris radiata eran cultivados alrededor de la tumbas para protegerlas de los animales. Eso habría hecho que su presencia sea frecuente en los cementerios, aunque ésta es información que no he podido corroborar. Sin duda, el desplazamiento temático del higan 彼岸 pudo fortalecer esta asociación con la conmemoración de los muertos.
Yūreibana 幽霊花 o la flor espectral
Este nombre condensa los aspectos discutidos aquí bajo los otros nombres.
Ahora bien, pese a su atractivo y la carga semántica de sus nombres, esta flor no aparece en la literatura clásica, es decir, la de los periodos Nara (710-794) y Heian (794-1185). El motivo es que sus nombres más populares son de origen extranjero y las convenciones poéticas de la época limitaban el vocabulario que podía ser utilizado al de la lengua materna, bajo la creencia de que expresaba directa y sinceramente la sensibilidad local en contraste con la lengua ceremonial de la corte, que era una forma nativizada de chino clásico. Además, se establecieron regulaciones de etiqueta que señalaban los sonidos foráneos en la poesía como algo de mal gusto, pues implicaba el desdén de la tradición y la adopción de modas. Por otra parte, las asociaciones fúnebres no eran apropiadas para antologías que debían mostrar la consonancia de los ciclos naturales con la vida social y servir de talismanes auspiciosos.
Sin embargo, manjushage 曼珠沙華 y higanbana 彼岸花 entraron al vocabulario estacional (kigo 季語) de los almanaques para haiku 俳句, una forma poética que se había formado sin las restricciones lexicales de las formas clásica (tanka 短歌, renga 連歌) para utilizar el lenguaje propio de su época. Las asociaciones que se le dan en este medio van desde la exaltación religiosa hasta la melancolía fúnebre, con la que aparece vinculada explícitamente en la lista de palabras otoñales. Aquí presento una muy breve selección de poemas que dan cuenta la presencia de esta flor en la literatura
El primero es un poema de Kobayashi Issa 小林一茶 (1763-1827), un monje de la Escuela de la Verdad de la Tierra Pura (Jōdoshinshū 浄土真宗), que proclama que la única forma de alcanzar la iluminación es renacer en el paraíso de Amida al entregarse completamente a su poder, por lo que todas las otras prácticas y austeridades eran innecesarias incluso para los monjes. El haiku, contenido en el Diario de versos del 5° al 6° año de la era Bunka (1809), funciona como una plegaria religiosa:
なむだ仏なむあみだ仏まんじゅさ花「文化五・六年句日記」
Namu da butsu
namu Amida butsu
manjusake
Loado sea el buda,
loado sea el buda Amida,
flor del nirvana.
El poeta peregrino y mendicante Taneda Santōka 種田山頭火 (1882-1940), monje de la escuela Sōtō 曹洞 del budismo zen, reunió varios haikus de estilo libre (shinseikō haiku 新傾向俳句) que tienen como motivo la flor de Lycoris radiata en su antología Pagoda de árboles y hierbas (Sōmokutō 草木塔) (1940), publicada poco tiempo antes de su muerte. El primero aquí presentado mantiene el formato tradicional de versos de 5-7-5 unidades y, como el de Issa, funciona como oración religiosa. El resto carecen de una métrica definida, como es propio de esta forma vanguardista de haiku y muestran varias formas de relacionarse con la planta, no todas dominadas por la tristeza.
お彼岸のお彼岸花をみほとけに
O-higan no
o-higanbana wo
mi-hotoke ni
Del equinoccio
las flores del nirvana
para los budas
いつまで生きる曼珠沙華咲きだした
Itsumade ikiru
manjushage sakidashita
—¿Hasta cuándo he de vivir?
Emergían las flores del nirvana.
歩きつづける彼岸花咲きつづける
Arukitsuzukeru
higanbana sakitsuzukeru
Puedo seguir caminando,
las higanbanas pueden seguir floreciendo
悔いるこころの曼珠沙華燃ゆる
Kuiru kokoro no
manjushage moyuru
En corazón resentido,
arden las flores del nirvana.
Por su parte, la poetisa Mitsuhashi Takajō 三橋 鷹女 (1899-1972), cuyo propio hijo fue reclutado para la guerra en China y logró volver a casa al terminar, publicó en su compilación Aletas de pescado (Uno no hire 魚の鰭) (1947) el siguiente par de haikus que evocan la muerte absurda de tantos jóvenes.
曼珠沙華咲けりいくさの場を思ふ
Manjushage
sakeri ikusa no
ba wo omou
Brotan las flores
del nirvana que evocan
campos de guerra
つはものの命は消ぬる曼珠沙華
Tsuwamono no
inochi wa kenuru
manjushage
De los soldados,
la vida que se ha extinto:
flor del nirvana.
Finalmente, el único tanka de esta breve lista fue escrito por Terayama Shūji 寺山修司 (1935-1983), cineasta, dramaturgo, escritor y fotógrafo de vanguardias. Se trata de uno de los artistas más prolíficos del Japón del siglo XX y lo conocí gracias a la Dra. Satomi Miura, mi profesora de japonés de El Colegio de México.
川に逆ひ咲く曼珠沙華赤ければせつに地獄へ行きたし今日も
Kawa ni sakarai
saku manjushage
akakereba
setsu ni jigoku e
ikitashi kyō mo
Contra corriente
brota la mañjūṣaka
estando en rojo
presuroso al infierno
quiero también hoy irme
[1] Uno de estos compuestos recibe el nombre de licorina por el género al que pertenece esta planta. Produce vómito, diarrea y convulsiones.
[2] El nombre completo es Sutra del Loto Blanco del Verdadero Dharma (Saddharma Puṇḍarīka Sūtra; Myōhōrengekyō 妙法蓮華經).
[3] El nombre completo es Sutra de la sabiduría perfecta que corta como el diamante (Vajracchedikā prajñāpāramitā sūtra; Kongō hannyaharamita kyō 金剛般若波羅蜜多経).
[4] Mahāsattva.
[5] En sánscrito, también es llamado Amitāyus.
[6] El nombre completo es Sutra de los Diez Reyes y de las causas y condiciones de la resolución del bodhisattva Kṣitigarbha (Dezāng púsà fāxīn yīnyuán shí wáng jīng; Jizōbosatsu hosshin in'nen jūōkyō 地蔵菩薩発心因縁十王経).
Carlos Viveros Torres nació en la Ciudad de México en 1992. Es licenciado en Letras Modernas Francesas por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México y egresado de la maestría en Estudios de Asia y África, con especialidad en Japón, de El Colegio de México. Entre octubre de 2019 y marzo de 2020, realizó una estancia de investigación en la Universidad de Tsukuba con el apoyo del programa JASSO Transpacific. Entre 2015 y 2017, fue coordinador de círculos de lectura en torno a la obra de Mishima Yukio y Abe Kōbō para el Programa Universitario de Estudios de Asia y África de la UNAM. Sin embargo, en la actualidad, se enfoca en la literatura japonesa anterior a la era Meiji. Sus temas de investigación son la diversidad sexual, la interrelación de la literatura con el budismo y el valor social de la poesía y la ficción.