La poesía en Costa Rica: Breve reseña histórica

 

 

 

 

LA POESÍA EN COSTA RICA: BREVE RESEÑA HISTÓRICA

ELABORACION

 

Departamento de Investigación

Bibliografía Biblioteca Nacional “Miguel Obregón Lizano”

 

 

El ser humano a la par de sus quehaceres, ha buscado en todos los momentos de su historia la manera de desplegar ante sus semejantes, cuando no la belleza o el bienestar que le rodean, el vuelo de su espíritu, la inquietud abrazadora de su mente.

En nuestro país, el cultivo de la literatura, sobre todo en cuanto a su labor poética, ha corrido pareja, desde sus primeros años, con lo reducido de su campo de acción, que no dio lugar ni a la tradición ni al evento patrio ni a la maduración estética en el individuo, motivos justos en otras tierras para la realización de las más hermosas concepciones artísticas.

Costa Rica nació y se desenvolvió en campo de sosiego, diríamos de mansedumbre, con aquel reducido territorio que nos tocó en suerte, con aquella falta de gentes y de elementos de trabajo y aquella estrechez económica, apenas propicia para la conformación espiritual que habría de ser con el tiempo en recompensa grata, la democracia de que solemos ufanarnos.

La pequeñez de los núcleos aborígenes que encontraron aquí los españoles, nos privó del ancestro cultural indígena de que hoy son testimonio las sorprendentes ruinas y los códices existentes en tantos países del norte y del sur del continente; y nunca participamos de las contiendas libertadoras del hemisferio americano que colmaron los anaqueles de sus archivos de gloria y de dolor. El nuestro fue un fondo agreste, sin otra conformación poética que el murmullo de sus frondas y el susurro de sus ríos. Después de los azarosos días de la colonia gentes de espíritu simple, casi sin cultura, vinieron los menos difíciles en que ocurrió el proceso de nuestra independencia nacional y luego los de la formación del estado.

El solar poético en tanto, manteníase con las puertas entornadas. Nadie parecía portar la flama de que, de cuando en cuando suelen dotar las musas a los hombres. Sin embargo, dentro de la insuficiencia lírica de esos primeros años, los de la conquista y la colonia, nos dejó de haber tenues vislumbres de lo que podría ser más tarde en sus concepciones literarias.

En torno a ciertos actos de carácter social y político, el ameno escritor cartaginés don Manuel de Jesús Jiménez que también los describe hace mención a los festejos de la jura de Fernando VII con motivo de las pretensiones de Bonaparte en España.

Monseñor Sanabria Martínez recoge en una de sus relaciones históricas un episodio romántico a comienzos de 1802 figura en los Archivos Nacionales un llamado en décimas del presunto amante en las cuales da cuenta de su vena poética en almibaradas y seguramente inoportunas lamentaciones.

Domingo Jiménez y Fray Antonio de Liendo y Goicoechea son las dos figuras que descuellan en las primeras páginas del florilegio costarricense; y si su obra literaria no tiene otro mérito, rompe al menos el silencio que nos cubría cual un velo sofocante. Con su aporte lírico veseles fulgurar como dos llamas trémulas en los hondos comienzos de la literatura patria.

En 1800 la poesía costarricense comienza a dar sus frutos a mediados del siglo anterior se destaca Rafael Carranza. En 1885 estrenó un paquete cómico en el Teatro Municipal de entonces. En su lírica tuvo aciertos gratos como A orillas del Tacares.

El folklore, producto de las distintas modalidades en cierto modo artísticas y costumbres pintorescas de los pueblos, se formó aquí, con los primeros núcleos humanos de nuestro territorio, al buscar ellos la manera de plasmar sus inquietudes, sus esperanzas y sus desvelos por medio de la poesía o de la música, las primeras manifestaciones de ese valor popular las encontramos con ocasión de los festejos reales por la jura de Fernando VII, durante el lapso colonial. Los romances y las bombas que aquí se dicen y las décimas de Paniagua son folklore, como lo serán más tarde en grado distinto las estrofas sin aliño de Fray Juan, algunas composiciones de Lisímaco Chavaría, los romances picarescos de Hine,, las comedias en verso de Casamiglia, las Concherías de Aquileo J. Echeverría y la tónica que hoy sustenta el poeta Arturo Agüero. Al través de unos y otros se ha mantenido vivo el viejo sentimiento patrio, dándoles pábulo a las generaciones contemporáneas en su cariño al terruño, al son de sus toscas y retocadas liras.

En 1874 la poesía costarricense hasta ahora venía amoldándose a las líneas románticas que prevalecían en la península ibérica y en gran parte de los países hispanoamericanos. Atildamiento, acato a las perspectivas literarias, uso de un mismo patrón metafórico, bastante del sentimentalismo quejumbroso, hubieron de ser las características en la poética de nuestros hombres de letras.

La modalidad que comenzó a extenderse en los últimos lustros del siglo inmediato anterior, evolucionó lentamente en los núcleos nacionales, en virtud de las escasas publicaciones que se recibían del exterior.

El libro, científico literario o filosófico, llegó a ser entre nosotros artículo accesible, objeto comercial, solo hará unos cuarenta años o poco más.

Al igual que en otros países del continente, pudieron verse entonces los primeros brotes de un vanguardismo novedoso, que en uno fue mas que todo acomodación a las nuevas formas. En esta época se destacan Roberto Brenes Mesén, Daniel Ureña, José María Zeledón, Eduardo Calsamiglia, Raúl Salazar Alvarez, Andrés Meza, Carlos Salazar Gagini,, Max Jiménez (1900- 1947).

En la primera parte se incluyeron autores que aún no eran, lo colonial, el proceso de formación de la república, en el siguiente período los espíritus que comenzaron a destacarse como valores efectivos del parnaso nacional, en los últimos sesenta años del siglo anterior; y en esta, los que se han puesto en primera línea de la actual centuria. No los hemos enumerado por escuelas o corrientes literarias o estéticas, sino en una ordenación cronológica.

Los poetas de ahora son otros y otros han sido los medios de estudio de que pudieron disfrutar cuando los buscaron; y si hubieron de hacer frente a la vida con sus semejantes, han tenido sin duda la buena suerte que se les negó en tanto, si no en todo, a sus predecesores.

Muchas de las revistas literarias de 1915 y años inmediatos como Pandemonium, El Fígaro, Atenea y aún la vieja Páginas Ilustradas contienen gran acopio de sus primeros versos. En este período se destaca José Albertazzi Avendaño, Rafael Cardona.

Los juegos florales en Costa Rica se desarrollan con concursos literarios, han constituido una hermosa práctica espiritual desde los más remotos tiempos. Estos certámenes no representan en realidad valor alguno para ninguna literatura nacional, pues en ellos se somete al poeta a condiciones y requisitos que limitan en cierto modo su vuelo, y de ahí que los menos llamados a intervenir sean los que con más frecuencia tomen parte en ellos. Sin embargo contribuyen, por el carácter social que siempre asumen, a la formación de un mejor ambiente cultural en el país, por eso deben fomentarse.

Fue organizado en Costa Rica el primer torneo de esta índole en septiembre 1909 como parte de las Fiestas de la Independencia por la revista Páginas Ilustradas. Obtuvo el primer premio el poeta Lisímaco Chavarría.

Otros que ganaron premios fueron Rafael Cardona, Rogelio Sotela Bonilla, Manuel Segura Méndez y Fernando Centeno Güell.

Antologías nacionales. Además de las del Lic. Sotela existen otras compilaciones, anteriores y posteriores, carentes algunas de sentido crítico o involucradas, otras, en estudios más amplios. El primer florilegio nacional que se dio a la imprenta fue confeccionado por el Lic. Máximo Fernández Alvarado, uno en 1890 y otro 1891 bajo el título de Lira Costarricense.

En su obra figuran los nombres de Alfaro, Braun, Calderón, Cardona, Jenaro Carranza, Chaverri, Echeverría, Facio, Flores, Gagini, Gallegos, Manuel Antonio, Hine David, Jovel Machado, Rafael, Mata Valle, Montúfar, Manuel y Pacheco. Después se vendió en las librerías josefinas un parnaso Costarricense que confeccionó Rafael Bolívar Coronado (guatemalteco), con los mejores poetas de Costa Rica.

Nuestra lírica ha tenido otros hombres pertenecientes a años anteriores cuyos versos dieron a conocer o raramente publicaron en revistas y periódicos del país. Entre ellos José Joaquín Salas, Alfredo Saborío, Rafael Ortiz, Rodolfo Castaing, Víctor Manuel Elizondo.

En pleno siglo XX son otros los espíritus y otras las corrientes literarias que ha de tomar en cuenta el recopilador en su propósito, sin que generalmente constituyan todavía elemento de juicio.

Son bastantes los nombres que han venido figurando en el parnaso patrio de la presente centuria: Rubén Iglesias Hogan, Gonzalo Dobles, Raúl Villalón, Arturo Agüero. Hállanse entre ellos quienes se ha mantenido dentro de las normas clásicas más cerradas del habla castellana, quienes las han revestido con ropajes alegres y quienes se han aventurado por los caminos intrincados del vanguardismo, unos con gran espíritu, en un lado con fervor, cada cual con su suerte buena o mala.

En esta época se destacan Alfredo Cardona Peña, Arturo Agüero, Gonzalo Dobles. Arturo Echeverría Loría como autor de una poesía de verso suelto y blanco, en la cual se siente el fervor lírico tal una segunda naturaleza en él, ha impuesto su nombre en nuestro medio literario con composiciones de corte moderno, Fernando Centeno Güell, Fernando Luján.