La poesía de las mujeres en Italia. Marginación y Modernidad, por Emilio Coco (San Marco in Lamis, Italia, 1940)
Kevin Aragón realiza una selección de ensayos y notas críticas sobre poesía italalina. Este ensayo fue publicado en Antología de poesía italiana contemporánea (COCACULTA/Universidad Autónoma de Nuevo León, 2010), pp. 147-150. La compilación y traducción de los poetas la hizo el poeta Emilio Coco.
LA POESÍA DE LAS MUJERES EN ITALIA.
MARGINACIÓN Y MODERNIDAD
Emilio Coco
Las primeras grietas en el «muro de silencio» levantado desde siempre por críticos y editores ante la creatividad femenina (y no sólo literaria) parecen producirse con la publicación de la antología de Antonio Porta, Poesía degli anni Settanta (Milán, Feltrinelli, 1979), en la que se incluyen por primera vez varios nombres de mujer, de María Alessi a Patrizia Vicinelli, de Mariella Bettarini a Amlia Rosselli, de Biancamaria Frabotta a Patrizia Cavalli, a Livia Candiani, algunas de las cuales habían llegado a la poesía sólo con pocos versos publicados en revistas, pero cuya voz se hacía oír fuerte e incisiva para denunciar con rabia el estado de sumisión, aislamiento e inferioridad en que había sido mantenida la mujer durante siglos por una cultura enteramente centrada en el poder masculino.
No podemos olvidar que los años setenta son en Italia también los años de la literatura feminista, relacionada con el movimiento de liberación de la mujer, más importante en el terreno político-cultural que en el específicamente poético. Significativa es la antología Donne in poesía (Mujeres en la poesía) publicada en 1976 por Biancamaria Frabotta. Los nombres más conocidos, además de la misma antóloga, son los de Mariella Bettarini, Dacia Maraini y Anna Borda.
Hoy el eco de tantas batallas y polémicas de aquella «gloriosa» década se ha como disuelto. Se han limitado las esperanzas, se ha vuelto definitivamente página y no es posible mirar atrás. Después de tantos años, la experiencia del feminismo es un patrimonio a disposición de cualquiera: de quien lo ha protagonizado, con las urgencias y las contradicciones del momento, de quien se ha quedado apartada por urgencias y las contradicciones del momento, de quien se ha quedado apartada por pereza, de quien simplemente no lo ha vivido por su voluntad o porque no tenía la edad para hacerlo. Por todas estas razones, hoy no tendría sentido continuar en lo que se produjo justamente en otros momentos, recopilar antologías de mujeres con el recuerdo de otras «empresas» que obtenían asenso y audiencia por realizarse bajo el signo de la contraposición frontal al mundo masculino.
¿Esto quiere decir que las mujeres han alcanzado ya la atención que merecen por parte de críticos y antólogos? A pesar de que la poesía escrita por mujeres constituye seguramente el aspecto más llamativo de la producción italiana de estos últimos años, los críticos se niegan a decirlo explícitamente y las antologías les conceden un espacio limitado, casi inexistente. De entre las muchas que se han publicado en esta última década, queremos fijar nuestra atención en tres importantes florilegios que han salido en 1996. En marzo la editorial Archinto de Milán publica La furia di Pegaso. Poesia italiana d’oggi, a cargo de Marco Tornar, que reúne a catorce poetas: Dario Belleza, Roberto Carifi, Giuseppe Conte, Maurizio Cucchi, Milo De Angelis, Renato Minore, Roberto Mussapi, Nico Orengo, Renzo Paris, Umberto Piersanti, Paolo Ruffilli, Patrizia Valduga y Valentino Zeichen. La única mujer es Patrizia Valduga. El porcentaje es el siete porciento de presencias femeninas. En octubre del mismo año sale a la luz la antología de Roberto Gaverni, Nuovi poeti italiani contemporanei. Los poetas incluidos son dieciocho: Ferruccio Benzoni, Gianni D’Elia, Valerio Megrelli, Renato Minore, Roberto Mussapi, Nico Orengo, Renzo Paris, Umberto Pieranti, Paolo Valduga y Beppe Salvia, Fabio Pusterla, Davide Rondoni, Umberto Fiori, Claudio Damiani, Gian Mario Villalta, Edoardo Albinatti, Antonella Anedda, Andrea Gibellini y Antonio Riccardi. Sólo dos mujeres: Patrizia Valduga y Antonella Anedda. Aquí el porcentaje es un poco más del diez por ciento. El año 1996 se cierra con la aparición, a finales de noviembre, de la monumental colección «I Meridiani» de Mondadori, a cargo de Stefano Giovanardi y Maurizio Cucchi. De los sesenta poetas antologados, las mujeres son ocho: María Luisa Spaziani, Alda Merini, Ameilia Rosselli, Elsa Morante, Patrizia Cavalli, Biancamaria Frabotta, Vivian Lamarque y Patrizia Valduga. El porcentaje no cambia.
¿A qué se debe todo esto? ¿No hay bastantes hombres que controlan todo desde las grandes editoriales hasta los premios, las revistas y la crítica literaria? Los poetas que circulan son casi siempre los mismos, son siempre ellos (o críticos amigos) quienes se encargan de confeccionar antologías o de dirigir colecciones de poesía, constituyéndose así en una especie de comunidad dominada por el amiguismo mafioso: yo te incluyo en mi antología y en mi colección, tú me incluyes en las tuyas, yo te hago ganar el premio en el que yo formo parte del jurado, y tú harás lo mismo conmigo, así que el intercambio de favores es continuo y el ansia de perdurar en el tiempo está garantizada por una compleja red de asociaciones y cofradías que aseguran a cada uno de sus adeptos un huequecito en pseudohistorias, pseudodiccionarios y pseudoflorilegios de poesía.
De este organismo de que forman parte editores, autores, reseñadores, asesores, políticos e industriales del libro, reunidos todos bajo el pacto del mutuo socorro, han sido excluidas desde siempre las mujeres. Y sin embargo es suyo el mérito de haber agitado las aguas de la poesía italiana de estos últimos años bastante estancadas. Mientras los hombres repiten con cansancio formas y técnicas obsoletas, las mujeres, en la más absoluta autonomía, se han hecho portadoras de una palabra poética llena de vitalidad y visibilidad humana excepcional.
Una buena antología que se propusiera reflejar la realidad poética italiana actual, debería ser formada al menos por sesenta por ciento mujeres. Y creo que nadie se escandalizaría. Quizá haya sido yo el primero y el único hasta ahora en restituir a las mujeres el lugar que les toca de derecho en el panorama poético italiano, y puede sorprender que lo haya hecho desde España, a través de una editorial madrileña. Fue el editor y poeta Basilio Rodríguez Cañada, incansable animador cultural, que me propuso hace ya algunos años la publicación enSial de una antología de poesía italiana. Acometí el trabajo con gran entusiasmo, consiente de que tenía que hacer una antología distinta de las muchas que circulaban en Italia. El resultado de mi búsqueda fue El fuego y las brasas. Poesía italiana contemporánea, que salió en 2001 y en la que la presencia de las mujeres iguala casi a la de los hombres: de los 31 poetas presentes 14 son mujeres.
En los sesentas, años de fuerte presencia neovanguardista, son precisamente las mujeres las que abren con sus propuestas recorridos alternativos al experimentalismo organizado en grupo. Y queremos recordar aquí a Margherita Guidacci que antepone al drama de las sílabas un drama de contenidos, casi siempre de inspiración religiosa y católica, y por eso más atento a la realidad verdadera de los hombres que a los artificios verbales. Otra figura que destaca por su autonomía es la de Maria Luisa Spaziani que combina una fuerte sensibilidad musical y una extraordinaria sabiduría métrica con un decir exacto y elegante realizando un feliz equilibrio entre la propensión hacia un registro elevado y la exigencia de un tono más coloquial y directo donde se perciben momentos de cálida afabilidad y de controlada emoción. Su vocación clásica la lleva a rechazar todo tipo de experimentación y a arremeter contra los ídolos agitados por los neovanguardistas, oponiendo a la «confusión de las lenguas» propugnada por aquéllos, se tenaz «monolingüísmo», al que ha permanecido siempre fiel. Ni podemos pasar por alto la originalidad de otra gran poetisa, Alda Merini, vagabunda y medio santa, cuyos poemas tienen momentos de levedad y gracia extraordinarias, la poesía de Elena Clementelli que no desdeña clásicas resonancias, pero que prefiere términos concretos de la comunicación cotidiana.
Entre las experiencias más originales de la poesía italiana de las últimas décadas está la producción de Patrizia Cavalli, siempre fiel a sus personalísimos humores confesionales, con una atención continua a lo cotidiano como lugar privilegiado de inspiración, a los objetos humildes adorados y odiados a la vez. Otra poesía vinculada a las cosas y a su humilde celebración es la de Antonella Anedda, cuyos versos evocan un aire limpio, duramente ético, impregnado de piedad humana. Y hay que recordar también la gracia sutil y la levedad de los versos de Anna Cacella, la fuerza lírica y argumentativa de la poesía de Rosita Copioli, la transparencia y el encanto pero también el aura de misterio y de turbia inquietud de la poesía de Vivian Lamarque. Otros nombres presentes en mi antología son los de Mariella Bettarini, Donatella Bisutti, Gabriella Sica, Giovanna Sicari y Maria Luisa Vezzali. Pero habría que añadir, además de los ya citados en otras antologías. A Gabriela Fantato, Maria Pia Quintavalla, Alda Donati, Maria Corona, Jolanda Insana, Daniela Attanasio, Pinera Mattei, Enrica Salvaneschi, Silvana Colonna, Rossana Ombres, Rina Li Vingni Galli, Rita Baldassarri, Paola Lucarini Poggi, Ana Ventura, Giovanna Bemporad, Daria Menicanti, Lunciana Frezza, Lea Canducci, Cristina Annino, Giulia Anania, Paola Loreto, Annalisa Manstretta, Giovanna Rosadini, Francescam Serragnoli, Franca Mancinelli, Evelina De Signoribus y tantas otras que con sus voces distintas, consonantes y disonantes, densamente dialogando entre ellas y con sus posibles lectores, constituyen, a mi parecer, una prueba evidente de que la mejor poesía italiana de hoy habla en femenino.
Emilio Coco, nacido en San Marco in Lamis (Italia), es hispanista, traductor y editor. Entre sus trabajos más recientes destacan: Antologia della poesia basca (Crocetti, Milán, 1994), tres volúmenes de Teatro spagnolo contemporaneo (Edizioni dell’Orso, Alessandria, 1998-2004), El fuego y las brasas. Poesía italiana contemporánea (Sial, Madrid, 2001), Los poetas vengan a los niños (Sial, Madrid, 2002) y Poeti spagnoli contemporanei (Edizioni dell’Orso, Alessandria, 2008). Como poeta ha publicado: Profanazioni (Levante, Bari, 1990), Le parole di sempre (Amadeus, Cittadella, 1994), La memoria del vuelo (Sial, Madrid, 2002), Fingere la vita (Caramanica editore, Marina di Minturno, 2004), Sonetos del amor tardío (Alhulia, Salobreña, 2006), Serodio amor (Espiral Mayor, A Coruña, 2007), Contra desilusiones y tormentas (Ediciones Fósforo, México, 2007), Il tardo amore (LietoColle, Falloppio, 2008) y algunas “plaquettes”. En 2003 recibió la encomienda con placa de la orden civil de Alfonso X el Sabio.