Ensayo

Juan Ramón Jiménez, poeta encantador del lenguaje. Por José Vicente Anaya

 

 

 

 

Este ensayo forma parte del libro Poetas en la noche del mundo (UNAM, 1997).

 

 

 

 

Juan Ramón Jiménez, poeta encantador del lenguaje

José Vicente Anaya

 

 

Le otorgaron el Premio Nobel de Literatura en 1956, siendo uno de los pocos autores en lengua española que hasta ese momento lo había recibido (José Echegaray y Jacinto Benavente, antes que él). La gloria y mucha fama envolvió en vida al poeta Juan Ramón Jiménez, sobre todo un poco antes y después del Nobel, pero fue uno de esos raros sabios bien descreídos de los elogios: “¡Valiente billetito de la fama!”, había escrito. Por cierto, el rector de la Universidad de Puerto Rico, Jaime Benítez, fue quien acudió a recibir en su nombre el Nobel, pues Juan Ramón estaba recién golpeado por el fallecimiento de su amada Zenobia (primera traductora de Tagore al español).

Grande entre los más grandes poetas, Juan Ramón Jiménez está casi olvidado, reducido a fría estatua de clásico hispánico del siglo XX, o ignorado por las nuevas generaciones que mucho aprenderían de él.

Publicó sus primeros poemas entre los 15 y 16 años de edad. Muy joven no sólo leyó  a los clásicos españoles sino también a autores en francés, alemán e inglés. En su vida temprana se interesó por Ibsen y tradujo poemas de éste, y el romanticismo anarquista lo sensibilizó al mundo, “… me puse a escribir a la manera de Ibsen y a la manera de los fusilamientos de Montjuich, siendo yo el héroe, el anarquista condenado a la muerte”.

Nació el 23 de diciembre de 1881, en Moguer, Huelva, en el seno de una familia rica, pero esta cuna de bonanza no evitaría las desgracias que lo perseguirían toda su vida., ni mucho menos los fieros golpes al alma que empezó a recibir muy joven, sin que tampoco todo esto le impidiera grandes momentos de felicidad como muchas veces él declaró.

Después de una crisis existencial profunda, en 1901 fue internado en el hospital psiquiátrico (en aquel tiempo se decía “manicomio”) de Castel d´ Andorre, en Le Bouscart, Burdeos. Otros hospitales y cuidados médicos le esperaban. En 1906 escribía: “Las rosas que están sobre la mesa, embriagan. Y la tarde, los libros, las rosas, el pájaro, el Sol que se va, son para el corazón enfermo de una felicidad llorosa, ¡Oh, la salud, la sonrisa amarga, ojos húmedos, la paz, la serenidad… y mi espíritu!”.

Por sobre las desgracias estaba el gran espíritu de Juan Ramón, la fuerza motriz de su vida y obra. Es curiosa la afición de este poeta por desterrar la g de todos sus escritos, prefiriendo siempre j (tal vez por su sonoridad árabeandaluza). En una de sus reflexiones existenciales dice:

 

…la vida jira deprisa, y, en su jiro vertijinoso, el maravilloso prisma coje  aquí y allá, inesperadamente, en alguna faceta, la luz negra de la anchurosa nada. El verdor, la desnudez, el agua inconsciente te esperan, no una hora, todo el día, toda la noche; y de ellos es donde debieras ir cayendo blandamente, como de una suave ladera, al pozo oscuro de lo feo definitivo.

 

Entre los primeros escritores que reconocieron la obra de Juan Ramón están  Rubén Darío, José Ortega y Gasset, José Enrique Rodó, Ramón Gómez de la Serna, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Pedro Salinas, el chihuahuense Martín Luis Guzmán y el regiomontano Alfonso Reyes, entre muchos más. Gómez de la serna escribió:

 

Juan ramón tiene un ojo prismático, y todo lo que ve por él lo ve como los cubistas o con esa visión optimista con que se ve el mundo a través de una tallada cuenta de cristal, aquel mirificador monóculo que usamos en la infancia y que nos dio la visión más divertida del mundo, monóculo que ayer sostenía yo, que por un momento se ha puesto el Bararía para pintar sus frescos del Kikodrilo.

 

En 1916 José Enrique Rodó ya hacía notar, a propósito del poemario Elegías (en ese tiempo Juan Ramón todavía no trocaba la letra g por la j), el peculiar manejo del lenguaje, su gran imaginación para devolvernos nuestras palabras renovadas por virtud de la poesía. Con mucho tino Rodó nos dice: “Influye el poeta de tal modo su espíritu en los caracteres de la foma, que nuestra lengua, de duro bronce resonante, semeja pasar en sus versos por una entera transfiguración”.

El estudioso italiano Oreste Macrí, en la década de 1950 publicaría el ensayo Metafísica y lengua poética de JRJ, en el que de manera muy meticulosa observa los detalles de palabras transformadas, neologismos, aliteraciones y otras características como el encabalgamiento o las simetrías de contrarios en la poesía de Juan Ramón.

Encantadorador del lenguaje es un término que quiere transmitir el seguro disfrute que el poeta experimentaba con las palabras, pero no sólo eso, sino también un gran respeto por la lengua de parte de alguien que trabajó la poesía con absoluta entrega. Juan Ramón Jiménez fue un poeta natural, poetizó la vida desde su infancia creando mundos (como lo cuenta en uno de sus textos), natural como deben ser los poetas de carne, y además se cultivó mucho (como pedía el iluminado joven Rimbaud), y todo esto lo dice JRJ en tres palabras: “Poesía, instinto cultivado”.

En la obra poética de JRJ encontramos palabras que son poemas por sí solas, reinventadas, revaloradas y que pueden disparar varios significados. Transcribo algunos ejemplos que ya hizo notar Oreste Macrí en cursivas los términos notables): “ejército cárdeno cascáreo”; “con penduleo plástico de viento”; un májico campo encristalado”; “temprana trasnochez”; “al májico ser solo, el ser insombre”; “Tus montes célidos de olas…”; “tiembla, verde neuróbata, una estrella" "siempre verde, florido, fruteado”; “la injerencia espiante”; “tan contento de haberme matinado”; “los cánceres osaban craquenado erguidos”; “Tú estás, dios deseado, en la circumbre”; “abril con su pasión verdecedora”. Y mil términos más juanramoneanos.

Unos 34 libros publicó en vida Juan Ramón Jiménez, y 46 salieron a la luz en ediciones póstumas. Su primer título, Almas de violeta, se publicó en 1900, algunos otros son: Arias tristes, La soledad sonora, Melancolía, Sonetos espirituales, Diario de un poeta recién casado, Piedra y cielo, etc.

La poesía de Juan Ramón Jiménez no oculta los desasosiegos por los que pasó el poeta, desde sus primeros libros lo hizo notar José Ortega y Gasset:

 

Éste es un poeta lleno de tristezas, tristeza que vierte sobre las cosas y sobre los recuerdos. Ha publicado un nuevo tomo de poesía, Arias tristes, Sus composiciones son como cuadritos a la aguada de gran sencillez, suavidad y ternura… El poeta, al mirar las campiñas y los jardines y las noches, halla por todas partes la sombra melancólica de su espíritu, tendida como un velo.

 

Y vendría la Guerra Civil Española para aumentar las pesadumbres de Juan Ramón Jiménez. El gobierno republicano mandó al poeta como agregado cultural a la embajada de España en los Estados unidos, y esto le permitió quedarse como exiliado en el continente americano después del conflicto armado, residiendo principalmente en Puerto Rico. Del tiempo del exilio es su bella reflexión pacifista sobre la poesía que escribiera bajo el título de “Política poética”, de la cual citamos: “…la paz ambiente, objetiva y propicia a todos los seres, está y debemos buscarla, por la verdad y la belleza de la vida, en la poesía”.

Murió el 29 de mayo de 1958, víctima de bronconeumonía.

 

 

 

A continuación, el lector puede acceder en el siguiente enlace a una selección de poesía de Juan Ramón Jiménez, realizada por Carlos Sánchez Ramírez Emir.

 

 

Los Mayores de la Poesía: Juan Ramón Jiménez (España, 1881-1958). Selección Carlos Sánchez Ramírez, Emir

 

 

 

 

 

José Vicente Anaya (Villa Coronado, Chihuahua, México, 1947-2020). Poeta, ensayista, traductor y periodista cultural. Fundador del movimiento infrarrealista. Ha publicado más de 30 libros, entre ellos: Avándaro (1971), Los valles solitarios nemorosos (1976), Morgue (1981), Punto negro (1981), Largueza del cuento corto chino (7 ediciones), Híkuri (4 ediciones), Poetas en la noche del mundo (1977), Breve destello intenso. El haiku clásico del Japón (1992), Los poetas que cayeron del cielo. La generación beat comentada y en su propia voz (3 ediciones), Peregrino (2002 y 2007), Diótima. Diosa viva del amor (2020), Mater Amatisima/Pater Noster (2020) y Material de Lectura (poesía Moderna, UNAM, 2020), entre otros. Ha traducido libros (publicados) de Henry Miller, Allen Ginsberg, Marge Piercy, Gregory Corso, Carl Sandburg y Jim Morrison. Ha traducido a más de 30 poetas de los Estados Unidos. Ha recibido varios premios por su obra poética. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores CONACULTA-FONCA. Formó parte de la Sociedad de Escritores de México y Japón (SEMEJA). En 1977, funda alforja. REVISTA DE POESÍA. Desde 1995 ha impartido seminarios-talleres de poesía en diferentes ciudades de México. Ha asistido a encuentros internacionales de poesía y dado conferencias en varios países como Italia, Estados Unidos, Colombia y Costa Rica. Colaboró en la revista Proceso.

 

 

 

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