Jaime Gil de Biedma. Selección y nota de Juan Esquivel
Jaime Gil de Biedma
Selección y nota de Juan Esquivel
Se han cumplido treinta años de la muerte de Jaime Gil de Biedma, inolvidable poeta que siendo muy niño ya se carcajeaba leyendo el Quijote. En la adolescencia dejó Barcelona, donde nació en 1929, para estudiar Derecho en Salamanca y más tarde Economía en Oxford. Escritor de la llamada Generación del 50, toda su vida trabajó en la Compañía General de Tabacos de Filipinas, donde fue un alto ejecutivo, actividad que alternó con las letras; además de su poesía tenemos su excelente prosa: diarios, cartas, ensayos.
Hijo de familia adinerada, hombre cultísimo, siempre elegante, alguna vez confesó: «yo creía que quería ser un poeta, pero en el fondo quería ser poema», una manera de justificarse por haber escrito una obra breve que, esencialmente, consta de tres libros publicados entre 1959 y 1968, para luego dedicarse únicamente a la reescritura de sus poemas, «un trabajo de buril» a decir de José Agustín Goytisolo, íntimo amigo de nuestro escritor. Lo mejor de esta obra poética está reunido de acuerdo al propio y exigente criterio de Gil de Biedma en Las personas del verbo, libro publicado en distintas ediciones.
De esta excelente obra —para no pocos una de las mejores de la segunda mitad del siglo XX hispanoamericano— se ha dicho casi todo, así que sólo destacaré una idea que el mismo Gil de Biedma abordara durante una conferencia en la Universidad de Granada hacia 1983: la poesía como tentativa personal de restaurar el sentido de lo sagrado. ¿Cómo salvar la circunstancia propia en un tiempo que ha perdido su centro? Escuchémoslo: «la restauración del sentido particular de lo sagrado consiste precisamente en intentar obtener nuevamente una imagen de sí mismo, de cada uno […] una imagen de la vida en general que nos vuelva una imagen nuestra íntegra desde el nacimiento a la muerte, una imagen comprensible, consistente y unitaria». Restauración del sentido de la vida que coincide con una de las ideas más brillantes de nuestro gran filósofo Ramón Xirau: la poesía es conocimiento; aunque los poemas de Gil de Biedma son intimistas como pocos, nos vemos reflejados en ellos porque nos confrontan con nuestro ser más profundo, y al tiempo nos acercan con los otros.
¿Qué proponer de una obra tan breve y visitada? En esta selección están presentes el amor y el coraje que tanto nos seducen de nuestro autor; no menos lo está la disciplina, los aspectos formales, que evidencian su pasión por los clásicos; pero sobre todo el lenguaje. Ya sea en sus poemas largos o bien breves (y brevísimos), éste siempre es exacto y transparente, dirían conversacional. ¿Qué tanto se deberán tales características a sus dotes de gran bohemio y hombre de mundo?
¿Y la crítica acerca de esta obra tan esencial? Tomemos un excelente libro de reciente publicación, Examen de ingenios (Seix Barral, 2017) de José Manuel Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012 y alguien muy cercano a Gil de Biedma. De manera sincera y valiente (como debe ser entre los amigos) este gran escritor reitera su desagrado con «esa modulación poética suya, tan sustentada en una narratividad con regusto a diario íntimo» porque «no ocupa más espacio que el poema» y «no sobrepasa la propia frontera argumental, que se ciñe a la sucinta órbita realista, sin ramificarse conforme lo van sugiriendo sus significantes más inesperados». De este comentario me inquieta aquello de “sin ramificarse”, pues como veremos en Artes de ser maduro o «Nostalgie de la boue», los versos se ramifican como las parras, ofreciendo una lectura cargada de “significantes” que además de “inesperados”, paradójicamente no generan pesantez, sino ligereza; cierto, narrativa y con “regusto a diario íntimo” pero, ¿puede haber algo más poético?
Por otra parte, en el mismo libro (esencial para conocer a varios de los mejores escritores y artistas hispanoamericanos del siglo XX), dice Caballero Bonald acerca de la poesía de José Ángel Valente (otro amigo de nuestro autor), que a través de «paulatinos despojamientos ornamentales» ésta alcanzó una «palabra reducida a su más iluminadora desnudez» logrando «la perplejidad cognoscitiva generada por la propia estructura poética». ¿Esta acertada mirada, este mismo criterio, no se podría emplear para leer los poemas más breves de nuestro autor? Porque en ellos los adornos también han sido suprimidos, logrando que cada palabra sea iluminadora, cognitiva, y no menos importante, sin merma de la poesía. Intentemos leer bajo esa clave No volveré a ser joven, que el propio Gil de Biedma consideró su mejor poema.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
—como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
—envejecer, morir, eran tan solo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Tarea nada fácil la que logró nuestro autor, y no olvidemos que este poema —como casi todos los que nos ha legado— se ha escrito con el lenguaje de todos los días. Puede sonar a lugar común pero pocos poetas lo han logrado y quizás sean menos los que se mantienen tan vigentes, conquistando nuevos lectores.
Por último, considerando la actual pandemia y cómo murió nuestro querido Gil de Biedma, este aniversario posee cierta emotividad…
A continuación el lector podrá leer en el siguiente enlace una selección poética de Jaime Gil de Biedma y Alba preparada por el autor de este ensayo.
Jaime Gil de Biedma y Alba (Barcelona, 1929–1990). Selección de Juan Esquivel
Juan Manuel Esquivel (Ciudad de México, 1980) es licenciado en Ciencias de la Comunicación por el Tecnológico de Monterrey. Ha participado en talleres y cursos literarios en la Casa del Lago y otros centros culturales. Además de ensayo y traducción también escribe poesía, misma por la que ha sido invitado al programa Al compás de la letra en Radio UNAM. Actualmente es parte del comité editorial de la revista literaria Murmullo de Paloma y prepara su primer poemario.