Ensayo

Gerardo Diego: una relación entre la tradición y la vanguardia. Por Carlos Sánchez Ramírez, Emir

 

 

 

 

Gerardo Diego: una relación entre la tradición y la vanguardia

 

Carlos Sánchez Ramírez, Emir

 

 

La obra de Gerardo Diego (1896–1987) constantemente se ha divido en dos “estéticas”, como si una no tuviera relación alguna con la otra; por un lado, tenemos una poesía creacionista, escrita gracias a la amistad y correspondencia, en gran medida, con Vicente Huidobro; por el otro, una más allegada a los cánones líricos y, por ende, con una relevante exploración de la métrica practicada en lengua castellana: sonetos, silvas, romances, etc.  Algunos de los poemarios que, sin mayor problema, podemos incorporar dentro de la primera vertiente son Imagen (1922) y Manual de espumas (1924). Mientras que entre los libros de vena más tradicional encontraremos a Alondra de verdad (1941) y Canciones a Violante (1959). Los cuatro poemarios presentados son muy probablemente los mejores ejemplos para observar las estéticas aparentemente confrontadas, sin olvidar que ambas salen de la misma pluma.

En este ensayo analizaré el poema “No está el aire propicio…”, que se encuentra en Poemas adrede (1943). Lo que me interesa enfatizar en esta composición es la unión de dos estéticas, lo cual cumpliría no sólo con una transgresión, como comúnmente sucede, a la tradición, sino que también a la propia vanguardia a la que se adhirió el autor español. Antes de pasar a dicho análisis, daré muestra de cómo se han leído las dos facetas del autor y las particularidades de ello; asimismo, describiré el rompimiento de las vanguardias con la poesía decimonónica.

 

Gerardo Diego, autor tradicional pero vanguardista o vanguardista pero tradicional

 

 

 

El 25 de agosto de 1973, el conde de Buffon en su conferencia de ingreso a la Academia Francesa exclamó una de las sentencias más categóricas e importantes, en cuanto refiere a los estudios de arte y literatura: “el hombre es el estilo”[1]. Entonces, a partir de dicha enunciación, se podría pensar que probablemente hay tantos estilos como hombres y que difícilmente dos o más estilos pueden habitar al mismo hombre. Años después Foucault, está claro que había leído al conde de Buffon, expresa lo siguiente en su conferencia “¿Qué es un autor?”: “Un nombre de autor no es simplemente un elemento en un discurso […], ejerce un cierto papel con relación al discurso: asegura una función clasificatoria; tal nombre permite reagrupar un cierto número de textos, delimitarlos, excluir algunos, oponerlos a otros. ”[2].

Con lo anterior, debemos preguntarnos cómo entender la obra de Gerardo Diego, pues en este caso estamos frente a un autor que evade la idea de la univocidad del estilo, ya que en su escritura se agrupan textos disimiles. Al parecer, sus poemarios, ya antes mencionados, no sólo no dialogan, sino que además se confrontan. Debido a esto, varios de sus críticos han separado tajantemente su obra en dos: por un lado, la vanguardista; por el otro, la tradicional; Javier Díez de Revenga, a la vertiente más clásica de su poesía la nombra como relativa. Hay que señalar que Díez de Revenga es uno de los críticos más flexibles, ya que él observa que entre una y otra variante lírica existen puentes y escribe lo siguiente: “…entre ambas modalidades existe una constante permeabilidad”[3].

Debido a dicha división, algunos de sus críticos y lectores suelen, o solemos, beneficiar más a una estética que a la otra. Díez de Revenga asegura que “en la obra de Gerardo Diego, la faceta que tiene una mayor importancia histórica es, sin duda alguna, la de la vanguardista, que tiene en el poeta las características de marcada singularidad”[4]. No obstante, José Onrubia de Mendoza afirma lo siguiente:

Hemos dicho repetidas veces en privado, parece llegado ya el momento de que lo digamos en letra de imprenta que para nosotros ‘Gerardo Diego era el sonetista de la generación del 27’. Claro que la frase expuesta así, en aire de afirmación categórica, puede parecer acaso dogmática y magistral. Sin embargo, no por eso deja de ser cierta.[5]

Como se puede observar, a partir de las declaraciones, Gerardo Diego construyó desde diferentes estilos una poesía totalmente notable, tanto que las dos facetas tienen sus admiradores y defensores. De hecho, en cuanto a la línea más clásica, “El ciprés de Silos”, que es un soneto, ha sido una de las composiciones más celebradas de Gerardo Diego.

Como expresaba en el inicio, el poema que se analizará en este ensayo reúne de una manera muy distintiva dos manifestaciones literarias. Por eso, antes de pasar al análisis, hay que enfatizar el enfrentamiento de las vanguardias artísticas contra la tradición, sobre todo con aquellas expresiones más ordenadas y clásicas que esta impone; bien expresa Paz en Los hijos del limo que las vanguardias “son movimientos juveniles; […] son rebeliones contra la razón, sus construcciones y valores”[6].

 

No está el aire propicio…

No está el aire propicio para estampar mejillas

Se borraron las flechas que indicaban la ruta

más copiosa de pájaros para los que agonizan

Se arrastran por los suelos nubes sin corazón

y a la garganta trepa la impostura del mundo

 

No está el aire propicio para cantar tus labios

tu nuca en desacuerdo con las leyes de física

ni tu pecho de interna geografía afectuosa

Las tijeras gorjean mejor que las calandrias

y no vuelven ya nunca si remontan el vuelo

y aquí en mi cercanía tres libros se aproximan

abiertos en la página donde muere una reina

 

Qué dulce despertar el del amor que existe

y qué existencia clara la del ojo que duerme

velado por las alas remotas de los párpados

 

Pétalos de difuntas miradas llueven llueven

y llueven llueven llueven Me sepultan los pies

las rodillas el vientre la cintura los hombros

Van a enterrarme vivo van a enterrarme vivo

 

No está el aire propicio para soñar contigo[7]

 

La primera cualidad evidente en este poema es la supresión de los signos de puntuación, lo cual es significativo en cuanto que nos rememora a uno de los autores más transgresores del siglo XX: Guillaume Apollinaire. El autor francés realizó el mismo procedimiento en su poemario Alcoholes. Entonces, en una primera lectura se puede pensar que estamos simplemente frente a un poema de índole vanguardista. Además, reiterando esta postura, el receptor del texto difícilmente entenderá con plenitud lo que sucede en los versos; véase, por ejemplo, las siguientes imágenes presentadas en la primera estrofa:

 

Se borraron las flechas que indicaban la ruta

más copiosa de pájaros para los que agonizan

Se arrastran por los suelos nubes sin corazón

y a la garganta trepa la impostura del mundo (vv. 2 – 5)

 

En cuanto a la imagen, Octavio Paz opina que se debe entender esta, dentro del plano de la poesía, como una construcción plenamente mental y agrega que “la imagen constituye un escandalo y un desafío, también viola las leyes del pensamiento”[8]. Por ende, siguiendo a Paz, la imagen es condenada por la lógica. Por otro lado, es importante cómo Vicente Huidobro vislumbraba al poema creacionista, por ello adjunto el siguiente segmento de uno de sus manifiestos:

El poema creacionista se compone de imágenes creadas, de situaciones creadas, de conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse, en absoluto de la realidad ni de la veracidad anteriores al acto de realización[9].

Como se pude observar en dicho fragmento, Huidobro le da suma importancia a la imagen como una manifestación de la creación mental que, a su vez, se opone al mundo real y concreto. Asimismo, se manifiesta que la plasticidad en el poema “No está el aire propicio…” se logra gracias a que los campos semánticos presentes en el texto tienen una gran variación. Con lo expuesto hasta ahora, el poema podría ser leído, sin lugar a duda, como una representación de los postulados del autor chileno.

Antes de clasificar al texto lírico de Gerardo Diego, hay que hacer una observación detallada de la métrica. En primer lugar, es de acentuarse que todos los versos tienen el mismo número de sílabas, lo cual es bastante raro hallar en un poema de índole vanguardista y más si es creacionista. Esta repetición del número de sílabas en cada uno de los versos nos da un poema en verso blanco, ya que no existe rima. No obstante, no sólo eso es lo notable en cuanto a la métrica del poema, pues de igual modo estamos frente a un poema escrito en versos de catorce sílabas que además son alejandrinos; dicho con otras palabras, entre cada siete sílabas habrá una pequeña cesura que divide al verso en dos hemistiquios, esto se hace aún más evidente al ser leído en voz alta. A continuación, muestro gráficamente dicha cesura en un fragmento de “No está el aire propicio…”:

 

Las tijeras gorjean / mejor que las calandrias 7 + 7 = 14

y no vuelven ya nunca / si remontan el vuelo 7 + 7 = 14

y aquí en mi cercanía / tres libros se aproximan 7 + 7 = 14

abiertos en la página / donde muere una reina 7 + 7 = 14 (vv. 9 – 12)

 

El verso alejandrino, dentro de la lírica hispánica, tendrá un lugar muy importante en la tradición, ya que era el verso usado en la Cuaderna Vía por el Mester de Clerecía a finales del siglo XV en Castilla. Hay que tomar en cuenta que clerecía, como apunta Tomás Navarro Tomás, era el nombre al conjunto de conocimientos propios de la persona doctamente instruida[10]; por tanto, la clerecía se oponía a la poesía popular ejercida por los juglares. Algunas de las obras más relevantes en español escritas en esta forma son Vida de San Millán y Los milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo y El libro de buen amor del Arcipreste de Hita.

Con lo anterior, se observa que el poema no se puede tomar como un simple poema vanguardista, ya que no responde propiamente a lo manifestado por Octavio Paz y Vicente Huidobro; de hecho, “No está el aire propicio…”, desde el uso muy bien desarrollado de la métrica, se uniría más a una lírica de índole tradicional. Sin embargo, clasificarlo dentro de esta faceta sería un error de análisis, ya que se daría más valor a la forma que al fondo, olvidando así que la forma también es fondo.

Por otro lado, habrá que preguntarse cuál es el tema de la composición, si es que lo tiene. Por supuesto, lo que evidentemente el poema no tiene es anécdota, pero el tema en este caso es el amor; se ve claramente en el final del texto: “No está el aire propicio para soñar contigo”; además, la palabra amor o expresiones de este tipo ya se muestran en versos anteriores. Esto sería una segunda contradicción a las proposiciones del creacionismo. Bien expresaba Vicente Huidobro en su Manifiesto:

[El] poema es algo que no puede existir sino en la cabeza del poeta. Y no es hermoso porque recuerde algo, no es hermoso porque nos recuerde cosas vistas, a su vez hermosas, ni porque des criba hermosas cosas que podamos llegar a ver. Es hermoso en sí y no admite términos de comparación. Y tampoco puede concebírselo fuera del libro.[11]

Es decir, el amor como tema no puede ser relevante en dicha vanguardia, pues el amor es concebible fuera del libro, no ocurre sólo en la mente del poeta y, por tanto, es practicado por todos los seres humanos y dicho normalmente con las palabras del vulgo. El propio Gerardo Diego dice en su antología de poesía amorosa: “En rigor el más auténtico creacionismo persigue una poesía objetiva, incompatible con la confidencia amorosa”[12]. Dicha antología evidentemente no incluye este poema.

 

 

Conclusiones

 

A diferencia de lo propuesto por Díez de Revenga, este poema es difícil clasificarlo en algunas de las dos facetas diciendo, como expresa el crítico, que sólo está un tanto permeado por la vertiente opuesta. En este poema especialmente, no ocurre lo mismo en todo el poemario de Poemas adrede, nos enfrenamos a un texto que está muy bien equilibrado por dos estéticas confrontadas. Por lo tanto, clasificarlo es una tarea tanto tortuosa como, hasta cierto punto, inútil.

Por último, opino que el poema juega un papel de doble transgresión, ya que la imagen vanguardista y la supresión de la puntuación se enfrentan a la razón, la lógica y el orden. Sin embargo, a pesar de recuperar algunos valores del movimiento fundado por Vicente Huidobro, incluye en “No está el aire propicio…” una métrica y un tema que bien pudieron haber sido desacreditados por el creacionismo.

 

 

 

 

[1] Leclerc, George-Louis, conde de Buffon. “Discurso sobre el estilo”. Traducción de Alí Chumacero. Scielo: http://www.scielo.org.co/pdf/rei/v16n31/v16n31a15.pdf

[2] Foucault, Michel. “¿Qué es un autor?”. Traducción de Gertrudis Gavidia y Jorge Dávila. Repositorio Institucional de la Universidad de Los Andes: http://www.saber.ula.ve/bitstream/handle/123456789/15927/ davila-autor.pdf;jsessionid=FEADB417C4391647329DCD1BD1CE6C09?sequence=1

[3] Díez de Revenga, Francisco Javier. “Introducción”. En Antología de sus versos 1918 – 1983 de Gerardo Diego, p. 30. España: Espasa Calpe, 1996

[4] Diez de Revenga, Francisco Javier. “Introducción”. En Obras completas. Poesía. Tomo I, p. XXXI. España: Alfaguara, 1989

[5] Onrubia de Mendoza, José. Sonetos del siglo xx, p. 177. España: Bruguera, 1972

[6] Paz, Octavio. Los hijos del limo, p. 147. España: Seix Barral, 1990

[7] Diego, Gerardo. Poemas adrede. En Obras completas. Poesía. Tomo I, p. 381 España: Alfaguara, 1989. Uno de los errores más comunes con este poema ha sido ponerle puntuación, como se puede observar en diversas plataformas de internet. Sin embargo, las ediciones serias de la poesía de Gerardo Diego respetan la omisión de la puntuación.

[8] Paz, Octavio. “La imagen”. En El arco y la lira, p. 100. México: Fondo de Cultura Económica, 1998

[9] Huidobro, Vicente. “Manifiesto. Creacionismo” en Vicente Huidobro. Universidad de Chile: https://www.vicentehuidobro.uchile.cl/manifiesto1.htm, consultado el 18/02/2021

[10] Navarro Tomás, Navarro. “Clerercía”. En Métrica española. Reseña histórica y descriptiva, p. 81 España: Ediciones Guadarrama, 1972

[11] Huidobro, Vicente. “Manifiesto. Creacionismo”

[12] Diego, Gerardo. “Prólogo”. En Poesía amorosa 1918 – 1969, p. 20. España: Plaza & Janes, 1970.

 

 

 

 

 

 

 

Gerardo Diego Cendoya. (Santander, 3 de octubre de 1896-Madrid, 8 de julio de 1987). Poeta español miembro de la Generación del 27. Estudia Letras en la Universidad de Deusto, aunque se licencia en la Universidad de Madrid. En 1920 obtiene la plaza de Catedrático de Lengua y Literatura e imparte clases como profesor de instituto en distintas ciudades españolas, como Soria, Santander, Gijón o Madrid. Su actividad literaria comienza a una edad muy temprana, publicando en 1918 su primera obra, el cuento La caja del abuelo, en El Diario Montañés. Durante estos primeros años colabora en distintas publicaciones, como la Revista Grial, la Revista Castellana y diversas revistas vanguardistas - GreciaReflector o Cervantes. Su primer libro de poesías, El romancero de la novia, ve la luz en 1920. Durante su estancia en Gijón mantiene una gran actividad literaria, fundando las revistas Carmen Lola y manteniendo contactos con el resto de los integrantes de la Generación del 27. Este grupo de poetas se da a conocer tras la publicación en 1932 de su antología Poesía española: 1915-1931. Durante los años de posguerra Gerardo Diego continúa con su actividad poética con obras como Ángeles de CompostelaAlondra de verdad o Romances. Durante los siguientes años el poeta mantiene su intensa actividad, publicando nuevos libros, viajando y recibiendo numerosos homenajes y premios. En 1962 obtiene el Calderón de la Barca por su retablo escénico El cerezo y la palmera, su incursión en el teatro. El gran reconocimiento del autor llega en 1979 con la concesión del Premio Miguel de Cervantes, que comparte con Jorge Luis Borges.

 

 

 

 

 

Carlos Sánchez Ramírez (Ciudad de México, 1998). Estudia Lengua y Literaturas Hispánicas por la FFyL UNAM. Ha sido dos veces becario del Curso de Creación Literaria para jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas. Forma parte de la revista Taller Ígitur, de Crítica y Pensamiento en México y de Diótima.

 

 

 

 

 

 

 

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