Elizabeth Bishop (Estados Unidos): Un arte. Traducción y reinvención de Ilán Stavans
Este contenido fue publicado originalmente en la Alforja. Revista de Poesía, primavera 2004, número 28.
Elizabeth Bishop. Traducción y reinvención
ILÁN STAVANS
Sin la menor duda, Elizabeth Bishop (1911-1979), cuya sonoridad y sintáxis sucinta son admirables, es una de las mejores poetas estadounidenses. He sido asiduo lector suyo en el original desde que emigré a Estados Unidos a mediados de la década de los años ochenta. Además de atraerme su galaxia emotiva, desde el principio me inquietó sobremanera la relación que mantuvo La obispa —como la llamaban afectuosamente algunos intelectuales mexicanos— con América Latina. Vivió en Brasil por muchos años y fue allí donde perdió la inocencia. De hecho, Brasil fue su segundo hogar, o el primero; en agradecimiento, Bishop editó en 1972, junto con Emanuel Brasil, An Anthology of Twentieth-Century Brazilian Poetry. Las traducciones del portugués que se incluyen en ese volumen de poemas de Manuel Bandeira, Joâo Cabral de Melo Neto, Joaquim Cardozo, Carlos Drummond de Andrade y Vinícius de Moraes, y de cuatro sambas anónimas, son reinvenciones en el mejor sentido del término: poemas frescos, “redescubiertos” en el idioma de Shakespeare.
Pero la labor traductora de Bishop va más allá: entabló amistad en su madurez con Octavio Paz y su esposa Marie-José en Cambridge, Massachusetts; de Paz, Bishop tradujo cinco poemas: “The Key of Water”, “Along Galeana Street”, “The Grove”, “January First” y “Objects & Aparitions”. También conoció a Pablo Neruda y a otros poetas del ámbito hispanoamericano durante sus viajes por el continente. Si bien no siempre se dejó influir por ellos (a algunos los miró con sospecha), reaccionó, como pocos poetas estadounidenses, al clamor sinfónico que oscilaba de sur a norte.
Casi desde el momento en que descubrí a Elizabeth Bishop, he ido en busca de las versiones más auténticas de su obra a otras lenguas, las más sentidas, las más creativas. Así, he estudiado las traducciones al francés, alemán, portugués y castellano. Las que más me entusiasman son las de Paulo Henriques Britto, publicadas en São Paulo en 1999 en el libro Poemas do Brasil. Las mejores reinvenciones que conozco, sin dejar de ser fidedignas, son poemas nuevos, únicos, originales. El encuentro con ellos siempre despierta —o quiere despertar— en el lector una sensación de sorpresa.
En el mes de noviembre de 2002, la revista The New Yorker organizó en el corazón de Manhattan un festival dedicado a Bishop, en el que participé junto con Seamus Heaney, Robert Giroux, Helen Veldler, Robert Pinsky y Katha Pollit, entre otros. Mis colegas y amigos hablaron de su amistad con ella, el recuerdo de un encuentro fugaz en el salón de clase o en una oficina universitaria, una correspondencia ininterrumpida, etcétera. El primer libro de poemas de Bishop, algo afrancesado —como otros de aquella época— es del 1946 y se llamó North & South. Más de medio siglo después, como tributo del sur al norte, se me ocurrió traducir “One Art”, uno de mis poemas favoritos en general, del inglés al español. Pensé que de esta manera, el Nueva York actual, latinizado en sus entrañas como nunca antes, sería parte integral del homenaje. Al fin y al cabo, hoy por hoy América Latina ha tomado posesión de Estados Unidos… y viceversa. De cierta manera Bishop profetizó esa reconfiguración hemisférica.
“One Art” aparece en Geography III, de 1976. La versión que utilicé está en la página 178 de Elizabeth Bishop: The Collected Poems, 1927-1979 (1983). Doy primero el original. Mi versión busca establecer una conversación triangular no únicamente con Bishop sino con Paulo Henriques Britto, cuyo trabajo llegó a mis manos desde Porto Alegre gracias a mi amigo Moacyr Scliar.
Elizabet Bishop (Massachusetts, 1911 - Boston, 1979)
Traducción de Ilán Stavans
Un arte
El arte de perder no es un misterio;
tantas cosas contienen en sí el accidente
de perderse, pero perderlas no es nada serio.
Pierde algo cada día. Acepta, ligero,
las llaves extraviadas, la hora gastada inútilmente.
El arte de perder no es nada serio.
Después pierde más rápido, con criterio:
lugares, y nombres, y cuál era la escala subsecuente
de tu viaje. Nada de eso es serio.
Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira!, cedió
la penúltima de mis tres casas, o la siguiente.
El arte de perder no es nada serio.
Perdí dos ciudades, queridas ellas. Y el imperio
que era mío, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero nada de eso es serio.
Aun perderte a ti (la cariñosa voz, el gesto
que amo) no cambia nada. Es evidente
que el arte de perder no es un misterio
aunque parezca que es (¡Escríbelo!) muy serio.
One Art
The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother’s watch. And look! My last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.
—Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
Though it may look like (Write it!) like disaster.
Ilán Stavans. Nació en la Ciudad de México, en 1961. Ensayista. Estudió el doctorado en la Columbia University. Catedrático de la Columbia University y del Amherst College. Colaborador de Diario 16, El Búho y The New York Times. Premio Latino de Literatura 1992. Premio Gamma 1992. En 1994 fue nominado para el National Book Critics Circle Award for Excellence in Book Reviewing. Recibió la beca Guggenheim en 1998. Editor de la enciclopedia Collins q&a: The Ultimate Question and Answer Book, Latino History Culture (2007) y The Norton Anthology of Latino Literature (2010).