El Dios de Gonzalo Rojas: Por Alfredo Pérez Alencart

 

 

 

 

 

El Dios de Gonzalo Rojas

 

Alfredo Pérez Alencart

 

 

I

 

 

EL GRANDE VIEJOVEN DE LEBÚ

 

Premio Miguel Cervantes de las Letras, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Premio Octavio Paz, Premio Nacional de Literatura… No abundaré en datos biográficos y demás reconocimientos que en vida hicieron (tardíamente, bien es cierto) a mi buen amigo Gonzalo Rojas (1916-2011), un chileno universal no solo por su dimensión cultural, sino también por sus múltiples periplos por el mundo: sea por motivos exílicos derivados del golpe de estado de Pinochet, sea por invitaciones y trabajos en Europa, América o Asia.

Actualmente su obra es bastante conocida en España, pero recuerdo que cuando lo conocí en 1990, pocos, muy pocos sabían de él, salvo en círculos académicos o en pequeños grupos poéticos.

Comento esto, pues a raíz de los muchos premios, abundan los ensayos y comentarios sobre su obra. Pero se esquiva, en gran medida, una de las vertientes o ‘visiones’ que él nunca ocultó: su religación con Dios. Aprecien lo que escribía en 1943, en el poema “Algo, Alguien”:

 

¿Mío, mi Dios, el viento que sopla sobre el mar del tormento y del gozo,

el que arranca a los moribundos su más bella palabra,

el que ilumina la respiración de los vivientes,

el que aviva el fuego fragmentario de los pasajeros sonámbulos?

 

El viento de su origen

sopla donde quiere; mis alas

invisibles están grabadas en su esqueleto.

 

En este instante,

todos los hombres están oyendo mi golpe, mi palabra:

Los dejo en libertad.

 

Siempre joven de espíritu, Gonzalo se denominaba a sí mismo “viejoven”. Quienes lo conocimos, sabíamos de su profunda conexión con Dios. En años más recientes, algún periodista chileno le preguntó al respecto, y él no rehuyó responder: “Dios se enlaza con lo absoluto. Claro que uno tiene la formación católica, fuerte en Chile, y después se aparta de la ortodoxia en cuanto a lo eclesial y a todas esas pautas rituales un poco tercas y abusivas, al menos para uno. Pero se aparta sin abominar de Dios. No nos hagamos ilusiones. Todos esos niños, llámense Nietzsche o nuestro querido poeta Vicente Huidobro, cuando matan u objetan a Dios, en el fondo es por una gran preocupación. ¿Qué vas a saber tú del enigma tremendo del mundo, de afuera y de adentro? Lo desconocido existe”.

Antes, en su muy citado libro “La miseria del Hombre” (1948), dejaba constancia de la pequeñez del hombre respecto a Dios:

 

El hombre que quería ser Dios, se está muriendo desde el comienzo de sus días.

El guerrero que quiso toda la superficie del planeta,

se está muriendo.

El hombre que soñaba

la conquista del sol, se está cada mañana obscureciendo.

 

Todo, y todo,

y todo

se está muriendo de sí mismo.

 

 

CUATRO POEMAS CRISTIANOS

 

En esta primera parte acopiamos cuatro textos de varias épocas suyas. Al poeta le encantaba mezclar los tiempos, tenía total consciencia de la Ucronía, máxime en asuntos poéticos y/o espirituales

Gonzalo Rojas es un poeta cuya obra, en parte, está emparentada con la escritura de Juan de Patmos. Y en otra, no es que esté muy lejos de Juan de la Cruz.

 

IMAGO CON GEMIDO

 

1

 

Demasiado pétalo en el ruido, pintarrajeada

apariencia espacial, turbosílabas

que no alcanzarán el acorde

original de las nubes, por mucho

que me corte esta oreja y le diga a mi oreja: -Cállate,

oreja, hay que oír

con el ojo, pensar

pensamiento con la otra física

pineal, libre de lo salobre

del sentido, no andar huyendo de mi Dios, ser

uno mismo mi Dios, hablar con Él

despacito;

 

2

 

iban,

no sé, irían

a dar las tres en el aire

 

3

cuando Él llamó a Pedro y vino Pedro

por esa puerta, se sentó

en mi silla, escribió

en arameo, siguió escribiendo

por mí

llorando.

 

 

TODAVÍA TÚ

 

–“Helí, Helí

lamá sabaktaní”

aullido

rojo como el oxígeno

de la Especie, costado

abierto y torrencial de Quién;

esto

es mío, o

de otro?

 

Cuando vengas vendrás,

vendrás y estás viniendo en lo más alto de los gallos,

no sé

cómo decirlo, cómo

escribirlo con alquitrán en este muro.

 

 

WARUM, MEIN GOTT?

 

¿Dónde está el libro abierto con el cuadro del juicio?

¿Dónde la letra angélica tocada por la gracia?

¿Cuál de estos cuerpos guarda la tinta del vidente?

 

Oigo un coro en la lluvia de la luz afilada,

destapar mi sellada cara descolorida:

“Si mueres, qué te vale ganar el mundo entero”.

(1941)

 

 

VERSÍCULOS

 

A esto vino al mundo el hombre, a combatir

la serpiente que avanza en el silbido

de las cosas, entre el fulgor

el frenesí, como un polvo centelleante, a besar

por dentro el hueso de la locura, a poner

amor y más amor en la sábana

del huracán, a escribir en la cópula

el relámpago de seguir siendo, a jugar

ese juego de respirar en el peligro.

 

A esto vino al mundo el hombre, a esto la mujer

de su costilla: a usar este traje con usura,

esta piel de lujuria, a comer este fulgor de fragancia

cortos días que caben adentro de unas décadas

en la nebulosa de los milenios, a ponerse

a cada instante la máscara,

a inscribirse en el número de los justos

de acuerdo con las leyes de la historia o del arca

de la salvación: a esto vino el hombre.

 

Hasta que es cortado y arrojado a esto vino,

hasta que lo desovan como a un pescado con el cuchillo,

hasta que el desnacido sin estallar regresa a su átomo

con la humildad de la piedra,

cae entonces,

sigue cayendo nueve meses, sube

ahora de golpe, pasa desde la oruga

de la vejez a otra mariposa

distinta.

 

 

II

 

Un magno testimonio de Fe


DIOS SIEMPRE, PARA QUE QUEDE BIEN CLARO

 

Este inmenso poeta chileno, conocido y reconocido en todo el territorio de la lengua castellana, pero también traducido a muchas lenguas del mundo, ‘sorprendió’ a medio Chile cuando el 13 de octubre de 2010 escribió un rotundo artículo en El Mercurio, el más importante periódico de su país. El artículo, que trataba del rescate de los mineros, se tituló “Dios, los mineros y los chilenos”. El mismo constituye una pieza de profunda gratitud “al Dios que hay en mí…”, como dice en uno de sus poemas, pero también una llamada de atención hacia políticos y demás gente que busca achatar el poder del Señor sobre todo lo viviente.

Un año más tarde falleció mi querido Gonzalo, poeta admirado. Y yo tendría que ponerle como epitafio dos versos que él escribió para otra despedida: “…vuelve al verdor/ del otro Oxígeno, al Padre”.

Y para que nadie se extrañe de la vinculación de Gonzalo Rojas con Dios, reproduzco íntegro el artículo citado: “Para nosotros se ha escrito un porvenir abierto. Se nos debe en justicia la luz por dolor; y el dolor se hará estrella…”. Así hablaba Jaime Eyzaguirre en Hispanoamérica del dolor, medio siglo atrás.

¿Quién ha escrito ese porvenir? ¿Quién nos debe en justicia la luz? ¿Quién nos regalará esa estrella? Durante la extensa y emocionante tarea de rescate de los 33 mineros, los chilenos no han perdido de vista que detrás de esos dolores y trabajos, sólo Uno podía terminar bien la faena. Los mineros han invocado a Dios, sus familias han pedido a Dios, los rescatistas se han encomendado a Dios, las autoridades han confiado en Dios, los simples espectadores vamos dando gracias a Dios. Unánime: los chilenos de todas las religiones -mayoritariamente cristianos, fundamentalmente católicos- hemos pedido el suplemento divino a nuestros esfuerzos humanos. Como el 27 de febrero, como antes en Chaitén, como siempre en nuestra sufrida historia.

Es la afirmación popular del más sencillo y profundo sentido común en lo espiritual. Pero es una afirmación que ha sido también victoria rotunda. ¿Victoria sobre quiénes? Ante todo, sobre los que han repetido, frente a cualquier tragedia, que Dios nada tenía que ver con lo sucedido, que resultaba ‘niñoide’ afirmar que Dios lo había planteado como prueba o como purificación. Los ejemplos se repitieron: una tragedia ferroviaria, un terremoto devastador, un grupo de mineros sepultados, nada tenían que ver con los planes de Dios, nos decían. Han buscado convencernos de que los quereres divinos sólo se refieren a una solidaridad en terreno, pero que, puestos a vincularlo con los grandes dolores humanos, nada le importan, los deja venir e irse, no interviene, los contempla indiferente. Por eso, la masiva confianza en Dios es la derrota de los que promueven un Creador lateado, aunque quizás rezan todos los días ‘hágase tu voluntad’ y ‘líbranos de todo mal’.

También ha sido una victoria sobre los que se quejan de la frecuente invocación de Dios. Ya está bien de tenerlo en la punta de la lengua para cualquier cosa, nos han dicho. Y cada vez que oyen mencionar su nombre, curiosamente parecieran invocar a su favor el ‘no usarás su santo nombre en vano’. Pero no es el celo por el nombre divino lo que los mueve, sino, por el contrario, la inquietud por su extendida presencia en la palabra diaria de tantísimos compatriotas. Quisieran a Dios fuera de las palabras: así lo comenzarían a sacar de los pensamientos y lo irían borrando de la vida. Pero los millones de veces que en estos meses hemos dicho Dios, Jesús, Cristo… han triunfado sobre esa política que promueve al Dios ausente y que busca consumarse en un Dios olvidado.

Se les ha ganado también a los que han insistido en que Dios no tiene derechos que le puedan ser reconocidos en nuestra vida ciudadana. Como todo lo plantean en términos de concurrencias democráticas, piden para las mayorías derechos sobre las minorías. A Dios, con sólo tres votos -a lo más- lo dejan de lado como una exigua minoría, aunque bastantes seguidores se esfuercen por defenderlo públicamente. Tonterías, nos han dicho, son esas defensas de los derechos de Dios, de su imagen santa. Derechos tenemos los humanos sólo para lo humano, pero carecemos de derechos para defender lo divino, nos sugieren.

Pero el desmentido ha sido clamoroso: no ha habido ámbito de lo público en que no se haya usado el derecho humano a lo divino en estos días. La masiva demostración de fe ha confirmado la luminosa sentencia del no creyente Octavio Paz: ‘Las ideologías ocultan la realidad, pero no la hacen desaparecer; un día u otro la realidad desgarra los velos y reaparece”.

 

 

TRES POEMAS PARA SUMAR A SU RELACIÓN

 

Muchos críticos pasan de lado, esquivan la profunda relación de Gonzalo con Dios, su invocación constante a lo numinoso. Precisamente, en el poema titulado “Numinoso”, podemos leer: “No somos de aquí pero lo somos:/ Aire y Tiempo/ dicen santo, santo, santo”. Y en otro texto de su obra, el Poeta de Lebú y de Chillán, apunta: “..Del sin sentido al otro cordel no hay más/ que la madre, la soga livianísima/ de ida y vuelta a Dios para el rehallazgo…”.

He aquí los tres poemas para esta segunda parte:

 

 

ELOHIM

 

No discuto

cuántas son las estrellas inventadas por Dios,

no discuto las partes de las flores

pero veo el color de la hermosura,

la pasión de los cuerpos que han perdido sus alas

en el vuelo del vicio;

entonces se me sube la sangre a la cabeza

y me digo por qué

Dios y no yo, que también ardo

como Él en el relámpago

único de la Eternidad?

 

 

EL GRAN VIDRIO

 

Antimateria de los siete sellos, si este Vidrio se quiebra,

¿tendrá Tu Rostro y hablará por Tu Palabra?

 

Felices los terrestres

porque los días del abismo están contados

y el gran juego de venir

tendrá otra clave menos oscura, más natural,

de acuerdo a la fragancia de las rosas.

 

 

CRÍPTICO

 

Non est hic: surrexit. Hubo alguno una vez

y por añadidura otro en la identidad, fálico, fos-

fórico, frenético, ¿pero qué sabe hoy nadie de frenesí

ni pensamiento salvaje? Viñedo es el nombre

de la Vía Láctea para ordeñar

uva y amor, tiempo fresquísimo de pastores

antes del cataclismo ¿pero qué sabe

nadie hoy

de Patmos para ver

eso y escribirlo? No habrá milenio

ni computador, ángeles

habrá. Lo

mohoso es el cuchillo.

 

 

III

 

El dinero que aparta de Dios

LA SERPIENTE YA NO OFRECE MANZANAS

 

En nuestro tiempo la serpiente ya no necesita estar ofreciendo manzanas u otros frutos parecidos. La tentación es la del dinero, básicamente, pues el ser humano tiene especial predilección por adorarlo hasta las últimas consecuencias.

Claro que el dios Mammón ya está en los tiempos bíblicos. Sin abundar en los numerosos textos que tratan sobre la codicia que pervierte la voluntad de los hombres, bien podemos traer algo del Nuevo Testamento. Tanto Mateo (6:19-21; 24) como Lucas (12: 32-34; 16:13) nos recuerdan que Jesús alertaba contra aquellos esclavizados a las riquezas, amantes del dinero que genera injusticias sin fin, avaricias: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (…) Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.

El cristianismo conoce de memoria estas recomendaciones, es cierto, pero muy poco incide en ellas, en los pecados sociales, en los latrocinios permitidos o silenciados, en el afán malsano que por el dinero muestran muchos de sus seguidores. El clamor lo dejan para algunos temas de sexualidad, pero casi nadie levanta la voz contra la opresión del dinero, de las ganancias mal habidas derivadas de prácticas corruptas, fraudes bancarios “legalizados”, desahucios…

Ahí no impera la Palabra sino la ideología y el partido político al que se ha votado y al que defienden con un fervor denodado. Y cuando alguno sale por ahí para cumplir con lo pedido por Jesús, de inmediato surgen los alegatos, cual vituperios: “comunista”, “teólogo de la liberación”, “izquierdista trasnochado”…

Estamos en pañales todavía en esto de cumplir Todo lo que nos pide el Amado galileo.

 

 

“LA PESTE ES EL DINERO”: POSTURA INCLAUDICABLE

 

Gonzalo Rojas, inolvidable poeta chileno (1917-2011), primó siempre su opción por los pobres, por los de abajo, esos desamparados como lo había sido él, huérfano desde pequeño, cuando murió su padre, un minero del carbón en el sur de su alargado país.

Ahora bien, cabe destacar que en su extensa obra poética nunca encontraremos poesía panfletaria, de consigna política. Es más, lo suyo es lo Numinoso, el fragor y el ritmo de la Palabra, el Eros sagrado… Pocos textos tiene que se puedan adscribir a la poesía cívica, y los mismos nunca son memoriales prosaicos y evidentes, de escritura automática.

Dentro de esta vertiente suya podemos encontrar tres poemas que tratan del dinero desde un aliento bíblico. Y son de épocas muy distintas: “El dinero”, por ejemplo, integra su libro “La miseria del hombre”, publicado en 1948. Pero esta postura inclaudicable la mantiene toda su vida, como cuando en una entrevista que dio poco antes de fallecer, donde manifiesta esa ética cristiana que siempre le acompañó: “El conformismo se funda para mí en la aceptación de la pudrición o de la podredumbre o de la peste. Y la peste es el dinero. Se ha desjerarquizado todo, porque el dinero lo ha podrido todo”.

Otro de los poemas que ahora añado a la antología es “El testigo”, publicado en 1964 y que contiene un evidente parentesco con las enseñanzas del Evangelio, además de referirse a Cristo como “el Pobre de los Pobres” y ponerlo en el escenario chileno de entonces, tan proclive a los dólares que reparte la serpiente.

Además, en un texto de los años noventa, Gonzalo Rojas vuelve a insistir en su Cristo y en la queja del olvido a que se le somete por imperio del dinero, del dólar imperial:

 

Ictus, mi Ictus. Dél

venimos, de su temblor

de pez sigiloso venimos nadándonos por dentro

hasta ser; después lo olvidamos,

flaqueamos y lo olvidamos,

dólar y más dólar lo olvidamos.

 

 

TRES POEMAS DE ALIENTO BÍBLICO

 

Si los poemas ya citados justifican esta entrega, lo cierto es que el tercero, “Cuatro novelas”, sirve para reflejar el espíritu cristiano de no amoldarse al hartazgo, a las ganancias rápidas, al éxito fácil. Aquí les dejo con Gonzalo:

 

 

EL TESTIGO

 

Arauco desde el fondo de la historia

le dijo al miedo abiertamente ¡no!

No pasará la araña por el ojo.

La araña con su tela tenebrosa. No pasarán los ricos

por el ojo difícil de la aguja.

 

Si el Pobre de los Pobres

este viernes chillante de cien mil automóviles, la noche

farisea del aire, en el aullido

del lujo, y la arrogancia, ¡si el mudo compañero!

 

Voy solo en el torrente como un testigo inútil. Llorarían

las piedras de vergüenza. Crucifícale.

Dólares y más dólares veloces la serpiente

que crece y crece y crece con el miedo. Voy solo

apurando este cáliz, pueblo mío.

 

 

EL DINERO

 

Yo me refiero al río donde todos los ríos desembocan,

al gran río podrido,

donde vienen a dar nuestros pulmones que hemos criado para el aire,

al río coagulado que lleva en su corriente sanguínea los despojos

de nuestra libertad: todas las rosas

en sus alcantarillas comerciales,

las rosas del placer y de la dicha, las rosas de una noche

que se abrieron a todos los sentidos,

depositadas hoy en las aguas viscosas, donde las siete plagas

nos manchan y nos muelen, nos consumen, nos comen

con sus dientes inmundos bajo el beso y la risa del encanto.

El río entra en nosotros,

y nosotros entramos en el río.

Es una guerra a muerte, como la del microbio

que nos roba el color de nuestra sangre,

a cambio del sustento con que nos embrutece, y nos permite

unas horas de amor después de la fatiga del trabajo.

Cuando al amanecer saltamos al abismo

desde el confort caliente de nuestros blancos lechos,

y ponemos los pies sobre las cosas,

abrimos la ventana para mirar el cuerpo

de nuestra realidad, y antes que salga el sol

sale para nosotros la lividez del río,

el aliento malsano del río de la muerte

que nos cobra intereses por velar nuestra noche.

Por las noches, las prostitutas lo enriquecen,

los criminales que entran a casa de sus víctimas

con la muerte en los ojos, los avaros que creen

aprovecharse de él, y son las pobres pústulas

de este infinito río reventado

como llaga monstruosa.

Todos los miserables contribuyen

al desarrollo, al crecimiento informe

de este charco sin término.

Los Bancos y los Templos abren sus grandes puertas

para que pase el río.

Todo se normaliza para que el río reine sobre vivos y muertos

y de todos los ojos que corren por las calles

sale el color maligno de su agua purulenta,

y de todas las bocas sale el olor del río.

Comemos, trabajamos por el honor del río

y el día que morimos, nuestra mísera sangre

es devorada por el río,

y nuestros duros huesos que parecían dignos de la tierra

también sirven al río

como otros tantos testimonios

de su poder, que pone blandas todas las cosas.

¿Cómo parar su cauce envenenado,

cómo cortar las grandes arterias de este río

para que se desangre de una vez, y eche abajo

las tiendas y los tronos

que vive construyendo sobre nuestra miseria?

Pero no lo gritemos. Que él sabe nuestra suerte,

él es la institución y la costumbre,

él vence los regímenes, demuele las ideas,

él mortifica al pobre, pero revienta al rico

cuando no se somete a lamer su gangrena,

él cobra y paga, sabe lo que quiere

porque es la encarnación de la muerte en la tierra. 

 

 

CUATRO NOVELAS

 

Quiso la fortuna de la prosa serme a

ratos propicia, escribí

cuatro novelas

al contado violento, me hice rápido

rico pasándolas al fósforo de la filmación, olí

mujeres de diamante, escalé

rascacielos más allá de

W. Street, llegué a la punta

de los dólares, todo gracias a

la serpiente, me

fasciné, me harté

de hartazgo.

Demasiado

fulgor no hace hombre, pensé. Prefiero

resuello de perdedor: esta, por ejemplo,

casa de tablas, cuyo parentesco

mortuorio y ataúdico yo no más me sé.

 

 

IV

 

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios?


NADA HUMANO AJENO AL EROS

 

El Eros sublime forma parte de lo Sagrado. Y antes de que algún mojigato se escandalice, recuerde la Biblia y especialmente uno de sus libros más hermosos: El Cantar de los Cantares. Y si todo libro que se contiene en el Libro de los Libros es inspirado por Dios, lo verdadero entonces es que Dios derrochó con nosotros su seminal pulsión erótica.

(Digresión: Mientras sale un nuevo libro de Stuart Park, dedicado esta vez al Cantar atribuido a Salomón, recomiendo la magnífica exégesis de José Grau: El más inspirado cántico de amor).

Pero vayamos a la poesía amorosa de Gonzalo Rojas, otra de las vertientes de la obra escrita por el notable poeta chileno. Y nada de conjeturas, habiendo testimonios directos del autor: “Alguna gente me ve como un poeta erótico, pero es que no hay nada humano ajeno al Eros. Sin embargo detesto el ‘eros vil’, el eros sucio y bajo. En mi poesía de amor lo sacro es siempre lo luminoso, aunque existe una íntima relación con ese Eros que forma parte de lo humano”.

Se trata del Amor, en este caso a la pareja, como cuando en el poema titulado precisamente “El amor”, Gonzalo confiesa:

 

Mírala. Es cosa frágil pero yo la elegí

entre todas las hijas de mujer, como Dios

a su estrella más pura, para que arda en el viento

de mi gran desamparo…

 

 

BASE BÍBLICA DE SU POESÍA AMOROSA

 

En esta parte, como en las tres anteriores, vamos ‘descubriendo’ cómo la poesía de Gonzalo Rojas tiene innumerable anclajes bíblicos, algo poco analizado por tantos y tantos exégetas de su obra. Se pasa de puntillas sobre su relación con Dios, se elucubran teorías sobre cuestiones peregrinas, pero no se ve ni se expone lo evidente.

No quiero abundar en la base bíblica de su poesía amorosa, pues la misma relumbra para cualquiera que haya leído la Palabra, como lo hizo Gonzalo. Por ejemplo, su poema “Qué se ama cuando se ama”, antologado en muchas lenguas del mundo, tiene buena parte de su fuente tanto en 1 Reyes como en el Cantar.

Recordemos, tratándose de Salomón: “Y tuvo setecientas mujeres reinas, y trescientas concubinas” (1 Reyes 11:3); o también el Cantar 6: 8-10: “Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, / Y las doncellas sin número;/ Mas una es la paloma mía, la perfecta mía; / Es la única de su madre, / La escogida de la que la dio a luz./ La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada; / Las reinas y las concubinas, y la alabaron”.

Pero, por si alguien tuviera dudas de la procedencia de esa poesía que críticos mundanos se solazan de catalogar como erótica, baste el título de un texto publicado por el propio Rojas: “Paráfrasis”. Y de cierto que es una paráfrasis de Cantar 1: 9: “A yegua de los carros de Faraón /  Te he comparado, amiga mía”. Y en el poema “Pareja humana”, pide a dios que le abra (a él y a su pareja) de una vez, tal como ese otro texto bíblico: “Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía…”. (Cantar 5:2).

 

 

CUATRO POEMAS DE AMOR

 

Leamos de nuevo a Gonzalo Rojas, explicando su poesía amatoria: “Yo no soy un poeta erótico. Yo escribo desde la Palabra para exaltar el cuerpo. Para mí el placer es algo sagrado. El parto es algo sagrado. Hay otros poetas que escriben sobre erotismo, yo soy un poeta que escribe sobre el cuerpo”.

Y ante otra repregunta, amplía su comentario el poeta de Lebú y de Chillán: “Sí, vuelto por un lado hacia lo sacro y, por otro lado, hacia lo sensual, pero que es más bien una sensualidad atada a lo sacro. Por eso, en mi lectura pública en Madrid, dije que para entender la poesía amorosa no bastaba con leer ni a Darío, ni a Bécquer ni a Neruda, exponentes de la poesía amorosa, sino a los místicos españoles, a Juan de Yepes, a Teresa de Jesús…, porque esos, al fondo, conocían muy bien el cuerpo. Eran unos poetas, que por muy santos que fueran, tenían un sentido muy claro del cuerpo”.

Gonzalo Rojas es un poeta que Ama con el cuerpo, pero también con todas las potencias que Dios supo donarle. Con él lo sensual tiende a lo sagrado: el Eros es sagrado.

He aquí una breve muestra de poesía amorosa religada a la Biblia y al Dios que Gonzalo supo reivindicar como suyo.

 

 

¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?

 

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida

o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué

es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,

o este sol colorado que es mi sangre furiosa

cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

 

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer

ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,

repartido en estrellas de hermosura, en particular fugaces

de eternidad visible?

 

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra

de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar

trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,

a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

 

 

CÍTARA MÍA

 

Cítara mía, hermosa

muchacha tantas veces gozada en mis festines

carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles,

toquemos para Dios este arrebato velocísimo,

desnudémonos ya, metámonos adentro

del beso más furioso,

porque el cielo nos mira y se complace

en nuestra libertad de animales desnudos.

 

Dame otra vez tu cuerpo, sus racimos oscuros para que de ellos mane

la luz, deja que muerda tus estrellas, tus nubes olorosas,

único cielo que conozco, permíteme

recorrerte y tocarte como un nuevo David todas la cuerdas,

para que el mismo Dios vaya con mi semilla

como un latido múltiple por tus venas preciosas

y te estalle en los pechos de mármol y destruya

tu armónica cintura, mi cítara, y te baje a la belleza

de la vida mortal.

 

 

ARÁFRASIS

 

Mi amor lo duermo en palisandro con mi desnuda

en el destierro, una sábana

por cristal encima;

a yegua

de Faraón la he comparado

por las piernas largas de su vuelo,

alados los tobillos

sin más ajorcas que el diamante

finísimo del frescor, veloces

los dos besos de sus pies;

a yegua

fragante de Faraón la he comparado.

 


PAREJA HUMANA

 

Hartazgo y orgasmo son dos pétalos en español

de un mismo lirio tronchado

cuando piel y vértebras, olfato y frenesí tristemente tiritan

en su blancura última, dos pétalos de nieve

y lava, dos espléndidos cuerpos deseosos

y cautelosos, asustados por el asombro, ligeramente heridos

en la luz sanguinaria de los desnudos:

un volcán

que empieza lentamente a hundirse.

 

Así el amor en el flujo espontáneo de unas venas

encendidas por el hambre de no morir, así la muerte:

la eternidad así del beso, el instante

concupiscente, la puerta de los locos,

así el así de todo después del paraíso:

–Dios,

ábrenos de una vez.

 

 

V


Dios y la larga niñez sagrada

DIOS EN TODAS PARTES

 

Basta una lectura rápida a la obra toda del chileno Gonzalo Rojas para constatar que Dios está siempre presente en su magnífica poesía. En esta serie he abordado, hasta ahora, cuatro vertientes, pero podría seguir y seguir. Por ejemplo, su relación con la música. El poema “Alta, muy alta, vuela la gaviota” empieza así: “Y por traerme el arpa, a mi Dios me has traído”. En otro texto, esta vez titulado “Para órgano”, el comienzo ‘suena’ así:

 

Tan bien que estaba entrando en la escritura de mi Dios

esta mano, el telar secreto, y yo dejándola

ir, dejándola

sin más que urdiera el punto del ritmo, que tocara y tocara

el cielo en su música…

 

Pero también cuando se refiere al Viento, como en el poema “Pasto del verano”, donde anota: “Entre mucha merced va el agua en la vibración/ de la transparencia y hoy es martes, y/ corre sur que es el viento/ que viene de Dios…”. Y ya, para ir terminando la enumeración de estas otras posibilidades de abordaje, resaltar cómo conjuga la música de las palabras con la escritura, pero entroncándolas con lo Sagrado. En el poema “Concierto”, encontramos estos versos:

 

Entre todos escribieron el Libro, Rimbaud

pintó el zumbido de las vocales, ¡ninguno

supo lo que el Cristo

dibujó esa vez en la arena!…

 

En “Desocupado lector”, poema muy estimado por críticos y estudiosos, habla de las muchas heridas que tiene el mundo, en todo lugar y tiempo. Y por ello cumple con informar que todo es herida, como va diciendo al principio, para luego resaltar que, también,

 

…el sol

es herida, Nuestro Señor

sentado ahí entre los mendigos con esa túnica irreconocible

por el cauterio del psicoanálisis

es herida, el Quijote

a secas es herida…

 

Finalmente, en el poema “El domingo en persona soñé con Juan de Yepes”, homenajea su admirado San Juan de la Cruz, escribe: “Soñar con mariposa es párpado,/ con abismo/ destello, con Juan tirado ahí encima/ de los tablones de su celda aura/ y sílaba hambreada de Dios,/ encantamiento/ con desollamiento,/ música/ con espinas a eso/ de las 6,/ piel al Uno unido…”.

 

 

NIÑEZ Y RENIÑEZ: EL GRAN ENCANTAMIENTO

 

Del relámpago le vino la certeza de Dios, cuando niño. Pero el poeta chileno sabía que desde el vagido hasta el último suspiro y el velorio, lo cierto es que ciertos seres se instalan en el asombro de la infancia, tan necesario de mantener para todo cristiano que se precie, pues sabe que así lo recomienda Jesús en su Evangelio, como bien nos recuerdan Mateo o Marcos: “Dejad a los niños que vengan a mí, porque de los que son como estos es el Reino de los Cielos. Después, les impuso las manos, y se fue de allí”; “Y abrazaba a los niños, y los bendecía imponiendo las manos sobre ellos”; “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a pequeños”; “Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos, y les dijo: Y el que reciba a un niño como este, en mi nombre, a mí me recibe”; De la boca de los niños, y de los que aún maman, te preparaste la alabanza”… y muchos otros pasajes, además de las predicaciones de Pablo.

Rojas tiene muy presente esta vuelta no solo a la infancia sino al principio. En el poema “Desnacido de mí”, escribe:

 

…De ser otra vez Palabra como al principio

en el gentío-Mundo cuando la resurrección

era agua y todo era agua y se decía

entre la lluvia paloma

y todo era paloma…

 

He aquí el testimonio del propio Gonzalo: “Vivimos tiempo que ni se detiene, ni tropie­za, ni vuelve. Pero no dejo de tener diez años -qué voy a hacerle- y allí mismo está Dios, y la iluminación de lo absoluto. Larga niñez sagrada, fundamento de mis visiones. Visiones reventadas a los quince cuando se abre el abismo a mis pies, a mis costados, y estoy solo en el Hoyo igualmente absoluto”.

Así es como sigue el consejo de Jesús: “Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como este niño será el más grande en el Reino de los cielos” (Mt 18, 1-4). Y anota, en el poema en prosa titulado “La reniñez”:

 

 

LA RENIÑEZ

 

Dicen que el siglo se va, que el milenio se va, ¿cuál milenio?, ¿cuál siglo? ¿De la era de qué? A lo mejor debiera uno callarse. Pero no. Todavía no. Por lo menos todavía no.

Estoy viviendo un reverdecimiento en el mejor sentido, una reniñez, una espontaneidad que casi no me explico. Es como si yo dejara que escribiera el lenguaje por mí. Parece descuido, y es el desvelo mayor. Estoy dejando que las aguas hablen, que suban las aguas, y que ellas mismas hablen.

Cuando en 1992 le concedieron el Premio Nacional de Literatura de su país, meses después de haber obtenido el Premio Reina Sofía, le entrevistaron en El Mercurio. Entonces se explayo respecto a la reniñez: “¡Ahhhh la reniñez! La verdad es que cuando uno sobrepasa los sesenta y cinco, tal vez los setenta años, empieza a proyectarse de un modo imaginativo más lozano, más fresco. Los sentidos parecen más alertas para recibir las cosas. Por lo menos a mí me ha ocurrido y una prueba de eso es que ahora mismo estoy escribiendo cosas que tienen una vibración, una vivacidad tal vez mayor que cuando escribía desde ciertos rigores de mi edad adulta. La reniñez es indispensable, tanto como lo es la niñez. En el fondo es un rescate de ella. Sólo el niño tiene esa disposición preciosa de la admiración, del asombro, del sentirse golpeado a cada instante por la realidad. Este plagio que yo llamo reniñez, es como un gran encantamiento”.

 

 

SÍ, HAY DIOS, Y HABLO CON ÉL DESPACITO

 

En una y otra entrevista, cuando le preguntaban al respecto, Gonzalo no oculta ni se avergüenza de su religación con Dios: “Soy religioso en el sentido hondo, en el sentido de religare. Claro: yo creo en el misterio; o también: “Sí, hay Dios, y me está viendo ahí, y hablo con Él despacito”. Con esto último pareciera estar respondiéndose él mismo a la pregunta que se hace en unos versos del poema “Alcohol y sílabas”: “¿Hay Dios/ en esta quebrazón de copas, o lo que va a estallar/ es el mundo?”.

No estalló el mundo y Gonzalo, desde abril de 2011, musita sus versos al Dios que amó y con el que tuvo alguno que otro roce, como todo hijo con su padre, como el Job primero que nos muestra la escritura. Por allí estará silabeando su poema preferido:

 

AL SILENCIO

 

Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,

todo el hueco del mar no bastaría,

todo el hueco del cielo,

toda la cavidad de la hermosura

no bastaría para contenerte,

y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera

oh majestad, tú nunca,

tú nunca cesarías de estar en todas partes,

porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,

porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,

y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro. 

 

 

LOS POETAS, NIÑOZ EN CRECIMIENTO TENAZ

 

Pero volvamos al tema que nos convoca, la niñez y la reniñez, pero también la poesía, ese oficio mayor tan entroncado a Dios y al misterio. Así, el texto “Los verdaderos poetas son de repente”, que lleva como epígrafe: “Sobre un acorde de Chihuahua:/ Los niños en el río/ miden el fondo/ de la transparencia”, el poeta de Lebú y de Chillán traza los perfiles que se conjugan en todo poeta que atiende a lo Sagrado:

 

 

LOS VERDADEROS POETAS SON DE REPENTE

 

Los verdaderos poetas son de repente:

nacen y desnacen, dicen

misterio y son misterio, son niños

en crecimiento tenaz, entran

y salen intactos del abismo, ríen

con el descaro de los 15, saltan

desde el tablón del aire al roquerío

aciago del océano sin

miedo al miedo, los hechiza

el peligro.

 

Aman y fosforecen, apuestan

a ser, únicamente a ser, tienen mil ojos

y otras mil orejas, pero

las guardan en el cráneo musical, olfatean

lo invisible más allá del número, el

vaticinio va con ellos, son

lozanía y arden lozanía.

 

Al éxtasis

prefieren el sacrificio, dan sus vidas

por otras vidas, van al frente

cantando, a cada uno

de los frentes, al abismo

por ejemplo, al de la intemperie anarca,

al martirio incluso, a las tormentas

del amor, Rimbaud

los enciende:

“Elle est retrouvée

Quoi? L’Éternité”

Pero la eternidad es esto mismo.

 

Hacerse como niños para entrar al Reino de los Cielos, como pedía Jesús a sus seguidores; niños en crecimiento tenaz, los poetas para Gonzalo: “Esa es una de las características del verdadero poeta. Y se crece hasta el día final y tal vez hasta más allá del día final. El poeta, en el fondo, es un gran adolescente. Está incesantemente creciendo, pero en cuanto a niño, no para llegar a ser adulto. De allí esa dimensión de estabilidad esencial de las infancias”.

Cuando cumplió ochenta años escribió el bello poema titulado “Ochenta veces nadie”, donde, además de ratificar sus ideas sobre el alumbramiento constante, su capacidad de asombro gracias a la reniñez, también reafirma su creencia en que los poetas son de repente, por los siglos de los siglos. Aquí un fragmento:

 

¿Y?, rotación y

traslación, ¿nos

vemos

el XXI? ¿Nos

vamos o

nos quedamos? Van 80,

y qué.

(…)

Los

verdaderos poetas son de repente: nacen

y desnacen en cuatro líneas, y

nada de obras completas…

 

Por ello, unos años después y mientras recibía el Premio Cervantes, supo seguir hablando de esa niñez necesaria para el ser humano, tal y como pedía Jesús:

“Encima de los ochenta –ya destemporalizado y desespacializado- sigo intacto, creo que sigo intacto, nadando en el oleaje de las pubertades cíclicas, de encantamiento en encantamiento y de desollamiento en desollamiento. Nada me desengaña y el mundo me ha hechizado, sin insistir en la cuerda de Quevedo. Ni en la de Huidobro que nos hizo viejóvenes para siempre”.

Dios tuvo un poeta llamado Gonzalo Rojas. Y nosotros seguimos leyendo a este reniño que se fue hacia las más altas estrellas.

 

 

 

 

Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). Poeta peruano-español y profesor de la Universidad de Salamanca desde 1987. Fue secretario de la Cátedra de Poética Fray Luis de León de la Universidad Pontificia de Salamanca (entre 1992 y 1998), y es director, desde 1998, de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Poemarios suyos publicados son:  La voluntad enhechizada (2001); Madre Selva (2002); Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003); Pájaros bajo la piel del alma (2006); Hombres trabajando (2007); Cristo del Alma (2009); Estación de las tormentas (2009); Savia de las Antípodas (2009); Aquí hago justicia (2010); Cartografía de las revelaciones (2011); Margens de um mundo ou Mosaico Lusitano (2011); Prontuario de Infinito (2012); La piedra en la lengua (2013); Memorial de Tierraverde (2014); Los éxodos, los exilios (2015), El pie en el estribo (2016); Ante el mar, callé (2017) y Barro del Paraíso (2919). Su poesía ha sido parcialmente traducida a 50 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía Vicente Gerbasi (Venezuela, 2009), el Premio Jorge Guillén de Poesía (España, 2012), el Premio Humberto Peregrino (Brasil, 2015), el premio Andrés Quintanilla Buey (España, 2017) y la Medalla Mihai Eminescu (Rumanía, 2017), entre otros.