Ensayo

Diáspora cultural entre México y China. Relaciones afectivas desde el Virreinato hasta la actualidad. Por Fernando Salazar Torres

 

 

 

 

Diáspora cultural entre México y China.

Relaciones afectivas desde el Virreinato hasta la actualidad.

 

Fernando Salazar Torres

 

 

La República Popular China, o bien, a secas, China, es un Estado soberano situado en la Asia Oriental, es el país más poblado del orbe, con alrededor de 1,395 millones de habitantes, y es la primera potencia económica mundial por P.I.B., en términos de la paridad del poder adquisitivo. Igual que otras grandes civilizaciones como la egipcia, la babilónica o mesopotámica, la china es una cultura milenaria. Algunos afirman que la imprenta no fue obra de Johannes Gutenberg durante el Medioevo, sino un invento de la antigua China. Fue Bi Sheng quien preparó el primer sistema de imprenta de tipos móviles. Ejemplos varios como estos pueden señalarse solamente para destacar la importancia e impacto, para el mundo, de este país ancestral. Sin embargo, ¿qué es China para México? ¿Qué vínculos nos acercan con ese país del lejano Oriente? ¿Cuáles son y en qué consisten las relaciones culturales y afectivas entre ambos países? Solamente hay que recordar que el viaje inicial de Cristóbal Colón fue con el plan de llegar a las Indias Orientales. Después del hallazgo del genovés en el año de 1492, Hernán Cortés, con el permiso y ayuda de la Corona Española, emprendió el viaje para conquistar México un 18 de febrero de 1519. Tras establecer la Nueva España los medios de Evangelización a través de la religión y la lengua española, en 1527 manda las primeras expediciones a Filipinas, empresa que siempre se vio frustrada. Así, pues, la relación entre Asia y América, en particular entre China y México, puede rastrearse desde la Colonia, aproximadamente hace 500 años, medio milenio en los cuales los vasos comunicantes tanto políticos, económicos y culturales, hermanan ambas civilizaciones, en apariencia, tan divergentes.

Paralelamente, durante ese mismo periodo, es decir a fines del siglo XIV, China quedó unificada bajo la dinastía Ming y, por casi 300 años, fue un periodo sin guerra ni contratiempos, se vivía en paz y, entre otras razones, el arte y la literatura progresaron de manera significativa, en particular la dramaturgia aunque el teatro chino data antes del arte griego, muy anterior a Esquilo y Sófocles, no obstante su esplendor se logra al final de la Edad Media. El arte teatral es sumamente complejo, solo por señalar que la composición escrita es inferior al acto representativo en el cual cada gesto y movimiento tienen un nombre muy puntual y específico.

Ahora bien, la comunicación transpacífica con las Islas Filipinas, en 1565, desarrolló importantes procesos culturales, económicos y migratorios entre la Nueva España y Asia, no obstante ese primer lazo ocurrió en términos de conquista y colonización. La migración transpacífica de asiáticos libres a la Nueva España, entre los años 1565-1700, registrada en la Caja de Real Hacienda de Acapulco, testimonia a mozos y ayudantes, es decir, servidumbre como la actividad principal de los chinos en la antigua Tenochtitlán.

Hay historiadores especialistas en los emperadores de la dinastía Liang, que va del año 420 al 618 D. C. Esta dinastía compiló su historia en 230 volúmenes, colección conocida por el nombre de Anales de la dinastía Liang. En alguna parte de esta monumental herencia cultural se describe un viaje a proverbiales y lejanas tierras cuyo nombre es Fusang. Este territorio corresponde a lo que es la costa de California y México. Fusang  (扶桑, pinyin: fúsāng) queda descrito en dicho documento de la siguiente manera: "árbol mitológico cuyas hojas se parecen a las de la Aleurites cordata, con frutos semejantes a las peras pero de color rojo, y los retoños, a los brotes de bambú". Parece ser que están hablando del henequén, planta abundante alrededor de las costas de California, al sur de Canadá, en suma, lo que antiguamente era territorio mexicano.

En el año de 1571 comienza el Nao de China o El Galeón de Manila, así fueron llamadas las naves españolas que partían de la Nueva España y atravesaban todo el océano Pacífico, una o dos veces por año, hasta Manila, es decir, el recorrido era entre Filipinas y México. Esto ocurría, principalmente, en los puertos de Acapulco, en La Bahía de Banderas, en San Blas y en Cabo San Lucas. De esta manera empezaron las relaciones entre China y México, la bilateralidad inicial fue el comercio y la economía. Además de lo anterior, existe otro vínculo, la del idioma, pues todavía en los albores de la Independencia de México, fray Servando Teresa de Mier continúa especulando sobre las raíces chinas en la lengua náhuatl y varias influencias orientales, por cierto indiscutibles considerando lo previamente dicho; por lo demás, también existe algún tipo de influencia o asimilación oriental en los cultos mexicanos, creando una identidad analógica, yo diría multicultural, la pluricultura fue manifiesta desde los primeros días de la Conquista, basta con saber que el encuentro entre ambas culturas ni siquiera se dio entre dos hombres que hablaran el español vulgar o alguna lengua indígena, sino mediante la bella lengua árabe, el Nuevo Mundo y el Viejo Mundo se encontraron vía lengua extranjera. Bernardo de Balbuena, en Grandeza mexicana, habla del auge absoluto de la época novohispana en el territorio mexicano al hablarse todas las lenguas del planeta.

Ahora bien, a la postre de la Independencia de México, las relaciones entre ambos países continuaron, ejemplo de esto es que el 14 de diciembre de 1899 se firmó, en Washington, el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre China y México. Como parte de esta amistad, existe un hecho verdaderamente relevante hasta nuestros días, hablo del Reloj Chino ubicado entre las calles de Bucareli y Atenas en la ciudad de México. Es el regalo del último Emperador chino, Puyi, que ofreció en el centenario de la Independencia de México. 1910, entonces, se vuelve una fecha importante, pues previo a esto fue la misma comunidad de chinos avecindados en el país quienes se ocuparon de la construcción de la torre donde se colocó el reloj. Por si esto fuera poco, la Revista China Hoy Latinoamericana ayudó a financiar la remodelación del reloj para los festejos, en 2010, de la Independencia.

En términos literarios, José Juan Tablada es el poeta más distintivo e importante, que representa las relaciones poéticas entre China y México. No sólo por ser el iniciador de la poesía moderna mexicana e introducir el haiku en nuestra tradición lírica, forma o estructura japonesa de origen chino. La poesía china tiene más de 4 000 años de existencia y los primeros poemas en realidad eran formas compuestas por versos de cuatro palabras (y no sílabas cuyo error se repite de manera constante) y es hasta mucho tiempo después, alrededor del siglo II a. C., cuando las estructuras poéticas chinas se transformaron en composiciones de cinco o siete palabras por verso, teniendo por nombre ku-shih (poesía antigua) o ku t'i (estilo antiguos). Tablada escribió Li-Po y otros poemas en 1920 siendo el poeta, junto con Ramón López Velarde, que influirían en la poesía mexicana del siglo XX, poéticas de la experimentación y el decoro, respectivamente.

El poeta mexicano José Vicente Anaya, investigador de la poesía china y japonesa dice que “la norma de que los poemas debían tener el límite de sólo ocho versos (los cuales seguían siendo de siete  o cinco palabras —esta combinación de 5 y 7 palabras influiría la medida japonesa del tanka y el haiku—) y fueron clasificados como lü-shih (poesía regulada) o kin t'i (estilo moderno).” Anaya también ha hecho traducción de narrativa china, rescatando autores anónimos, cuentos breves de dinastías antiquísimas, ejemplo de esto es su célebre libro Largueza del cuento corto chino (2010) el cual consiste en recopilar, traducir y elaborar notas sobre la narrativa china.

Quiero terminar con un poema de José Juan Tablada dedicado a la figura femenina en la cual crea un sincretismo entre la cultura hispánica y la cultura china.

 

 

La venus china

 

En su rostro ovalado palidece el marfil,

la granada en sus labios dejó púrpura y miel,

son sus cejas el rasgo de un oblicuo pincel

y sus ojos dos gotas de opio negro y sutil.

 

Cual las hojas de nácar de un extraño clavel

florecieron las uñas de su mano infantil,

que agitando en la sombra su abanico febril

hace arder en sus sedas un dorado rondel…

 

Arropada en su manto de brocado turquí,

en la taza de jade bebe sorbos de té,

mientras arde a sus plantas aromoso benjuí.

 

¡Mas irguiose la Venus y el encanto se fue,

pues enjuto, en la cárcel de cruel borceguí,

era un pie de faunesa de la Venus el pie!…

 

 

 

 

 

 

Fernando Salazar Torres (México). Poeta, crítico literario, ensayista y gestor cultural. Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (UAM-I). Maestría en Teoría Literaria (UAM-I). Doctor en Literatura Hispanoamericana en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) con estancia de investigación en la Universidad de Salamanca (Usal). Docente en la Escuela de Escritores (Madrid) y Casa Lamm (México). Ha publicado los poemarios Sueños de cadáver (México, 2015), Visiones de otro reino (México, 2018), el libro de artista Ghazhal/Gacelas (Espolones, 2021) en conjunto con el artista plástico y poeta Fernando Gallo, y Divã da Hispânia/Diván de Hispania (Portugal, 2022) con el que obtuvo el XX Premio Literario Naji Naaman (Líbano) en el área de creación. Su poesía y ensayos se han publicado en revistas literarias impresas y electrónicas. Su poesía ha sido traducida al italiano, portugués, rumano, catalán, búlgaro, griego, árabe, bengalí, persa, ruso, coreano e inglés, y publicada en varias antologías. Director de la revista literaria Taller Ígitur. Coordinador en Hispanoamérica del “Dylan Thomas Day”, colaborador organizativo en la Feira do Livro Maputo, Mozambique. Es miembro del PEN Club de México. Forma parte de la Cátedra Hispánica de Estudios Literarios.