Apunte sobre poesía mínima japonesa: El jaikú. Sobre el origen y adopción del poema. Por Jaime Coello Manuell
Apunte sobre poesía mínima japonesa: El jaikú.
Sobre el origen y adopción del poema
Jaime Coello Manuell
No busco el camino de los antiguos; busco lo que ellos buscaron.
BASHO
Después de la primera mitad del siglo XVII cobra forma en Japón un poema harto breve conocido como jaikú (yo prefiero castellanizar el nombre, como jaikú, pero se respeta la forma haikú, en las citas y fuentes); forma mínima de la poesía nipona que ha cautivado a grandes de las letras como Pound, Kerouac, Borges, García Lorca, Paz, Maples Arce o Tablada. Mediante la persona de un exsamurai vertido a la vida de privación del budismo zen: Matsuo Munefusa, mejor conocido como Basho (1649-1694), a decir por Ángel Lipizamo en su texto Los grandes maestros del haikú (inédito), “sus haikús reflejan la sencillez y naturalidad que denota el budismo, infundió cualidad mística a la mayoría de sus versos e intentó expresar temas universales a través de imágenes simples, desde la luna llena a las pulgas de su cabaña; para el antiguo haikú, que estaba considerado como una estrofa cómica, sin duda la presencia de Matsuo representa un avance considerable.” Si seguimos a Lipizamo nos podemos dar cuenta de algunos rasgos contextuales característicos del jaikú clásico como la cosmovisión zen, la simplicidad de vida y la contemplación de la naturaleza.
En cuanto a la estructura, la nación del sol naciente tiene una tradición lírica cuyo comienzo se remonta al Manyosu, en cuanto la utilización de lo que equivaldría en español a dos versos blancos básicos, el heptasílabo y el pentasílabo en combinaciones varias. Hay quien sostiene el origen de la preferencia en alguna característica de la lengua japonesa, podría ser pero no será exclusiva y lo veremos adelante.
Ahora bien no soy japonés (por tanto uso sílabas y no onjis), ni budista zen, ni vivo en el XVII y sí en el norte de la ciudad de México la naturaleza está recluida en los camellones, la alameda y ya de plano bien puestos de ecologistas: el bosque de Chapultepec. O sea pues que aunque aún se conservan áreas verdes, incluso zonas grandes como Tláhuac, Xochimilco o Milpa Alta, aún se consideran rurales, también es cierto que la ciudad de México es una de las más contaminadas del mundo; en una urbe con más de veinte millones de personas viviendo a ritmos cada vez más veloces, no es una opción sencilla, ya no digamos interesante, la contemplación. Esto es, pues que no se puede ser Basho hoy en la cuenca del antiguo lago de Texcoco, en medio de tanta “civilización”. En otras palabras: no concibo al jaikú como camino, antes como un género poético.
Habiendo pasado Basho,
Todavía el año
No ha atardecido tras él
BUSON
A todo esto, el nombre de jaikú también es un poco artificioso puesto que aunque Basho se dedicó a cultivar el género y encumbrarlo, es hasta el siglo XIX cuando un reformador y haijin revolucionario, de este breve suspiro poético y de algunas otras formas relacionadas como la tanka y renga. Alrededor del jaikú hay un sinfín de etiquetas y nombres de géneros más o menos relacionados unos con otros, como el jaikú en el purismo tradicional es únicamente sobre la naturaleza, se nombró senryu al que se centra en la existencia del hombre y zzapai a lo que básicamente no entra en las clasificaciones anteriores. En el uso diario, durante un taller, digamos, se usa el genérico jaikú, al menos en mi experiencia; sin meternos demasiado por el momento con la cuestión acerca de ¿qué es un jaikú?
Algunas otras formas poéticas japonesas se derivan del jaikú o se relacionan mucho con él como kataukas (5-7-7), tanka (5-7-5/7-7), sedoka (5-7-7/5-7-7), shoka (serie ilimitada de versos 5-7-5-7), dokujín (8 jaikús, ver apéndice), renga (canción con estructura 5-7-5/7-7...5-7-5/7-7); y las combinaciones del jaikú con otras disciplinas como la prosa (haibún) y pintura (haiga). En fin una lista larga y con variantes muy ligeras y que en ocasiones recuerdan otras formas españolas; por ejemplo la similitud de tanka, katauka y sedoka con la seguidilla y sus variantes. El conjunto de todos éstos y, probablemente, algunas otras formas era conocido con el nombre genérico de haikai. Perfecta manera de lidiar con un manojo de géneros que no han arraigado aún en el español, o al menos no en su totalidad. En la justa medida del interés de los creadores de cada una de las variantes de haikai se deberá ir desprendiendo del córpus amplio.
La idea siempre es experimentar y apropiarse de formas poéticas nuevas, adaptándolas al español para conseguir nuevos resultados de expresión. Por lo demás no sería la primera vez, aquí cedo la palabra al maestro Julián Castruita Morán, en la primera parte de sus Notas de Occidente para el Haikú Japonés (inédito) : “Recuérdese que esto pasó con la octava italiana y con el soneto, entre otras formas fijas, este último nació en Italia en el siglo XII...” y el que nos ocupa nación en Japón, en el siglo XVII...
Jaime Coello Manuell (ciudad de México, 1975). Licenciado en Comunicación y Periodismo (FES Aragón de la UNAM). Como periodista ha colaborado con diversos medios electrónicos e impresos desde el año 2000, en especial con la revista El Mundo del Café. Sus cuentos han sido publicados por varias revistas independientes como Ad Livitum, Navegaciones Zur, Papalotzi, Neurona y Épica, entre otras. En el 2006 fue editor del primer número de Sic, Literatura y otros errores. En cuanto a poesía, ese mismo año publica su primer poemario, Conjuros, en la página de La Tortillería Editorial, y es hasta diciembre de 2009 que publica el segundo: CoraSón de sortilegio, con Editorial Andrógino. En 2011 se incluye su poema: Que el miedo no mute en mordaza, en la antología Poemas para un poeta que dejó la poesía, preparada por Eusebio Ruvalcaba para la colección Literatura. Cuadernos del Financiero; en julio de ese mismo año se publica su volumen de poesía y cuento Tzompantli d’esta selva cotidiana en la Colección destos deme Dos, de la Editorial Start-Pro, en el cual se reedita Conjuros, algunos cuentos y el poema D’esta selva cotidiana. En La Tortillería Editorial también se publicó su primer reportaje literario: Texturas de mariguana; el segundo, sobre el aborto, fue escrito en 2007 en colaboración con Julieta Lujambio: El vuelo de las cigüeñas, para Editorial Jus. Como dramaturgo se ha formado en el taller de Estela Leñero y ha escrito la obra Hotel Encarnación, con la cual ganó un concurso de dramaturgia exprés una iniciativa de Elena Guiochins del 2006: Historias de motel, Dramaturgos de paso, y esta gozó de una temporada de casi cien representaciones durante 2008 en el Foro Shakespeare, con las actuaciones de Ítari Marta, Américo del Río y Jorge Ávalos, dirigidos por Verónica Merchant en su debut como director. Durante el 2007 dirige la pieza teatral A salto de frontera (Bululú de la inmigrante)de y con Tanya Cosío. En el 2009 se estrenó una obra experimental y colectiva nacida en el Taller de Actores Profesionales (TAP) del Foro Shakespeare llamada Manual de Supervivencia, en ella colabora con un relato escénico inspirado en un cuento de Félix Luis Viera: Afuera de El Olvido; en mayo de 2010, en el Centro Nacional de las Artes, la Compañía Fonámbules del Teatro lleva al escenario su obra multimedia Etnias bajo la piel, en el marco del V Encuentro Internacional de Maquillaje Corporal Fonámbules. En 2011 se publicó Basta, una comedia familiar escrita a seis manos: con Berenice de la Cruz y Ovidio Ríos. En el año 2015, su obra Yo soy dios… o podría serlo sin ningún problema se estrena en el Foro Shakespeare, bajo la dirección de Juan Carrillo y las actuaciones de Adrián Alarcón, Amanda Schmeltz, Jorge Luis Chávez Caballero, Marissa Saavedra, Alejandro Puente e Ismael Corona.