Evocación de Dylan Thomas, por Coralie Winter
Coralie Winter
Evocación de Dylan Thomas, por Coralie Winter[1]
Traducción y nota introductoria de Juan Ramón Duchesne Winter
Investigación y curaduría de Rossana Duchesne Winter
Una amiga de la escuela llamada Undine Lister me dio a conocer a la poesía de Dylan Thomas —ella era nieta de Lord Lister, el fundador de la compañía Listerine. Fue después de que concluyera la Segunda Guerra Mundial en el Frente Europeo cuando alemanes fueran derrotados, pero los Aliados continuaban luchando contra los japoneses. Todas estábamos cansadas de la guerra, las restricciones, las raciones, aunque ya entonces se podía encontrar algunas frutas como bananos y naranjas, la ropa, los zapatos y las medias de mujer seguían estrictamente racionadas, al igual que la gasolina para los automóviles, y anhelábamos emoción, cosas nuevas.
Las estrellas estadounidenses como Rita Hayworth, Clark Gable, Claudette Colbert, Veronica Lake y Tyrone Power se podían ver en las películas de Hollywood, pero para el inglés cansado de la guerra su glamour era poco creíble. En cierta manera, los versos de Dylan Thomas, ricos en metáforas e imágenes, aunque basados en las tradiciones de la literatura inglesa y las imágenes de la campiña galesa, pero tan audaces y frescos en sonido y estructura, fueron una explosión de energía y belleza en una época oscura. Thomas ya había adquirido fama rápidamente cuando era muy joven, a través de la BBC, que ofreció notables programas literarios durante la guerra para mantener el ánimo de la gente. Pero, aparte de Undine, las demás chicas no sabíamos nada de este poeta salvaje y gran bebedor, cuya figura de enormes ojos melancólicos y rizos castaños alborotados capturara el brillante pintor Augustus John en varios retratos.
Yo estaba familiarizada con Byron, Keats, Shelley, mis favoritos, pero no sabía casi nada de poesía moderna. En la escuela, los poetas más cercanos a nuestra época que se estudiaban eran Mathew Arnold, a quien encontré bastante estirado, y algunos versos pesimistas de Thomas Hardy y un poco de Yeats, a quien disfruté; no me parece haber leído aún algún poeta contemporáneo. Además, Undine tenía una radio, era la única chica que tenía la suya propia, y por las noches la enchufaba y nos acurrucábamos bajo sábanas y mantas y, aunque había que bajar el volumen, nos arrebatábamos con la magnífica voz de barítono de Dylan que se desataba como el mar. Tan pronto vimos en los retratos de Augustus John ese rostro como de ángel rebelde, quedamos enganchadas. Al menos a los quince años, sí quedé. Yo visualizaba un futuro al lado de alguien como él. Mucho más tarde me di cuenta de que, de hecho, era bastante mayor de lo que mostraban esos retratos, mayor que nosotros, y quizás la bebida ya le estaría creando la barriga y el aspecto mofletudo que se volvió familiar en fotos posteriores. Sin embargo, la magia de esas palabras e imágenes de todos modos me inspiró y me hizo soñar con poetas y escribir poesía. Ya yo escribía, pero más bien cuentos, sobre todo. Luego leí sobre él para ver cómo se convirtió en un escritor reconocido y publicado.
Nació en Swansea, Gales, en una parte cómoda y atractiva de la ciudad en el seno de una familia de ministros y maestros unitarios. Su padre, David Thomas, le enseñó literatura inglesa, por lo que animó a Dylan y a su hermana mayor a leer. Pero Dylan nunca mostró mucho interés en la escuela, aunque le encantaba leer por cuenta propia. Sufría de asma y bronquitis frecuente, lo que despertó cierto proteccionismo en los padres. Dejó la escuela a los 16 años para trabajar como reportero para el periódico local. Aún 2 años después de unirse a un grupo de teatro local, cubría asignaciones como reportero independiente.
Al comienzo de la guerra, su asma y afección bronquial crónica le valieron la exención del servicio militar. Muchos amigos se fueron a la guerra. Siempre tuvo una personalidad agradable y solía pasar mucho tiempo en el Kardomah Café, donde se reunía con un grupo de amigos, en su mayoría escritores, músicos, periodistas y artistas, conocidos como la Kardomah Gang. La guerra los dispersó y Dylan comenzó a beber en los pubs. También hizo sus primeras visitas a Londres. Allí encontró trabajo en Strand Films, que producía películas para el Ministerio de Información. Dylan les escribió varios guiones. Más tarde consiguió encargos regulares de la BBC.
Y fue en Londres, en 1939, en el pub Wheatsheaf, por la aristocrática zona de Fitzroy Square, donde conoció a la impactante belleza que era Caitlin MacNamara, una bailarina que modelaba para el famoso artista galés Augustus John. Resulta que ella era la amante de John. A partir de ahí Dylan entró en contacto con personas más sofisticadas que las que conocía en Swansea; personas que desafiaban las convenciones sociales: Augustus John vivía abiertamente con dos hermosas mujeres y sus hijos y tenía muchas otras amantes. Al año, Dylan y Caitlin se casaron y su tumultuosa relación perduró hasta la muerte de él. Después de su muerte, Caitlin declararía en una de sus dos autobiografías (My Life with Dylan Thomas: Double Drink Story, o Leftover Life to Kill): "La nuestra no era solo una historia de amor; también fue una historia de tragos. El bar fue nuestro altar”.
Alquilaron una cabaña en el pueblo de Laugharne, en Carmarthenshire, West Gales, donde a pesar del exceso de bebida y la constante falta de dinero, y la distracción morosa de Dylan, él escribió muchos de sus mejores poemas. Y tuvieron tres hijos, Llewelyn, Aeronwy, una niña, y Colm (solo Colm sigue vivo).
Debido a su hermosa voz y sus dotes de actuación, con frecuencia se le pedía que presentara lecturas. En octubre de 1953 llegó a Nueva York para participar en las representaciones de su pieza lírica maravillosamente cómica, Under Milk Wood, en el prestigioso Poetry Center. Ya estaba sufriendo problemas respiratorios y desmayos debido a su bebida. Pero necesitaba dinero y además le encantaba socializar con admiradores y amigos. Además, quería acostarse con la asistente del director de la gira, Liz Reitell. Pasaron la noche juntos, probablemente bebiendo mucho alcohol. Durante el desayuno en el hotel, otros comensales involucrados en la producción notaron que se veía enfermo. Temiendo que todo el evento se derrumbara, alguien sugirió una visita al Dr. Feltenstein para poner a Dylan en forma para la actuación de la noche. El Dr. Feltenstein tenía la reputación de ser un "doctor salvaje" que ofrecía puyazos "mágicos" para "mantener a la gente en pie”. A Dylan le inyectaron algo. Se mantuvo durante dos actuaciones de Under Milk Wood, y luego se derrumbó. De alguna manera se levantó de nuevo y llegó a una fiesta en honor a su 39 cumpleaños el 27 de octubre. Allí nuevamente se sintió tan enfermo que tuvo que regresar a su hotel. Además, sucedía que Nueva York pasaba en esos días por una severa crisis de smog, lo que exacerbó el padecimiento bronquial crónico de Dylan. Sin embargo, él continuó reuniéndose con amigos en los pubs y bebiendo. De nuevo con Liz Reitell, en la White Horse Tavern, se sintió tan mal que tuvo que volver al hotel. Liz le pidió al Dr. Feltenstein que viniera con sus inyecciones tres veces más. La tercera vez, el doctor le prescribió morfina. Para un asmático, esto podría ser fatal. A medianoche, Dylan se estaba poniendo azul y Liz trató de conseguir al doctor sin éxito. Fue ingresado en el hospital St. Vincent's, donde le diagnosticaron estado comatoso. El examen de laboratorio arrojó que tenía neumonía aguda y un recuento alto de glóbulos blancos que indicaba una infección.
Dylan Thomas murió el 9 de noviembre. Las causas exactas de su muerte nunca se han aclarado. Su esposa, Caitlin, se fue a vivir a Italia; donde escandalizó a algunos por tomar a un joven italiano de amante. Escribió dos libros con la absoluta honestidad que restaña heridas.
Dylan Thomas legó una obra asombrosa por su virtuosismo lingüístico y estructural.
*
Terminé la escuela y mientras estudiaba para los exámenes de ingreso a la universidad con tutores privados junto a otras chicas, me hice íntima amiga de una de ellas, Sasha Moorsome, que venía de una escuela reputadísima, Bedell's en las afueras de Londres. Me pareció tan conocedora y segura de sí misma que le pedía consejo sobre muchas cosas. Me aseguró que podía enviarle poemas a cualquier escritor que admirara y pedirle consejo, que nadie lo consideraría ridículo. Entonces, le escribí una carta a Dylan Thomas, enviándola con dos poemas en estilos bastante diferentes al editor suyo. Pasó el tiempo y no me sorprendió que no respondiera. ¿Por qué se molestaría por una chica desconocida? —pensé.
Yo me hallaba ya en París, estudiando literatura francesa en la Sorbona, cuando mi madre me remitió un sobre que había llegado a mi casa [en Inglaterra]. La dirección estaba escrita con letra minuciosa. Dentro había una carta de varias páginas escritas por ambos lados, con la misma letra diminuta. Era de Dylan Thomas. Quedé impresionada. Se disculpaba por la demora en responder, agradecía mis elogios y me daba consejos detallados y francos sobre mis poemas. Le gustó el que se titulaba "Retrato de un joven escultor", mi favorito. Incluso sugirió en qué revista podría intentar publicarlo. Contó lo duro que le costaba escribir su poesía, era tan humilde con su obra. Atesoré la carta. Le envié un par más, y él respondió, esta vez diciéndome que ahora yo estaba demasiado influida por la poesía francesa, y tenía razón. Por desgracia, me atrapaban sentimientos conflictivos hacia el "joven escultor", personaje de mi poema, a quien había conocido antes de solicitar ingreso a la Sorbona. Me di cuenta de que el "joven escultor (argentino)" Carlos García Gómez se admiraba a sí mismo más que a nadie ni a nada, y en cambio me distrajeron otros jóvenes, incluido un puertorriqueño silencioso, tenso y locamente celoso, llamado Juan Duchesne.
Estaba casada y vivía en Madrid con mi marido Juan y mi pequeño hijo, [Juan] Ramón, lejos de los poetas y la poesía, cuando mi madre me envió el Times con el reportaje sobre la impactante muerte de Dylan Thomas. Muchos en Inglaterra culparon a Liz Reitell, por ser la mujer que lo emborrachó. Más tarde, se consideró que el misterioso médico había sido el principal culpable. Sin embargo, nunca hubo pruebas suficientes para emprender acciones legales.
Al filo de los caprichos de la admiración humana y los críticos, la fama de Dylan Thomas se ha desvanecido un poco en los últimos años; algunos aún lo acusan de crear hermosos sonidos sin sentido. Aunque ha tenido sus detractores, todavía se le considera uno de los grandes poetas de la literatura inglesa, y le pusieron una placa en la Abadía de Westminster. Varios pubs también usan su nombre o imagen en sus carteles.
Siempre sentiré fascinación por su poesía y sus temas de hombres y mujeres encerrados en ciclos de crecimiento, amor, procreación, muerte y nueva vida, motivo por el que esta poesía no requiere erudición para apreciarla.
Coralie Winter
Montréal, Québec
2010
[1] Coralie Winter nació en Calcuta, en 1930, hija de Violet Eugenie Lucas (más tarde llamada Violet Jelka Gupta) y Arthur Tattersall, vástagos de una tercera generación de funcionarios ingleses que acompañaron el Raj, el régimen colonial británico que ocupó la India de 1858 a 1947. Ella fue registrada al nacer como Ursula Tattersall, pero su nombre cambiaría varias veces a lo largo de su vida. A los 5 años se trasladó con su madre a Inglaterra. Su familia se radicó en Stratford-upon-Avon, el pueblo natal de Shakespeare, donde ella asumió el apellido de su padrastro, Norman Winter, y eventualmente se autonombró como Coralie. Fue Coralie Winter hasta que adoptó el apellido Duchesne al abandonar Puerto Rico y establecerse en Montréal luego de su divorcio. En Montréal usó el nombre de autor Coralie Del Roble Duchesne, con el cual firmó algunos cuentos y piezas de teatro publicadas. Murió en Ottawa, en 2017. Varios manuscritos de novelas suyos permanecen inéditos.