Tiempo de pandemia, de Marlene Villatoro. Por Félix Suárez
Marlene Villatoro, Tiempo de pandemia, Ediciones del Lirio, México, 2022.
TIEMPO DE PANDEMIA, de Marlene Villatoro
Por FÉLIX SUÁREZ
I
Pocos temas hoy concitan tanto nuestra atención y nuestro interés compartido como la pasada pandemia. No es gratuito: de la noche a la mañana nos dejó huérfanos de padres, de hijos; nos dejó viudos, nos arrancó hermanos, abuelos, amigos, parientes, y hasta los grandes árboles de referencia de muchas generaciones, aquellos que creímos invencibles, los vimos arrancados de raíz de un día para otro, víctimas de un furioso vendaval. La pandemia, el gran Incendio del siglo XXI, nos tiene aún perplejos, desorientados: ¿qué ocurrió? ¿No iban a ser, acaso, tan sólo unos pocos días de descanso y recogimiento? De repente, todos estábamos dentro, muros adentro, confinados, con miedo, viviendo una zozobra colectiva que pocos o nadie conocíamos, luego de los horrores de la primera mitad del siglo XX, porque no conocimos la peste; porque pocos o nadie sufrimos las guerras, no supimos tampoco de hambrunas ni de guetos.
De repente, todos estábamos dentro, angustiados, preguntándonos en silencio cuánto más duraría la noche.
Cocinamos un poco, aprendimos cosas nuevas, leímos libros tantas veces pospuestos, compartimos películas, series; nos acabamos el día miserablemente frente a las pantallas, desayunamos desnudos, peleamos, nos reencontramos de rodillas en el temor y el amor. Nos asomamos a diario al vacío, con horror y esperanza.
Tan vulnerables nos supimos entonces, tan sospechosos nos volvimos unos de otros, que dejamos de estrecharnos afuera y tuvimos que reinventar otras maneras de vernos y abrazarnos a la distancia. Escribimos, muchos escribimos -con oficio y sin él-, porque había que hacerlo simplemente, explicarnos, de algún modo, a nosotros mismos lo que estábamos viviendo; reflexionar acaso sobre nuestras vidas y su sentido, sobre el futuro –el nuestro y quién sabe si no también el de la especie y el de la civilización tal como la conocemos. Escribir entonces fue también una suerte de bitácora, un testimonio personal del desastre y de nuestros temores más íntimos. Fue, asimismo, un cara a cara con la muerte a la que sentimos cada vez más cerca, soplándonos la nuca. Escribir fue para muchos una luz de bengala que se lanza de noche, en medio del naufragio.
II
En Tiempo de pandemia, Marlene Villatoro nos recuerda, justamente, a través de su poesía, el sentimiento de desamparo y angustia que vivimos durante la pandemia. A través de dos ceñidos apartados -“Herida del planeta que desató al relámpago” y “Más allá del muro despiadado”-, la poeta nos vuelve a hacer testigos de su zozobra, de su miedo, de sus noches en vela, de su esperanza. Y en ellos volvemos a mirarnos y a reconocernos, gracias a la efectiva recreación que logra en los poemas de este libro; un poemario que tiene además, por cierto, el mérito de ser un testimonio poético de los hechos que habrán marcado para siempre ya el inicio de la segunda década del siglo XXI.
Jean Delumeau, en su monumental investigación sobre el miedo en Occidente, nos recuerda, a través de fuentes de primera mano, los horrores de la peste, que azotó fundamentalmente a Europa durante los siglos XIV al XVIII: el miedo omnipresente, la desconfianza mutua, la ausencia de toda compasión y piedad hacia los otros, la desesperación, el dolor de los sanos y de los moribundos, la miseria generalizada, las ciudades desiertas, el abandono de los oficios, el olor nauseabundo de “los efluvios” de la peste. En suma, la muerte en su absoluta omnipresencia: gente que se desploma muerta a mitad de la calle, rumbo a los lazaretos, cadáveres regados por todas partes, cementerios repletos, hogueras colectivas de cadáveres, el saqueo, el pillaje, el desfogue vitalista de muchos. La destrucción de todo orden establecido. Y al final de cada brote de la epidemia, la esperanza, como una sucia y última prenda, sin garantía de nada, porque la peste -sabemos- habría de volver, una y otra vez, de manera intermitente, a lo largo de casi cuatro siglos.
Nada sustancialmente nuevo nos trajo la pandemia, a no ser la vacunación colectiva que logró apaciguarla un poco, y el uso de las nuevas tecnologías que vencieron nuestra natural propensión al encierro y a la huida en situaciones como éstas; un afán moderno de asepsia y profilaxis extremos, que ocultó, hasta donde fue posible, la exposición macabra de cadáveres en sitios públicos. El resto, los sentimientos alternados de enojo, frustración, temor, desesperación, egoísmo, angustia, fe y desconfianza, nos acompañaron de manera constante durante al menos dos años.
Dice la poeta de Tiempo de pandemia:
Tenemos la mirada fija en días tenebrosos,
desconfiamos del aire que brinda oxígeno
y no nos miente.
Con un lenguaje poético eficaz, sin demasiadas concesiones a la retórica hueca o la imagen gratuita, Marlene Villatoro nos comparte en este poemario no sólo el testimonio episódico de sus días durante la pandemia, sino una honesta meditación sobre la sobrevivencia, el sentido de la vida, el misterio de la enfermedad, la obviedad de Dios, el desamparo, la culpa, el castigo. La muerte como corolario final de todo:
Y en mi memoria vuelven los rostros
y no puedo decirles que algo comenzó a caer
dentro de todos nosotros
desde el principio de este mal.
Jean Delumeau nos recuerda, a través del testimonio de un religioso portugués del siglo XVII, cómo la peste era vista como el Mal –con mayúscula- por antonomasia; de él, en su dimensión humana, se desprendían todas las atrocidades que le acompañan: el egoísmo, la impiedad, el miedo, el crimen, la discordia, la desconfianza, el caos.
La poeta, en su fina intuición, lo sabe. “Estamos en un tiempo impío de serpiente”, dice Marlene Villatoro; un tiempo en el que al mal lo reconocimos todos con su nombre de laboratorio, SARS-CoV2, un virus altamente agresivo, causante de la Covid-19, para la cual, en un principio, no existía una cura garantizada.
III
Contra todo pronóstico, Tiempo de pandemia es, por momentos, un poemario esperanzador: Villatoro no vacila en decirnos que más allá de los muros, de las puertas y ventanas clausuradas, continúa el verano, “una espiga se abre” y agosto es más luz y sol, lluvia y flores, en contraste con la penumbra y la aridez interior que nos habitó por dentro como un animal ciego:
Llegó agosto con su brillo
en la pandemia
y amaneció mi casa oliendo a rosas.
Y sin embargo, el tono general y la atmósfera que arropan estos poemas es, en esencia, de profundo desaliento: el miedo, la desesperación con la que la poeta cuestiona a Dios, la amarga conclusión de que -cito- “la vida en la pandemia [debía ser] el delirio de un loco”, porque no es comprensible que sea Dios el autor de semejante atrocidad; que sea Él quien envía sobre los hombres su cólera divina. Su castigo. Se pregunta la poeta:
¿Le place a Él que el hombre caiga
entre flores malolientes para nunca levantarse?
Poesía de desazón, de duda -por momentos esperanzadora-, Tiempo de pandemia es un poemario-vigía que se adentra en la verdad común de todos, a través de los sentidos, la reflexión y las emociones que nos llagaron y nos marcaron para el resto de nuestras vidas.
Sobrevivientes de una pandemia que arrasó con alrededor de 10 millones de personas en el mundo, nos reconocemos de nuevo en el milagro de la vida. ¿Cambiamos en algo? ¿Somos mejores que antes de la pandemia? ¿Salimos de ella sabiamente pulidos en algo por las duras lijas del dolor y el encierro? Difícil de responder. Delumeau trae a la memoria el testimonio de Jean de Venette (siglo XIV), quien, luego de ver que al declinar el azote de la peste, volvían de nuevo a la calle, con más intensidad aun, la avaricia y la codicia, junto con los nuevos matrimonios, se lamenta así: “¡Ay! De este renuevo del mundo, el mundo no ha salido mejorado”.
Así como la peste fue “el gran personaje de la historia de ayer”, la pandemia de SARS-CoV2 marcará profundamente sin duda el devenir de este siglo, pues en su escasa duración el mundo se transformó en más de un sentido. Tal vez no hemos salido tampoco “mejorados”: nos ha dejado solamente la certeza colectiva -vivida en carne propia- de que, aun en la desesperación y la oscuridad, la vida florece y es necesario cuidarla, procurarla, salvarla.
Por eso la poeta de Tiempo de pandemia, aun en su angustia y en su temor, guardó esperanzas dentro de ella. Cito:
Nosotros ansiamos que no mueran las rosas
y hagan borrar el llanto de los que tanto lloran…
Tiempo de pandemia es, pues, así, un poemario que nos recuerda el miedo y la zozobra en la que el planeta se hundió sin futuro, sin esperanza cierta; pero también nos recuerda el valor central de la poesía dentro de la experiencia humana: salvífica, esperanzadora, compasiva y testimonial a la vez.
Felicidades por este nuevo libro, Marlene.
MARLENE VILLATORO, Licenciada en Comunicación y relaciones públicas, así como en Arte Dramático. Poeta, narradora y actriz. Libros de poesía: Pensamientos, SEP Estado de Chiapas 1970, Gotea la Vida, UAEM 1988, Estigmas, CONACULTA FETA 1993, Percepciones, La Tinta del Alcatraz 1994, La Culpa del Origen, Universidad Autónoma Metropolitana 2001, Ofrendas y Cascadas, Editorial Coyoacán 2003, Configuraciones de la Memoria, CONECULTA Chiapas 2015, Tiempo de Pandemia, Editorial de lirio 2022. Libros de cuento: Nacimiento y El Misterio del Sumidero. Obtuvo el Premio Internacional de Poesía José Ortega y Gasset, 1995; el Premiere Prix, 13éme concours Internationale de poésie de la Association Internationale La Porte des poétes 2009, de París, por Poemas sueltos; dos premios de actuación, dos premios de oratoria, uno conferido por el Instituto Politécnico Nacional en el año 2000 y el otro por CREA en 1974.
Está registrada en el Anuario de Poesía 1988-89 CONACULTA-INBA, en el Diccionario Bio-Bibliográfico de Escritores de México 1920-1970 del INBA, así como en el Diccionario de Escritores Mexicanos Siglo XX de la UNAM. Está incluida en antologías nacionales y extranjeras, forma parte de la Fonoteca Global de Poesía de Madrid, España y en el Catálogo de Poetas de México en España, ha sido jurado de poesía en diferentes ocasiones, es Miembro de SOGEM, de la Asociación Prometeo de Poesía de Madrid, de la Asociación Internacional Poetas del Mundo y fue Cofundadora del extinto Grupo Cultural Floricanto, A.C.