Sobre Angostura: en defensa del leer. Por Karla Osorio Lucas
Sobre Angostura: en defensa del leer
Karla Osorio Lucas
Mariana –una de las lectoras más agudas que conozco– me pide que escriba algo para presentar su más reciente publicación y yo –que no podría estar más encantada– accedo de inmediato. Una vez con el libro entre mis manos siento su peso; el gramaje del papel y me es imposible no caer ante la seducción de un libro tan cuidadosamente editado; lo desprendo de la sobrecubierta y de inmediato luce el encuadernado en pasta dura, los acabados de la portada y las distinguidas ilustraciones de Irma Bastida y Rocío Solís Cuevas. Para la vista; un goce. Su apariencia es en sí misma una invitación; ente vivo que en su materialidad reclama un perderse en el detalle e irremediablemente, en la pregunta por la forma. ¿Cuál el rumbo que esconde bajo sus alas? Tan pronto avanzo en la lectura, como quien se interna ingenuamente en lo desconocido, noto lo ya insinuado en su hechura, la exigencia contenida en su aspecto: caigo en la cuenta de que no hay marcha atrás, que la lectura iniciada pide de mí una atenta escucha. ¿Quién la que vuelva de este viaje? Entiendo entonces la caladura de la frase de Marguerite Duras citada en las primeras páginas. Entiendo que un libro abierto –que este libro que la autora me ha confiado– también es la noche.
Leer a Mariana Bernárdez es un llamado a apaciguarse, la exhortación a silenciar el barullo mental para abrir paso al sosiego. En su escritura, la admiración, llevada a sus últimas consecuencias, se ofrece al lector hasta provocar el sobrecogimiento. Dicho efecto es el resultado de una serie de elementos finamente imbricados entre sí; la respiración pausada de su voz, la musicalidad de su prosa, la elegancia en el uso de la metáfora, la facilidad con la que a través del símbolo y de la intertextualidad evoca. Tal fascinación obliga al que observa a no apartar los ojos de la página, ese lienzo en blanco. Íntima relación entre el que mira y es mirado. Porque habrá que decirlo: la atención que exige del lector es absoluta. En ese juego de miradas, ¿quién el que mira? No se sabe. Un algo, dice Mariana. Aventura todavía más: un alguien. Y en ese intersticio, hendidura apenas, la autora se atreve a nombrar: Angostura, “vínculo de difícil evasión ya que al sabernos mirados, nos sabemos afirmados.”
Angostura: en defensa del leer, libro publicado por el Fondo Editorial del Estado de México es una constelación de pensamientos en torno a un tema: leer. Sin embargo, maticemos tal afirmación, pues ceñir la cuestión a su entendimiento más inmediato, es decir, al simple –aunque muy poco tenga de eso– acto de posar la mirada sobre la página sería acortar el alcance de la propuesta. Es un texto sobre leer, de ello no hay duda. Pero no sólo. Su horizonte se extiende más allá del libro, más allá del papel. Lejos de atrever una reflexión sobre la lectura, la autora desplaza el sentido mismo del asunto a tratar. Toma un verbo entre tantos: leer, una mera acción, un proceso y de tanto estirarlo, de tanto rondar su pensamiento sobre él lo modifica. Lo desprende de su condición de verbo para volverlo una experiencia vital. Es entonces un sustantivo. Todavía más: una postura existencial. Una actitud ante la vida y también ante la muerte: “leer para aprender a leer”. Y en ese gesto, en ese ahondar en el sentido de las palabras, la autora con la pericia propia del ensayista da un paso atrás. Lo suficiente como para que la pregunta quede en pregunta.
Después de tan inteligente desplazamiento de la cuestión no es una sorpresa que el tratamiento de ésta sea similar en agudeza. A lo largo de la obra uno es testigo del discurrir de un pensamiento danzante que se enfrenta a sí mismo, que vuelve una y otra vez sobre sí. La prosa de Bernárdez, oscilante y poética va dibujando figuras concéntricas alrededor del leer, esa experiencia vital. Y en tal repetición, en ese volver sobre lo mismo van relumbrando los destellos que transforman a ese mismo en un otro. Y otra vez destaca la facilidad y la gracia con la que dirige nuestra mirada. Su escritura delata el movimiento de un pensar que a forcejeos, va tras lo ido. Aventuro que quizás, en ese oscilar hay un intento por cercarlo, por apresar lo que de suyo es escurridizo y también por mostrárnoslo, aunque sus palabras, en el afán por capturarlo en su vuelo tomen muchas veces, la forma de la luz.
En tal deambular el libro arriesga una manera del decir que apela –aun antes que a la razón y a su discurrir en línea recta– a la conmoción. A un intelligere incomprehensibiliter, ese entender no entendiendo del que habla José Ángel Valente. En el texto no hay ninguna argumentación rigurosa propia de la dialéctica, tampoco una idea central que defender al filo de una demostración bien organizada, reflejo de un razonamiento impecable. Lo que se abre en su escritura es un claro donde se expresa el ir y venir del pensamiento.
Echando mano de la libertad propia del ensayo y de la condensación de sentido que la poesía permite, Angostura: en defensa del leer es un libro de difícil catalogación, hermosamente concebido, tanto en forma y contenido. Libro comprendido en sí mismo, continua constatación de que el libro es y será maravilla de maravillas.
Karla Osorio Lucas (1997) Ciudad de México. Estudió la licenciatura en filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha participado en talleres y cursos literarios en Casa del Lago UNAM y Casa del Poeta “Ramón López Velarde”. Miembro del Seminario de Tecnologías Filosóficas de la FFyL UNAM y miembro del comité editorial de la revista literaria Murmullo de Paloma desde 2020.