Reseña: Las canciones de Valentín, charlas y poemas, de Valentín Rincón. Por Martha Obregón Lavín
“LAS CANCIONES DE VALENTÍN, CHARLAS Y POEMAS”, de Valentín Rincón
Martha Obregón Lavín
Diciembre de 2021
Tener en las manos y a primera vista el ejemplar Las canciones de Valentin. Charlas y poemas de Valentín Rincón invita a abrirlo de inmediato. Este libro, publicado en Chiapas, entre otras cosas, reúne los textos de veinticinco canciones de su autoría, dedicadas al público infantil.
Como es sabido desde hace muchos años, Valentín no sólo ha escrito volúmenes con relatos, cuentos, trabalenguas, adivinanzas, recopilación de refranes, también es creador de magníficos poemas y el fundador, junto con sus hermanos Gilda y César, del célebre grupo musical Hermanos Rincón, ya que también es un talentoso músico. El texto, por cierto, está bellamente ilustrado por Gilda, peculiaridad que lo hace más atrayente.
Al iniciar la lectura lo primero que encontramos es un preámbulo titulado “Introducción para los más pequeños”, que él mismo hace, donde explica brevemente que la mayor parte de lo ahí escrito está formado por las letras de las canciones, aunque el soporte del libro está hilvanado por sencillas y amenas charlas de sus dos protagonistas: el platicador Perico Pepe y el Chango Marango, quienes dan lugar al objetivo principal del artista: proporcionar a sus lectores un mayor conocimiento sobre muchos animales y buena cantidad de fenómenos de la vida. El eje de todo ello son las ingeniosas canciones incluidas, verdaderas y bellas poesías que reproducen giros infantiles.
Mediante estos simpáticos conversadores, a la par de breves textos que de cuando en cuando intercala entre las pláticas y las canciones, Valentín va guiando y creando conciencia sobre temas importantes como la demografía, el señalamiento de las injusticias provocadas por la existencia de las clases sociales de nuestra sociedad; los desequilibrios del ecosistema y los peligros que éste enfrenta, así como situaciones, curiosidades, actividades y costumbres humanas diversas.
La mayor parte de los temas abordados por el autor se refieren a México, por ejemplo, los trabajos y circunstancias de los niños asistentes a la escuela y los que no lo hacen, hasta la descripción de esos singulares panecillos tradicionales llamados “pastes” elaborados en Pachuca, la capital del Estado de Hidalgo. También están presentes juegos y juguetes de niños y niñas mexicanas. Y desde luego la referencia a muchos animales conocidos y no tan conocidos como el camaleón, que puede cambiar de color para mimetizarse; el pangolín, cuya piel es escamosa como la de un pez; el canguro, poseedor de una bolsa en su panza donde carga a su cría, o el Koala que se la pasa durmiendo todo el día; y uno especialmente raro: el ornitorrinco, que pareciera una colección de varios animales en uno sólo pues posee pico y patas palmeadas como aletas de pato, pero en lugar de dos, tiene cuatro que le sirven para correr en tierra firme, es ovíparo y es peludo y mamífero.
Cuando menciona a las familias aprovecha para dar una lección sobre los instrumentos musicales y otro poquito de música al hablar del canon, forma musical en la cual van superponiéndose sucesivamente voces o instrumentos que repiten la frase melódica iniciada por la primera.
Otro asunto tratado es el de seres y protagonistas imaginarios o legendarios como Drácula, el Dr. Jekyll, los dragones, Frankenstein, las brujas… todos ellos personajes que infunden temor pero que gustan, como lo dice en una de las canciones. Por cierto, sutilmente, al referirse a las brujas señala con acierto esa superioridad de las mujeres con amplios conocimientos en medicina, agudo espíritu chocarrero y otros inteligentes menesteres y artificios, que han sido perseguidas por hombres envidiosos de esas virtudes.
Como decíamos, Valentín Rincón no sólo es escritor sino un talentoso músico y profundo conocedor de ritmos e instrumentos musicales, así que el libro está acompañado por un disco sin el cual no podría gozarse a cabalidad; así, al ir leyendo cada una de las canciones se pueden ir escuchando y cantando para su mayor deleite.
A pesar de que las melodías son generalmente sencillas, hechas para los oídos infantiles, los ritmos y estilos son muy variados y con un grado de complejidad de gran riqueza. Por ejemplo, en la canción dedicada a Laika, la perrita enviada al espacio hace muchos años, utiliza los instrumentos y adopta el estilo musical ruso; para La bola de niños, al describir a distintos tipos de infantes, también sugiere una crítica social sobre aquéllos que no tienen recursos y los que teniéndolos pasan muchas horas ante el televisor. Del mismo corte es la denominada Piruetas en el crucero, donde refiere la triste condición de los que trabajan en la calle y peligran entre los automóviles y no van a la escuela.
Las voces infantiles incluidas en Reguilete de Pachuca, proporciona un carácter muy dulce a la canción.
Re la mi do, el nombre para el personaje de tal tonada resulta bastante acertado y no se diga de Las familias de la orquesta, en la cual las voces de los cantantes van mencionando las características de los principales instrumentos y el Canon del reloj muestra puntualmente lo qué es un canon.
Peculiarmente grácil es la música de El dragón Chan Klon con ritmo y giros chinescos a la que por cierto agrega una coda con otro ritmo. En La bruja Cizaña, la risa que se escucha a lo lejos da un toque de simpatía e invita a reír con ella.
Como todo buen músico, Valentín Rincón no podía dejar de lado el baile, ejemplificado por la danza griega que va subiendo la rapidez a medida que se repite la estrofa.
Finalmente, el libro dedica un curioso relato y una canción al sentimiento profundo que también se puede experimentar en la niñez: el enamoramiento, y con el ritmo que guarda Voy silbando se siente claramente el andar del caminante que sigue su rico sendero hacia nuevas canciones y poemas.
Valentín Rincón compuso en 1971 La vaquita de Martín porque de muy niño vivió en un rancho chiapaneco productor de leche y quesos. A veces iba a la ordeña y escuchaba mugir a las vacas. Se aprendió muy bien sus mugidos. Después compuso un montón de canciones para niños y también escribió para Nostra Ediciones Adivinancero, Acertijero, Palabrero y otros diez títulos, todos terminados en ero. También escribió Kiko Robot y Las canciones de Valentín. Se divirtió mucho escribiéndolos.