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Reseña: La poesía sagrada hebraico-española, de José María Millás Vallicrosa

 

 

 

 

 

 

JOSÉ MARÍA MILLAS VALLICROSA, La poesía sagrada hebraico-española (Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Patronato M. Menéndez Pelayo. Escuela de Estudios Hebraicos del Instituto Arias Montano. Serie A, núm. I). Barcelona, Imprenta - Escuela Casa Provincial de Caridad, 1940, 367 págs.

 

 

M. MANZANARES

 

 

Un paso más en el camino emprendido hace unos quince años, por el grupo de orientalistas fundadores de las Escuelas de Estudios Árabes y Hebreos, es La poesía sagrada hebraico española de D. José Millas Vallicrosa, el primero de los estudios aparecidos en Madrid en 1940, publicado por el Consejo Superior de Investigaciones científicas.

El plan que preside la obra lo anuncia el mismo autor en el prólogo: "Empezamos con un breve estudio, a guisa de introducción, sobre el fondo, temas y forma de la poesía lírica bíblica: síguele análogo estudio sobre la poesía post-bíblica hasta el s. ix, para entrar ya en el estudio de la poesía sagrada hebraico-española, la cual distribuimos en periodos según los momentos más acusados de su desarrollo. Dentro de cada periodo exponemos sucintamente el ambiente histórico, social, filosófico y literario a fin de disponer de una adecuada perspectiva, dentro de la cual enmarcar el estudio de la temática y de la forma de nuestra poesía sagrada hebraico-española... Después del estudio doctrinal sigue en cada periodo una seriación, cronológica en lo posible, de los respectivos autores, de los cuales se apuntan los datos biográficos más indispensables y los rasgos más salientes de su producción poética sagrada".

El Sr. Millas es actualmente catedrático de Lengua hebrea en la Universidad de Barcelona. Cuando lo era de la de Madrid, asistí a los cursos que 'de esta materia dictaba, y recuerdo que la impresión que a sus alumnos nos producía, era la de que sus dotes de erudito e investigador estaban muy por encima de las de pedagogo. Creo que el libro que tenemos entre las manos confirma esta impresión. No podríamos decir cuál es la parte que más nos interesa; si las traducciones admirables, que pueden considerarse definitivas, o el concienzudo estudio preliminar, verdadero tratado de literatura hebraico-española.

Según la leyenda bíblica, los judíos llegaron a España allá por los tiempos de Salomón y Nabucodonosor, pero de estos primeros años y de los albores de la Edad Media, apenas si tenemos noticias y sobre todo testimonios de sus producciones literarias. Sólo se conservan algunos vestigios de controversias y polémicas sostenidas por los más destacados, en el periodo de los reyes godos, cuando a partir de la conversión de Recaredo al cristianismo, se propagó una ola de antisemitismo en España, producto de las conversiones simuladas que los hijos de Israel realizaban con demasiada frecuencia.

Esta situación hizo que los judíos vieran con buenos ojos la conquista árabe y que incluso fueran un poderoso auxiliar para los musulmanes, tanto en la guerra como en la paz, ya que se les consideró desde el principio de la dominación como ahl -al- dimma, gente protegida. El desarrollo de sus actividades científicas y literarias tiene lugar a partir de los días felices del Califato de Córdoba, cuando esta ciudad emulaba las glorias de Bagdad y era considerada como la "casa de las ciencias". Desde este periodo, hasta su decadencia y vejez en los siglos xiv y xv, la superioridad de los judíos españoles tanto en la España árabe como en la cristiana es incuestionable.

La época de máximo florecimiento hay que colocarla entre el predominio del Califato cordobés y el derrumbamiento de los reinos de Taifas. Su contacto con la" lengua y la literatura árabe, el aprendizaje de este idioma, y el íntimo conocimiento de la maravillosa poesía del Islam, tan' rica en imágenes y tan enriquecida por los elementos, que la conquista de casi medio mundo supo darle, unido a las condiciones generales psicológicas e históricas en que vivían, determinó el libre desenvolvimiento de la inspiración poética de una raza tan inclinada a ello. Por otra parte, como dice el autor, "en aquel ambiente tan libre, tan tolerante, tan culto de los reinos Taifas, ¿quién no poetizaba?"-y los hebreos, contagiados por los árabes, que atraídos por el ambiente que los rodeaba olvidaron los clásicos moldes de la poesía beduina, para cantar la vida que les servía de ambiente, también olvidaron momentáneamente sus moldes bíblicos y cantaron la amistad, el amor, los pájaros y el florecer de la primavera. De estos poemas no nos da ejemplos el señor Millas, ya que su obra se limita a la poesía sagrada. Pero en cambio, revestidos con nuevas galas, calcados en la forma y el metro de los poetas árabes, nos muestra las ricas ofrendas, los cantos perfectos, y fieles a los antiguos ideales, que depositaron al pie del santuario ancestral.

A partir de este momento se inicia la decadencia árabe y con ella la hebrea. Una ola de fanáticos Almorávides y Almohades invade la Península. Los judíos, perseguidos, inician el éxodo hacia los reinos cristianos y volviéndose contra sus antiguos protectores, ayudan a los españoles en la tarea de la Reconquista. Durante un poco tiempo gozaron, otra vez, entre ellos de poderío y bienestar, si bien nos da el Señor Millas numerosas poesías religiosas en que invocan a Dios desde el desamparo del afligido. Pero muy pronto su situación también se presentó dura en tierra cristiana. Haciéndose eco de las corrientes que atravesaron en Europa después de las Cruzadas, apareció un tenaz anti-semitismo que después plasmó en el Santo Tribunal de la Inquisición. Estas vicisitudes se reflejan, como es natural, en la esfera de la poesía, y la triste realidad social suministra nuevos temas a Israel.

Admirables muestras de la poesía religiosa de los distintos periodos nos ofrece este libro. Y a través de las traducciones de su segunda parte, donde se desentraña lo más enigmático del alma judía, podemos seguir el inalterable temperamento religioso de una raza que no ha podido ser modificada en el curso de los siglos por ninguna clase de influencias.