Reseña: Clandestini-Clandestinos de Donato di Poce. Por Roberto Acuña

 

 

 

Di Poce, Donato. Clandestini / Clandestinos. Antologia di poesia bilingüe italiano-spagnolo, introducción y traducción de Hiram Barrios; epílogo de Anna Antolisei. Milán: I Quaderni del Bardo, 2021, pp. 230.

 

 

 

 

Clandestini-Clandestinos de Donato di Poce

 

Roberto Acuña

 

 

Las antologías literarias cumplen una función vital: acercan al lector a un sinnúmero de propuestas estéticas, ya sea narrativas, líricas o teatrales. Existen generalmente de dos tipos: las que compendian a los autores, ya sea uno sólo o en grupo, los cuales son seleccionados por años o generaciones o nación (incluyo corrientes literarias); y las temáticas, ya sea para explorar cierto concepto, celebración, arquetipo o para rendir homenaje a algún acontecimiento, espacio o personaje, y un gran etcétera. Dichas categorizaciones pueden mezclarse de igual manera.

En el primer grupo no puedo dejar de mencionar a Vicente Riva Palacio con El parnaso mexicano o a José Emilio Pacheco con su Antología del Modernismo, o a Cuesta y los Contemporáneos con su polémica Antología a la Poesía Mexicana Moderna o a Villaurrutia y a Paz con Laurel y otro gran etcétera. En el segundo grupo que incluye lo temático, recuerdo con mucho cariño la colección Poesía en el andén,  editadas por José Ángel Leyva, Begoña Pulido, H, Pascal o María Luisa Martínez Pessarge y repartidas a precios muy asequibles en los puestos del metro, creo que en unos veinte pesos. También innolvidable la revista Alforja en la cual existen ejemplos de cualquiera de las categorizaciones que señalé anteriormente.

Un poeta y traductor que me marcó en especial por sus aportaciones a nuestro idioma y al trabajo antológico sobre la literatura italiana fue Guillermo Fernández, asesinado desgraciadamente en Toluca el 30 de marzo de 2012, pero del cual nos queda para nuestro consuelo una amplia obra de creación y de traducción ya sea en el terreno de la poesía o en la narrativa, las prensas de la UNAM le deben traducciones ya clásicas e imprescindibles para entender una parte de la cultura italiana.

Gracias al poeta, tuve un acercamiento amoroso con el formato de la antología debido al descubrimiento y el azar siempre gozosos que encierran dichos libros. Por él conocí un sinnúmero de autores italianos y de versos que retengo en mi memoria; su partida ha sido dura y será irremplazable, por ello, siempre que en México escucho hablar de traducción del italiano, su nombre me viene a la cabeza. Precisamente lo traigo a colación porque acabo de leer la antología Clandestini-Clandestinos (2021), reunida por Donato di Poce, edición: Di Quaderni del Bardo. Poesía Bilingüe en traducción e introducción del mexicano, también escritor e investigador, Hiram Barrios; el cual, a pesar de su juventud, ya tiene colmillo en los terrenos de la traducción, recuerdo su traducción de Eros Alesi (al cual ya lo ha traducido por completo y me parece que pronto tendremos noticias), Guillermo Fernández hizo lo propio con Alesi y su ya clásico Mamá morfina; Barrios seguramente la conoció antes de construir su propia versión. ¿Fernández dejó escuela?, quizá, espero que sí. Al menos en el terreno de la traducción tenemos otra hormiga infatigable.

La antología de Clandestinos también me recordó a ésas que encontré en el metro cuando era estudiante, por ese cariz temático y complejo a la vez, pues se puede hablar del fantasma o del espejo o de lo que usted mande, pero cuando se le da un tema a varios poetas de repente el objeto o el concepto no es tan claro o definido como pensábamos, porque la poesía no es plana ni unívoca; es decir, con esta antología de Donato, ¿qué es lo clandestino?

En su introducción, Hiram señala la clandestinidad del arte, de la poesía, y por este atributo se reivindica la propia palabra; también da cuenta, por supuesto, de su faceta política y nos habla del inmigrante. A su vez Donato di Poce, en su nota introductoria, escribe sobre las diferentes formas de la clandestinidad: políticas, sociales, históricas y por supuesto culturales. Hiram destaca el viaje y Donato, el mar; ciertamente ambos elementos se funden, pues ¿el mar no incita al viaje?, y ¿al pensar en el viaje no soñamos con el mar?

La antología consta de 65 autores, otro mar y una multiplicidad de viajes en sí misma. Lo que valoro es la presencia de jóvenes poetas italianos, la mayoría desconocidos para el lector mexicano, por lo mismo el concepto de la clandestinidad se sale muy pronto de la definición de la Real Academia Española, como usualmente pasa con cualquier término que se pretenda congelar en las entradas de un diccionario, éste da su definición: “Secreto, oculto, y especialmente hecho o dicho secretamente por temor a la ley o para eludirla”. La definición abarca el aspecto político, enfocada en la ley y sus constituciones; ésta si bien puede tocar tangencialmente el problema de la emigración, el exilio, los asuntos históricos y sociales como señalan tanto Hiram como Donato, no contempla ni el arte ni la palabra ni la cultura, señalados por ambos escritores, pues sólo el discurso artístico puede dar profundidad a los adjetivos puestos sobre el ser humano.

Antonella Anedda, por ejemplo, en uno de los poemas de la antología nos habla del clandestino que desea dejar de serlo, escribe sobre la tierra prometida, pero ésta es la de origen, la tierra está condensada en el cuerpo mismo de quien parte, la piel es recuerdo, el cuerpo forma el espacio perdido desde su presente para habitarlo desde su oscuridad, como nostalgia, pero también como un futuro anhelado, circunscrito en el retorno: “El cuerpo es el hacha: golpea la luz/ apartándola en silencio/ hasta el paso más desnudo -a la negrura/ de un tiempo que compone/ una tierra lentísima/ en el espacio golpeado por mis pies/ -promesa”.

En este mismo tenor se encuentra Marco Annichiarico en “El paseaba y pensaba”, el poema nos habla de la búsqueda de lo perdido, de lo que se deja atrás; también Antonio Bassano regresa a la niñez, hace el viaje a la semilla para buscar el paraíso de la infancia, el “recuerdo feroz de la juventud y la belleza”. El clandestino es entonces un hombre sin tierra, melancólico debido a un pasado irrecuperable, vital, cuyo cuerpo sólo puede recuperar la memoria de aquel esplendor.

Alessio Brandolini focaliza el cuerpo también, pero él no se centra en recuperar el pasado, no importa de hecho el lugar de donde se viene, sino el presente, el acoso, el estado de sitio indicado por el cuerpo, por los ojos, los cuales son la marca de la clandestinidad, en ellos la furia y el dolor. En “Extra.com”, escribe:

 

Venidos de quién sabe dónde

Inaccesible

por el otro, la ira

los ojos llenos de sangre…

 

El clandestino, por tanto, es un outsider, él mismo no duda de su condición de relegado, pero también la busca, necesita estar fuera del orden establecido, de la ley, ya sea por convicción o por un estigma de nacimiento, así lo poetiza Fabrizio Cavallero en el poema “Clandestino”: “Siempre me sentí así./Este malestar lo he provocado/ desde la cuna”…

Gianni D’Elia muestra en el poema “Y están en el fondo del mar, en el fondo del mar” la ambivalencia del que marcha a su exilio y el que llega a una playa en condición de turista; es el mismo mar para ambos y no lo es, porque el turista sale a broncearse y el clandestino le está negado el descanso de la arena. También hay otros poemas que reivindican el derecho a la bondad al mostrar las caries que hemos dejado en nosotros y en el otro, como el poema del mismo Donato Di Ponce, “Clandestinos”.

El mundo es uno, como el mar de D’Elia, pero no la forma en que lo vemos. Todos en alguna medida fomentamos la clandestinidad y a su vez la practicamos. ¿Qué vida inicia el clandestino?, pregunta que deja en mí el poema de Sergio Gabriele: “Signos y sueños”.  Lo cierto es que aquel hombre consumido por la clandestinidad se sabe diferente y ajeno. Clandestinamente contemplamos lo que fue nuestra juventud, como lo señala Andrea Longega y Claudio Pagelli e Icaro Ravasi entre otros, que escriben sobre el estigma de la escritura, de saber leer y más si se es poeta, como dice este último: “El poeta es un clandestino”.

Yo me pregunto después de leer esta antología, ¿cuántos son los rostros de la clandestinidad?, ¿en qué parte del cuerpo ocultamos furtivamente el viaje al pasado, a los lugares donde hemos sido felices?, ¿es imposible ser feliz en el presente?, ¿le está prohibida la felicidad al clandestino, aquella simple que da la tierra, el árbol o las pocas gallinas que le han arrebatado?, ¿se debe reivindicar la clandestinidad del arte?, ¿el artista merece ser un apátrida, un outsider, un clandestino?, ¿se debe buscar serlo si nuestro oficio es la palabra o cualquier otra vocación del espíritu, de debe buscar la clandestinidad a pesar de que nuestro oficio se debe al otro y es para el otro?

Clandestino no sólo es aquel que va en contra de la ley, también es aquel injustamente expulsado por las leyes del Mercado, que son finalmente las que rigen los Estados y el sistema económico reinante y los que determinan las fronteras y levantan muros y levantan a punta de metralla a ciudadanos que de un día para otros se encuentran en la clandestinidad de su propio país que no es más su país, aunque las semillas plantadas sigan creciendo.

El clandestino es la mujer o el hombre que ha reflexionado sobre sí mismo y los demás, y ha decidido actuar de diferente modo al de la gran mayoría; clandestino es aquel o aquella que construye su cuerpo y su amor al margen de la moral o las leyes reinantes. Clandestino es aquel que ha sido expulsado de la juventud, de la alegría, de la belleza del tiempo, y ocupa sus horas para rememorar otras horas donde fue feliz; el clandestino no es feliz, fue feliz.

Clandestino también es aquel que afila la palabra para ser feliz en medio de las tribulaciones del mundo, de la clandestinidad que ha construido para salvaguardarse del salvajismo desproporcionado por la globalización y las caries de la posmodernidad. El clandestino toca el trombón porque es uno de los instrumentos más clandestinos en la música clásica, estudia Letras o sueña que escribe y al despertarse no escribe porque ni en sueños el clandestino se deja gobernar.

La enfermedad también da una marca de cierta clandestinidad, nos aleja del trajín de la vida a la que furtivamente vemos y muchas veces no podemos habitar porque no hay dinero para las medicinas, para salir adelante, para la bondad, como dice un buen amigo, y tenemos que lamernos en soledad, componer música para cuidar nuestro dolor y tratar de sobrevivir a pesar de nosotros, a pesar del cáncer y tantas otras enfermedades que nos dan cierto aire de relegados sociales; clandestinos de nosotros mismos, porque nuestro cuerpo nos rechaza, nos expulsa del feudo que somos.

El clandestino, de igual modo, no conoce de Estados o Repúblicas, sólo tiene su cuerpo, su pensamiento para traducir un idioma o crear aforismos o minificciones, porque hasta en la literatura el aforista y el escritor de breverías es un clandestino, sólo tiene su cuerpo para soñar y dejar de ser clandestino cuando el mundo le ha dicho que no deben ser así las formas de su sueño.

Clandestino de Donato di Poce en traducción de Hiram Barrios es una antología ingobernable, el lector encontrará un sinnúmero de rostros, voces, maneras de asumir la clandestinidad, pero le dejará más preguntas sobre su propia clandestinidad. ¿De qué manera hemos sido clandestinos? Lo único seguro es que una persona siempre, en algún momento de su vida, asume alguno de los cuerpos de la clandestinidad. ¿Cuál fue el suyo? Quizá esta antología se lo recuerde.

 

 

Los poetas incluidos:

 

Antonella Anedda, Marco Annicchiarico, Simone Bandirali, Antonio Bassano, Diana Battaggia, Maria Cristina Biggio, Monica Borettini, Alessio Brandolini, Alessandro Broggi, Daniela Cabrini, Roberto Carifi, Alberto Casiraghy, Fabrizio Cavallaro, Ennio Cavalli, Reinhard Christanell, Vittorio Cozzoli, Stefania Crema, Maurizio Cucchi, Milo De Angelis, Gianni D’Elia, Antonio Della Rocca, Donato Di Poce, Roberto Dossi, Anna Maria Farabbi, Giuseppe Fida, Aldo Forbice, Tiziano Fratus, Sergio Gabriele, Nausicaa Giannino, Federico Gismondi, Tomaso Kemeny, Sergio La Chiusa, Vivian Lamarque, Anna Lauria, Paola Lazzarini, Franco Loi, Attilio Lolini, Andrea Longega, Monica Maggi, Ivano Malcotti, Alberto Manzoli, Piero Marelli, Giuseppe Martucci, Alda Merini, Mauro Montini Bellosio, Alessandro Moscè, Giampiero Neri, Claudio Pagelli, Corrado Paina, Erminia Passannanti, Luisa Pianzola, Raffaele Piazza, Luca Picasso, Giovanna Previti, Gianni Priano, Icaro Ravasi, Patricia Roaldi, Roberto Roversi, Biagio Salmeri, Evelina Schatz, Marco Simonelli, Santi Spadaro, Italo Testa, Mary Barbara Tolusso, Cesare Viviani.

 

 

Muestra poética:

 

 

Yo soy el muchacho negro

 

Piel clara nacida en África

Yo soy el muchacho negro

Que huye sobre la ola

No me miren cuando el mar se hinche.

 

Reinhard Christanell

 

 

 

 

 

Clandestinos

 

El mar es demasiado ancho

para nuestros deseos.

Un improbable viento nos trajo

a estas playas… Infortunadamente el viento

no tiene memoria

y las voces son otra frontera.

Las olas nos llevan y nos traen

los pasos son inciertos

donde comienza la tierra. Tenemos solo

los ojos y no pueden decir más

si no encontramos otras ocasiones

disponibles a ese tranquilo silencio

donde empezarán las palabras

que no podremos rechazar,

al menos por una vez decidía

no solo por la suerte.

 

Piero Marelli

 

 

 

 

 

Roberto Javier Acuña Gutiérrez (Ciudad de México, 1981). Es escritor, tallerista, profesor universitario en las carreras de Comunicación y Letras Hispánicas en la UNAM. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Tarde en recordar (UANL, 2017), Los ojos negros de la noche (Surdavoz, 2019), Regusto a diablo (2020, Tintanueva), Calaverio (2020, Cómics poéticos), El infierno es con nosotros (2020, Mantra). Ha obtenido distintos reconocimientos y premios en poesía, crónica, cuento y ensayo.