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Españolas del Nuevo Mundo. Ensayos biográficos. Por Javier Fernández

 

 

 

 

 

Gómez-Lucena, Eloísa. Españolas del Nuevo Mundo. Ensayos biográficos, siglos XVI-XVII. Madrid: Cátedra, 2013. 462 pp. ISBN 978-84-376-3202-5.

 

 

 

 

Reviewed

by F. Javier Fernández

Urenda Longwood University

 

 

Españolas del Nuevo Mundo es una colección de semblanzas biográficas que persigue reivindicar un papel protagonista para la mujer española durante los años de la exploración y colonización de los diferentes territorios de América y el Pacífico. La autora presenta un heterogéneo grupo de treinta y ocho mujeres con la doble intención de recuperar su memoria y reconstruir diferentes episodios de la historia de la conquista española de América. Muchas de ellas, salvo meritorias excepciones, fueron “entes invisibles” tanto para algunos cronistas de Indias como para los funcionarios de la Casa de Contratación de Sevilla, quienes habitualmente omitían sus nombres en los registros y obviaban su presencia en las diferentes empresas de exploración y conquista. De ahí que las biografías se apuntalen de manera constante con datos extraídos de documentos, memoriales, cartas y, sobre todo, crónicas sobre el descubrimiento y conquista de los territorios de ultramar. De entre estas últimas logra espigar gran cantidad de datos y anécdotas relacionados con la vida de algunas de las protagonistas de las biografías, aunque con todos ellos también consigue evidenciar el constante olvido en el que recaían los cronistas a la hora de reconocer la activa participación de las mujeres en exploraciones e incluso en actos de guerra. Las relaciones de Bernal Díaz del Castillo y Ulrich Schmidel, entre tantas otras, proporcionan a la autora numerosos ejemplos de ello.

El epígrafe que da comienzo a la introducción, primera de las cuatro partes en las que se divide el libro, recibe el título de “Sobre cronistas desmemoriados y literatos misóginos”, revelando así el discurso de género que articulará el resto de la obra. A modo de exordio, la escritora manifiesta su sorpresa ante el “doble solipsismo de género y especie” que sufrían muchos cronistas de Indias, pues, dando protagonismo al varón, habitualmente ignoraban en sus crónicas a mujeres y animales. En opinión de Gómez-Lucena, esta literatura se imbricaría en la tradición misógina de la literatura occidental, según ejemplifica a través de un somero recorrido que abarca desde El Corbacho del Arcipreste de Talavera y el modelo original de Boccaccio, hasta los estudios de Cesare Lombroso y Paul Julius Moebius que argumentaban la inferioridad intelectual de la mujer a finales del siglo XIX y principios del XX. No obstante, a lo largo de las páginas introductorias reconoce su deuda con cronistas como Cervantes Salazar, quien, a diferencia del “ninguneo extremo” propio de la obra de Bernal Díaz, recoge nombres y diversas noticias sobre las primeras pobladoras españolas del continente.

Llega a resultar llamativo el hecho de que, a pesar de las constantes alusiones al dogmatismo masculino de los escritores manejados y a las claves patriarcales propias de la época en la que se circunscriben las obras citadas, Gómez-Lucena no persigue planteamiento teórico alguno respecto a las cuestiones de género que subyacen en sus comentarios. El ensayo es definido entonces como “hijo espiritual de mis lecturas, deseos, preocupaciones e inquietudes” que pretende recrear las vicisitudes de las españolas que viajaron a América o Filipinas durante los siglos XVI y XVII. Esta limitación del objeto de estudio excluye conscientemente a personajes destacados como Sor Juana Inés de la Cruz o Leonor de Ovando, por criollas, y a otras mujeres indígenas o mestizas, materia de un futurible segundo ensayo al que se alude varias veces a lo largo de la obra.

La introducción se perfila a partir de ahí como una interesante colección de datos a propósito de las condiciones sociales, políticas y culturales que rodeaban la emigración femenina a América y que resulta inestimable a la hora de contextualizar a los personajes reseñados en las semblanzas biográficas posteriores. La autora avanza que no todas las mujeres compendiadas fueron personajes ilustres o de vida ejemplar, encontrándose en el grupo de biografiadas tanto mujeres involucradas directamente en hechos de armas, como religiosas y profesionales de los más diversos oficios. Especial interés le merece el aspecto marital, detallado constantemente en las biografías y sobre el que ofrece varios ejemplos de los contratiempos que sufrían las mujeres abandonadas, maltratadas y vejadas, aunque también los causados por las maltratadoras, bígamas y de vida licenciosa. Una prolija secuencia de divorcios y nulidades permite al lector cobrar conciencia de las complejidades sociales y legales a las que se veían irremisiblemente abocadas muchas de ellas.

Idéntico propósito parece perseguir la relación de los contenidos de algunas de las más de seiscientas cartas conservadas en el Archivo General de Indias recopiladas por Enrique Otte en sus Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540-1616 (1988). Los ejemplos, datados en su mayoría en la Ciudad de México y Lima, dan cuenta de la vertiente humana de la emigración a la vez que revelan las ansiedades y anhelos de sus remitentes, a quienes podríamos incluir en la categoría de la intrahistoria por su nula trascendencia en los hechos notables de aquellos años. Dicha vertiente humana e incluso íntima se complementa con diversos detalles a tenor de la legislación que se aplicaba a todos aquellos que deseaban viajar, constatando que la que “regulaba el flujo migratorio de las mujeres era más puntillosa, encaminada a proteger su honestidad y a salvaguardar la unidad familiar”. Finalmente, no carece de interés la exposición de datos estadísticos atingentes a la emigración femenina a América que la escritora toma principalmente del estudio del historiador Jordi Nadal, La población española: siglos XVI-XX, y de la tesis doctoral de Teresa Condés Palacios titulada Capacidad jurídica de la mujer en el derecho indiano.

Tras la introducción, Gómez-Lucena dispone alfabéticamente la relación de las vidas de las españolas del Nuevo Mundo en dos grupos diferenciados. En primer término presenta dieciocho “Ensayos biográficos” en donde detalla con diferente extensión los aspectos vitales y hechos reseñables de mujeres principales – María Álvarez de Toledo, Beatriz de la Cueva o Juana de Zúñiga –, exploradoras y soldados – Catalina de Erauso, María de Estrada, Isabel de Guevara o Inés Suárez –, y educadoras y religiosas – Inés de la Cruz Castillet, Catalina Bustamante o Marina de la Cruz – de las que ha logrado recopilar suficientes referencias. No le resultó fácil a tenor de las escasas noticias que llega a ofrecer sobre algunas de las biografiadas como Francisca de la Cueva o Catalina Juárez Marcaida, esposas respectivas de Pedro de Alvarado y Hernán Cortés, de quienes apenas se dan detalles de su boda y llegada a tierras de Nueva España. En otros casos, tales como el de la monja alférez, la abundancia de testimonios literarios o documentales le permite desarrollar extensamente la narración. En ocasiones, esta adquiere tintes novelescos al introducirse la estructura in media res y usar abundantes analepsis, como sucede al describir la avenida de lodo y agua del volcán que arrasó la actual Ciudad Vieja en Guatemala por la que murió Beatriz de la Cueva en compañía de otras damas y su hijastra de seis años.

Menos prolijas resultan las veinte “Semblanzas de otras españolas” que refiere tras los ensayos biográficos mencionados, pues de sus protagonistas sólo se sabe “que intervinieron en algún acontecimiento o desarrollaron un oficio”. Entre ellas se enumeran comadronas, costureras, enfermeras, propietarias, encomenderas, prostitutas o simplemente pobladoras. La insuficiencia de datos le impide que de la mayoría de ellas se pueda articular poco más que una rápida noticia biográfica.

Concluye el libro con una breve pero curiosa descripción de algunos de los trabajos cartográficos que a partir de los viajes de Cristóbal Colón se desarrollaron tanto en España como en Europa. La inclusión de esta cuarta y última parte del ensayo, titulada “Cartografía del Nuevo Mundo”, le merece a la autora una justificación desde las primeras páginas de su estudio. Así, junto a la utilidad de reconstruir los itinerarios geográficos de todas y cada una de las mujeres reseñadas para permitir al lector ser consciente de la dificultad intrínseca de tan largos viajes, la adición de este epígrafe le “pareció conveniente a fin de engranar la dimensión social y política de cada personaje en la científica-geográfica de su tiempo” (14). Los mapas de Martin Waldseemüller, Hernán Cortés, Pedro de Medina y Joan Blaeu y sus respectivos comentarios dan cuenta de la evolución científica que supuso el conocimiento de las vastas regiones exploradas por los conquistadores, a los que habitualmente acompañaban mujeres resueltas igualmente a encontrar su destino en tierras desconocidas y lejanas.

Tras la lectura atenta de la obra aquí reseñada, no puede afirmarse que el propósito de la autora de revalorizar las figuras de estas nuevas pobladoras americanas sea original o novedoso. Publicaciones anteriores, como el detallado estudio de Juan Francisco Maura Españolas de ultramar en la historia y en la literatura (2004), igualmente persiguen poner en valor la “importantísima contribución intelectual y social de la mujer hispana en el Nuevo Mundo” (Maura 237). Sin embargo, tanto el lector curioso como el erudito podrán constatar en esta obra de divulgación un meticuloso trabajo documental que conjuga sin estridencias una extensa colección de datos provenientes de fuentes literarias, científicas y archivísticas. La escritora, que ya ha publicado estudios previos sobre las expediciones de Alvar Núñez Cabeza de Vaca – La odisea de Cabeza de Vaca (2008) – y Mencía Calderón – Expedición al Paraíso (2004) –, demuestra el dominio de la materia, aunque no oculta en ningún momento la dificultad de su proyecto ante la falta de testimonios conservados sobre las mujeres a las que se debe el ensayo. De este modo, algunas de las anticipadas biografías quedan solapadas por las respectivas narraciones de los hechos de los conquistadores, marginando habitualmente a las protagonistas en favor de la narración de las hazañas de hombres como Cortés, Alvarado, Orellana o Valdivia. Previendo esta posible crítica, es la propia autora quien advierte de su decisión de equiparar el mérito de las mujeres con el de los hombres a los que acompañaban en sus éxitos y penalidades “Por si algún lector estimara que determinadas biografías de estas Españolas del Nuevo Mundo están erigidas con escasa base documental” (18). Igualmente, el lector podría considerar reiterativos varios pasajes del ensayo, ya que, a pesar de que algunas llegaron a participar en los mismos hechos, la disposición alfabética de las biografiadas implica el tratamiento personalizado de todas ellas, narrándose de nuevo detalles a propósito de la misma circunstancia. No obstante, habría que reconocer que una diferente organización de la materia, cronológica por ejemplo, alteraría el original deseo de la autora de individualizar los actos de todas y cada una de las reseñadas para rendirles el homenaje debido a su protagonismo. Este es, precisamente, uno de los méritos del ensayo y no cabe sino ponderar positivamente la propuesta de Gómez-Lucena por lo sugerente de su invitación a releer las crónicas de Indias desde otra perspectiva.