Biblioteca

Angostura: en defensa del leer, de Mariana Bernárdez. Por Félix Suárez

 

 

 

 

Angostura: en defensa del leer, de Mariana Bernárdez

 

Félix Suárez

 

 

I

 

George Steiner nos advierte que la cultura del libro nos autoriza “todas las formas del olvido”. Descansar en el libro aquello que deberíamos depositar en la memoria es un rasgo que caracteriza el triunfo de lo escrito sobre “el saber del corazón” (a lo que etimológicamente nos refiere el hecho de recordar). La memoria, así, constituye, según el autor de Lenguaje y silencio, el conocimiento que hemos resguardado en nosotros por amor; el conocimiento de lo que verdaderamente amamos.

La invención de Gutenberg, sin embargo, no acabaría con esta pasión; todo lo contrario: la potenciaría, crearía “una escritura de la memoria”, como quiere Eco; la ahondaría y la diversificaría de una y mil maneras, en las que no sólo el recuerdo y el que lo evoca participan en esta pasión variopinta, plural, un poco perversa, que recorre todas las formas del deseo y la pasión amorosa: desde el amantísimo y celoso lector de sus pocos libros; o el bibliófago, gustador indiscriminado que refiere Alfonso Reyes; o el erudito fiel, sibarita,  que se ha hecho uno con el objeto de su amor; o el fetichista sensual, el bibliómano que colecciona ediciones especiales, incunables, costosísimas rarezas bibliográficas de aquí y de allá y que, sin embargo es, como todos los demás, un ente fundamental de esa tipología amorosa que ha creado a su alrededor el libro desde su invención -y aun antes de las prensas de Gutenberg.

Cualesquiera que sean las razones que motivan estos acercamientos amorosos entre este objeto de palabras y sus amantes; todos, al decir de Umberto Eco, somos “gente de libro” que hemos hecho de la lectura y los libros, a través de cualquier soporte, una forma de vida.

 

 

II

 

En Angostura: en defensa del leer, Mariana Bernárdez se reconoce como parte de esa “estirpe”, de esa “tribu de palabras” para la que el libro es, entre otras cosas, ventana, viaje, gozo, compañía, memoria, cicatriz, sedante, conocimiento, alegría, “pasión de leer”, pasión de escribir. Y es que Mariana es una poeta aun en el ensayo: sus reflexiones inclinan hacia nosotros las ramas altísimas de su poesía: frutos seductores, radiantes, que son imágenes, que son ideas: entre ambas, entre los intersticios de cada frase que construye, el lector encuentra el sentido, la hondura y la belleza de sus palabras.

En efecto, el ensayo de Mariana colinda de manera gozosa con la poesía; en Angostura…, la poeta reflexiona y crea a un mismo tiempo. El resultado son imágenes poéticas, poliédricas; ideas que nos revelan el mundo y su misterio; que nos revelan a nosotros mismos en esa lectura en la que nos deletreamos; instantáneas que nos conducen a repensar la experiencia del libro como compañero y testigo de nuestros pensamientos, de nuestros actos más íntimos. Por eso, Angostura… es también el rastro de fuego de la memoria: la abuela y su mascada, el solar azul de la infancia. El repositorio y el testimonio de la pasión. Adentrarse en este libro es adentrarse no sólo en el “paisaje mental” de la autora -como quería Calasso-: en sus lecturas, en su pasado lector, desde donde es posible intuir, como en una suerte de reverberaciones, la raíz y los ecos de su poesía y su pensamiento.

¿Qué es lo que nos dice, susurrante, esta voz que viene de tan lejos, pero que a la vez es tan próxima y actual como su presencia misma? Dice que el mundo es siempre el primer libro, la primera y obligada lectura de nuestros deslumbrados y anonadados ojos; dice que “estrenamos el mundo leyendo”, que leemos la nube y el alba y el cielo, “la noche y sus letras”, “el día y sus atributos”, “la corola del cielo”; que leemos a través de “…unos ojos anegados [que] releen el mundo y su prodigio singular”.

 

 

III

 

Esta lectura inicial (y final) del mundo que nos propone Mariana a lo largo de su libro, linda de alguna forma con el pensamiento de san Bernardo, que creía que el verdadero saber radica en la contemplación de la naturaleza; que los árboles y las rocas podrían enseñarnos sin duda más que ningún otro libro, más que ningún otro maestro. Kierkegaard ruega a Dios para que el afligido se contente en su aflicción, aprendiendo del silencio de los lirios del campo y de las aves del cielo: criaturas que para ser no requieren de otra cosa que ser ellos mismos, y no se cotejan, no se comparan nunca con el resto de la creación.

En Angostura…, la poeta nos recuerda esta necesaria verdad, la verdad de la defensa del leer, de leer el mundo como principio de todo conocimiento; de leer además el mundo en los libros, de leer los libros que nos descubren el mundo y nos llevan hacia nosotros mismos, hombres de niebla, vivísimas chispas ardientes, detenidas un instante en medio de la oscuridad.

 

 

IV

 

Por ello este libro no es -no pretende ser- una guía para promover la lectura, porque no aspira a convencernos a ultranza de las múltiples (y muy válidas) virtudes que conlleva el hábito de leer. No busca tampoco catequizar a nadie ni ser un manual para mediadores o promotores de la lectura. Nos basta con entrar en él, leerlo, para comprender la pasión con la que fue escrito, y eso es suficiente también, sin duda, para sentirnos convencidos, atraídos, seducidos sin remedio por el amor a los libros y a la lectura. Angostura… es, así, una ofrenda lírica de la experiencia de una lectora comprometida con su oficio de vida, que busca contagiar en sus lectores esa pasión por el libro; de una lectora que sabe que los libros (cualquiera que sea su soporte) sirven, entre otras cosas, “para apaciguar la tristeza”, para dar “moradura” cierta a las palabras; para, incluso, “sortear el tan temido naufragio”. Compañeros de viaje que nada piden y siempre están dispuestos a dar, los libros –el gran Libro del mundo- están ahí, como los lirios de Kierkegaard, silenciosos en su elocuencia, interpelándonos a gritos en su mutismo, enseñándonos a vivir y también, por qué no, a bien morir.

 

 

***

 

Celebramos hoy con gran alegría la aparición de este libro hermoso por dentro y por fuera. Que sea para bien del libro y sus lectores. Felicidades, Mariana.

Muchas gracias.

 

 

 

 

Félix Suárez (Estado de México), poeta, ensayista y editor; maestro en Humanidades. Obtuvo  el Premio Nacional de Literatura “José fuentes Mares”, el Premio Internacional de Poesía “Jaime Sabines”, el Premio Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino”. Su obra se encuentra incluida en más de una veintena de antologías colectivas, entre ellas, la Antología general de la poesía mexicana y la Antología esencial de la poesía mexicana. Cien poetas de los siglos XV al XXI. Poemas suyos se encuentran traducidos al inglés, árabe, catalán, francés e italiano.