Arte

Sinatra. Por Gabriel Jiménez Emán

 

 

 

SINATRA

Gabriel Jiménez Emán

 

 

Desde niño, oía melodías románticas en la radio y en la televisión en El Silencio, en pleno centro de mi natal Caracas, donde mi padre o mi madre me llevaban a escuelitas cercanas tomado de la mano, Narcisa y Elisio me compraban discos de música en todos los idiomas, me llevaban al teatro y al cine, donde muchas películas estaban en inglés, y después en el pueblo costero de Caraballeda, en el litoral central,  los cantantes norteamericanos y caribeños surgían de rockolas y radios; aquellas canciones se metían en la piel y en los huesos, baladistas o boleristas componían un tablero armónico que inundaba nuestros oídos y nuestras ilusiones, mientras veíamos a hombres beber cervezas frente a las rockolas, y a bellas mujeres reír mientras fumaban y escuchaban la cálida música recién evaporada en aquella atmósfera de lugares abiertos, todo a plena vista, en un magnifico paisaje humano. Los tambores sonaban en Caraballeda invocando a San Juan; los espíritus africanos y los cantantes del Caribe se acoplaban perfectamente a aquel ambiente marinero.

Luego, nos mudamos de aquel mágico pueblo a la ciudad de San Felipe, y entonces hicieron irrupción en nuestro mundo los valses criollos, los trovadores de América, Los Beatles y los grandes crooners estadounidenses como Tony Bennet, Dean Martin, Nat King Cole o Frank Sinatra, que ya habíamos oído en Caraballeda junto a las primeras cantantes de jazz como Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Lena Horne o Sarah Vaughan.

Estudiaba yo el bachillerato en el liceo “Arístides Rojas” de San Felipe cuando nuestro querido profesor Rafael Ángel Estrella, a quien llamábamos “el Teacher”, nos mostró durante las clases de inglés un disco de Frank Sinatra Strangers in rhe night, recomendándolo para oírlo y captar ahí una buena dicción del idioma. Yo ya me había preparado a oírlo, pues mi padre había contratado en Caraballeda a un profesor de inglés para mí cuando le confesé mi gusto por aquel idioma, de este modo, luego de estudiarlo, no me fue muy arduo comprender el inglés cuando Sinatra cantaba, sobre todo al interpretar “Strangers in the Night” de Bert Kaempfert, con espléndida claridad. La dicción impecable de Sinatra era el modelo de nuestro profesor el “teacher” Estrella; así fui aprendiendo el inglés, memorizando palabra a palabra esta canción hasta cantarla completa, y después otras piezas suyas y acompañándome algunas de ellas en la guitarra. Cuál no sería mi asombro, cuando otro de mis profesores me confesó que Sinatra estaba considerado el mejor cantante del mundo.

Y no estaba exagerando. Ningún cantante popular de lengua inglesa, ni de ninguna otra lengua, creo, con excepción quizá de algunos cantantes de ópera como Caruso Mario Lanza o Pavarotti, tuvieron tanta popularidad, ni han contado con carreras tan rutilantes y completas como la de Frank Sinatra, quien abarcó casi todos los géneros y escenarios, alternando con directores, actores, músicos, cantantes, empresas disqueras de numerosos países, conquistando todos los públicos. Su estilo, elegante, pausado, culto, delicado, varonil, es a su vez poderoso, equilibrado, sin prisa, su voz de barítono asciende y desciende sin esfuerzos, se adelanta o atrasa a conciencia, con sinigual manejo del temperamento, se acopla al sentimiento de alegría o pena, de nostalgia o exaltación, plena de matices y detalles, se presta a los más elaborados arreglos, a las orquestaciones más barrocas o acompañamientos simples, tiene la virtud de hacer suya cada melodía que interpreta, se adapta a cualquier efusión, alegría o melancolía, y el público permanece hechizado al oírla.

 

 

En el mundo del cine

 

Se presta Sinatra al ámbito del cine, alterna con actrices y actores de su época en cualquier país, también posee dotes para cualquier género, desde la comedia hasta el drama, musicales o épicos, Sinatra se convierte en un artista versátil, su imagen se acuña a los prototipos de su época, se vuelve un icono. Fue el cantante del siglo XX aclamado por el público en casi todas las capitales de Europa y América; su fama se propagó a los cinco continentes. Tuvieron que aparecer Elvis Presley y luego Los Beatles, el rock y el pop, para que Sinatra pudiera ser momentáneamente eclipsado. Se adaptó a los nuevos tiempos haciendo dúos con cantantes de numerosos países y diversos estilos, hasta el final. Su carrera es rutilante. Cada vez que anunciaba su posible retiro, el público volvía a exigirle que retornara, y él lo complacía cada vez que podía.

Francis Albert había nacido en Hoboken, New Jersey, el 12 de diciembre de 1915. Hijo único de Natalie “Dolly” Della Garavante, nacida en Génova, Italia. Ella fue enfermera y su padre, Martin, bombero y pugilista, ambos modestos, tuvieron que abrirse paso a la sobrevivencia acudiendo a veces a relaciones con pequeñas mafias. Francis Albert pasó luego a llamarse Frank; asistió a una escuela pública donde se codeó con grupos de inmigrantes irlandeses, judíos, chinos y afroamericanos donde convivían anarquistas y mafiosos que controlaban bares y tabernas en Hoboken, donde era común el ambiente animado por la radio, y podían escucharse músicos como Gene Austin, --crooner que vendió doce millones de discos-- y otros como Bing Crosby y Rudy Vallé. Frank se hizo amigo de Willie Moretti y Nancy, su esposa, era prima de un socio de Moretti que ayudó a Sinatra como cantante en sus comienzos, a cambio de que cantara en algunas fiestas privadas y en bodas de la familia. Moretti habría sido quien le presentó a Sinatra a Tommy Dorsey, personaje decisivo en el inicio de su carrera.

Desde joven, Frank estuvo en ese ambiente de hombres “duros” acostumbrados al trato con dinero y el poder ilegal de las mafias, que siempre ha cautivado al imaginario de la sociedad estadounidense y alimentado sagas enteras de películas y novelas. Así un buen día, en los años 40, Frank le confesó a su novia Nancy Barbato –con quien se casaría en 1939- que su sueño era cantar con una orquesta, estaba listo a realizar viajes a otros sitios; deseaba hacerlo solo y no quería que nadie estuviese detrás de él vigilándolo.

 

 

Comienza la aventura: primeras orquestas

 

Entonces emprende su aventura. Ese mismo año 1939 conoce a al trompetista y director Harry James, casado con una joven cantante, Betty Grable. Entonces alguien va a decirle a James que ha escuchado a aquel joven haciendo audiciones en una radio local. Harry James fue entonces a oírle en New Jersey y quedó impactado. Tenían ambos 23 años de edad; comenzaron a trabajar juntos varios meses, después de haber superado algunas diferencias, entre ellas la del apellido “Sinatra”, que no gustaba a James.

Luego de trabajar con James, lo hizo con las orquestas de Ben Pollack y Benny Goodman en aquellos años 30; alrededor de ellos se agrupaban muchos de los mejores músicos de entonces, y eran populares melodías cono “El vuelo del abejorro” y “Carnaval en Venecia” interpretadas por músicos como Louis Armstrong. Sinatra se percató de que cantantes como Bing Crosby o Billie Holiday. al modular estas piezas, las hacían suyas, y él procuró hacer algo similar; deseaba mantener un estilo propio, dotado de un swing a través del cual pudiese abordar las canciones en su propio tempo, jugando con los compases de la orquesta, acoplándose a las melodías a su manera. Un día lo logró con la pieza de Cole Porter “Night and Day”, improvisando sobre ella para crear un nuevo swing. Comenzó a alternar con cantantes clásicos de jazz y otras orquestas de renombre, como las de Tommy Dorsey o Glenn Miller, donde se cultivaron grandes instrumentistas como Buddy Rich, Ziggy Elmann y Primmy Berigan. Entonces comienzan los éxitos: I’ll Never Smile Again” (Ruth Lowe), “I fall in Love Too Easily”, “Saturday Night”. También en esos días nace su primera hija, Nancy.

Con Harry James y Tommy Dorsey Sinatra comienza a dominar técnicas originales para el canto, grabando con ellos casi todos los días. Con Harry James destacan piezas como “All or Nothing at All”, “Every Day of my Life”, “Stardust”, “Here Comes the Night”; mientras que junto a Tommy Dorsey citamos “Shake Down the Stars” y “It’s a Lovely Day Tomorrow”. Las piezas grabadas con el trombonista Dorsey pueden ser consideradas las mejores de la primera época de Sinatra, donde el cantante perfeccionó su técnica vocal en este género romántico, llegando a grabar más de cien temas de diversos autores norteamericanos. Ahí empezó su verdadera fama y comenzó a llover el dinero. También se inicia una racha de grabaciones para hacer películas en Hollywood.

 

 

Los grandes compositores

 

Ya entrando en los años cincuenta, Sinatra realiza grabaciones de quienes son quizá los primeros compositores de la época en el género: la dupla Jule Styne y Sammy Cahn. Ello se produjo dentro de una época de florecimiento comercial de empresas en diversos rubros –sobre todo cigarrillos y licores- que comenzaron a patrocinar programas radiales y películas; surgieron varias orquestas con otros estilos cosmopolitas, tales como Axel Stordahl, uno de los grandes arreglistas de entonces, autor de orquestaciones majestuosas.

A los geniales Styne y Cahn se agregan también temas de los compositores Jerome Kern, Harold Arlen, Richard Rogers, Jimmy Van Heusen y sobre todo Cole Porter e Irving Berlin, quienes eran todos algo así como el summum del romanticismo norteamericano de esos años, mereciendo seguramente el calificativo de clásicos. Las listas de estas composiciones pueden ser prolijas; entre las más famosas de Jule Styne y Sammy Cahn se hallan “Time After Time”, “The Things We did Last Summer”, “The charm of you”, “I believe”, “You are my Girl”, “Kisses and Tears” y entre las de Cole Porter están “Night and day”, “Begin the Beguine”, “I Concentrate on You”, “I’m loved”, “You don’nt remind me” y “You do Something to me”.

Del repertorio de Irving Berlin cito “How Deep is the Ocean”, “Always”, “Blue Skies”, “What I’ll do”, “The Girl That I Marry” y “I Love You”. Las piezas de estos compositores se caracterizan por su lentitud y su lirismo puro, muy estilizado, tan peculiar del alma romántica norteamericana. La lista de temas líricos pudiera ser interminable, tratándose seguramente de los grandes compositores sentimentales de los Estados Unidos. Junto a ellos, Sinatra despega como el gran intérprete de esta sonoridad y de registro vocal, para el mundo.

 

 

Carrera en la actuación

 

Pero nuestro crooner no se conformó con el estrellato musical, y quiso también incursionar en la actuación, teniendo en su haber cincuenta y ocho filmes de irregular factura, pero alcanzando en casi todos caracterizaciones logradas. Ya desde muy temprano, desde los años cuarenta, había trabajado en más de una decena de ellos, en filmes de Ralph Murphy, Edward Buzzell, Tim Whelan, George Sidney o Richard Whort. entre muchos otros, en donde destaca el de Vincent Minelli Till the Clouds roll By (1946), de George Sidney y Richard Worth; el de Irving Pitechel The Miracle of the Bells (1948), junto a Fred Murray y Lee J. Cobb; y On the Town de Stanley Donen. Pero donde alcanza uno de sus mejores registros de actuación es en De aquí a la eternidad (1953), basada en la famosa novela de James Jones -sobre un evento de la Segunda Guerra Mundial- donde Sinatra comparte con actores de la talla de Burt Lancaster y Montgomery Clift, al punto de merecer por su actuación el Oscar de la Academia. Destacan asimismo Kings go forth (1958) junto a Tony Curtis; Young at Heart (1954) de Gordon Douglas, Not a Stanger (1955) de Stanley Kramer; Guys and Dolls de Joseph Mankiewicz y El hombre del brazo de oro (1955), de Otto Preminger, junto a una de las divas de entonces: Kim Novak; e incluso en La vuelta al mundo en ochenta días de Michael Anderson de 1956. Una de las películas mejor logradas de esta época es el western Johnny Concho (1956) de Don McGuire; otras son El orgullo y la pasión de Stanley Kramer (1957); De repente (Suddenly, 1954), Algo viene corriendo (Some came running, 1958), de Vincent Minelli; The joker is wild (1957) de Charles Vidor; Kings go forth (1958) de Delmer Daves; A Hole in the Head (1959) de Frank Capra; para pasar luego a un cine más elaborado en la parte actoral y técnica en la siguiente década, donde ganó una buena reputación dramática, como observamos en 4 for Texas (1963) de Robert Aldrich, The Manchurian Candidate (1962) de John Frankenheimer; La lista del Adrian Messenger (1963), nada menos que del gran director irlandés John Huston; atreviéndose incluso a dirigir él mismo una única película: None but the Brave (1965). También es memorable la película El expreso de Von Ryan (1965), donde le acompañaron Trevord Howard y Rafaella Carra; dos películas del director Jack Donohue: Marriage on the Rocks (1965) y Assault on a Queen (1966); el trío de cintas donde hizo sus mejores papeles de investigador privado, todas ellas de Gordon Douglas, como son Tony Rome (1967), El detective (1968) y Lady in Cement (1968). Ya en los años 70 su producción fue más escasa: Dirty Mingus Magee (1970) de Burt Kennedy y Contract in Cherry Street (1977), de William Graham; mientras en los años ochenta es destacable The First Deadly Sin de Brian Hutton (1980).

La personalidad magnética, sobria y viril de Sinatra se puso de manifiesto, su capacidad de seducción aun cuando hiciera el papel de soldado, gánster, vaquero o detective, sus roles siempre tenían su lado positivo, aun cuando se desenvolviera en ambientes sórdidos o difíciles.

 

 

Matrimonios y amoríos

 

Después de su primer matrimonio, Sinatra se convirtió, como bien lo demandaba su estatus de astro, en un mujeriego incurable; se casó con Ava Gardner y después con Mia Farrow y Bárbara Marx. Cuando me enteré, en esos años, de que se había separado de Ava Gardner, sinceramente me defraudó. Nunca le pude perdonar a Sinatra que le fuera infiel a Ava, la mujer más bella del cine en aquellos momentos, una diva de rostro y cuerpo perfectos, inteligente, divertida y culta, que bebía champán desde la mañana metida en maravillosos vestidos, haciendo sus películas –no era una gran actriz pero cuando aparecía en pantalla no se podía desviar los ojos de ella- amiga de grandes escritores (es célebre su amistad con Robert Graves, que le dedicó un relato), autora de una autobiografía deliciosa, donde narra algunos de sus desencuentros con Frank de una manera elegante. Nunca le perdoné a Frank, repito (yo trataba a Frank entonces como si fuese mi compinche personal), que dejara escapar a una mujer de este calibre.

En efecto, Frank Sinatra ya se había convertido en un ídolo de masas. Para renovarse comenzó a investigar otras fuentes, interpretando temas para películas y musicales de Broadway, buscando alianzas con legados musicales de América y Europa, tanto en la música latina o española como con cantantes de ópera. Y lo fue haciendo lenta, pero eficazmente. Primero, estuvieron las melodías que sirvieron de temas a numerosos filmes, destacando entre éstos los de la dupla Richard Rogers/Lorenz Hart, y también la de Richard Rogers /Oscar Hammerstein II, quienes alcanzaron a componer  para películas alrededor de cien temas, entre los cuales destacan “Carrusel”, “South Pacific”, “Música en el Aire” “Tres Son Multitud”, “Me casé con un Ángel”, El Rey y Yo”, “Chica Loca” y otras que fueron enormes éxitos en Broadway, todas interpretadas por Sinatra, mientras en películas dramáticas o musicales se hallaban obras (las traduzco): “Ámame o Déjame, “El Mago de Oz”, “Tiempo Nublado”, “Cantando Bajo la Lluvia”, “Romance en la Oscuridad”, “Abril en Paris”, “Laura”, “Mi Cielo Azul”, “Ámame Esta Noche” y muchas otras. En fin, Frank comenzó a dar muestras de una versatilidad asombrosa, aprovechando el auge de los filmes para hacer sus propias versiones de los temas.

 

 

Colaboraciones con Jobim y Riddle. Primeros Duetos

 

En aquellos años sesentas se produjo en el Brasil una revolución musical, cuando Antonio Carlos Jobim, Vinicius de Moraes, Joao Gilberto y muchos otros músicos brasileros se reunieron en playas, bares y bulevares haciendo mixturas musicales de la samba y los choros brasileños con el jazz y el bolero, dando como resultado el delicado y sensual sonido del bossa nova: las canciones románticas caribeñas y norteamericanas se encontraron, y eso llamó la atención de Sinatra, quien de inmediato se conectó con Jobim para grabar un disco que constituyó para nosotros una revelación: el ya citado álbum Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim, que escuchábamos una y otra vez en nuestra casa materna de San Felipe, y después tocábamos en nuestras guitarras y cantábamos, tratando de celebrar su espíritu  en serenatas y fiestas de nuestro pueblo. Fueron realmente impresionantes las versiones que Sinatra logró de aquellas melodías, acompañadas de la orquesta de Nelson Riddle, autor también de los arreglos, y donde el propio Jobim se unió con su guitarra y voz.

Nelson Riddle, por cierto, marcó una época dentro de un período en que Sinatra se movió entre grandes orquestaciones. Además de Riddle estaba Billy May; pero con Riddle grabaría sus primeros trabajos en Duetos, uno de los proyectos más notables de los realizados por el cantante, quien demostró así que compartiendo con otros artistas enriquecía su propio acervo, y a la vez permitía la valoración de otras voces. Haciendo este trabajo de duetos se mantuvo hasta el final. En la primera época de éstos estuvo acompañado de Bing Crosby, Dinah Shore, Doris Day, Anita O’Day, Lena Horne, Judy Garland, Peggy Lee, Carmen Mc Rae, Paula Kelly, Jane Russell, Shelley Winters, Helen Carroll y Gloria de Haven. Entre las voces masculinas se encuentran Nat King Cole, Louis Armstrong, Mel Tormé, Gene Kelly, Cole Porter, Dean Martin, Sammy Davis Junior y Fred Astaire. Los duetos con Ella Fitzgerald me parecen especialmente brillantes; a mi entender, se trata de la mejor cantante de jazz de todos los tiempos, o si se lo prefiere, de la mejor voz, pues como intérprete se las tendría que ver, por ejemplo, con Billie Holiday, cuyo sentimiento e inflexión dramática, casi trágica, la convierten en la encarnación misma del jazz, en un icono de todo el sentimiento y esplendor de esta música.

 

 

Discografía mínima

 

La discografía de nuestro cantante es tan profusa que es preferible abordarla de manera temática que de modo cronológico. Desde los años 40 del siglo XX paso a enumerar solo unos pocos, como The Voice of Frank Sinatra (1946), Songs by Sinatra (1942), Frankly sentimental (1949). En los años cincuenta destaco Sings for Young Lovers (1950), Close to joy (1957), Where are you (1957), Come fly with me (1958) y No one cares (1959). En la década siguiente tenemos los álbumes Sinatra swinging session (1961), Ring a ding ding (1951), Sinatra and strings (1962), All alone (1962), Point of no return (1962), The concert Sinatra (1963), Sinatra Basic (1962), Tell Her You love Her (1963) 123 Songs Of Christmas with Bing Crosby (1964), America, I Hear you Singing (1964), September of my Years (1965). My Kind Of Broadway (1965) y los famosos discos con el compositor brasilero Jobim Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim (1965) y Duke Ellington Francis Albert Sinatra & Duke Ellington (1968), el famosísimo álbum de navidad The Sinatra family wish you a Merry Christmas (1968), Cycles (1968), y para cerrar la década llamada prodigiosa, My way (1969) y A man alone (1969). Mientras en la década de los 70 destacan Watertown (1970), Sinatra and Company with Antonio Carlos Jobim (1971), Of Blue Eyes is Back (1973), Some Nice Things I’ve Missed (1974). En los años 80 tenemos She Shot Me Down (1981) y L. A. Is My Lady (1984).

Volvió Sinatra en la década de los 90 con los Duetos (1993 y 1994) en sendos discos con directores y cantantes mundiales de varias generaciones, quienes alternaron con él de manera magnífica, pues tanto las grabaciones, orquestaciones y arreglos se conjugaban en unas voces maduras, en toda su plenitud. En el primero de ellos destacan los contrapuntos con Aretha Franklin, Barbra Streisand, Gloria Stefan, Tony Bennett, Natalie Cole, Charles Aznavour, Liza Minelli, Anita Baker, Bono, y al final, el excepcional saxofón de Kenny G.

La verdad, le viene muy bien a Sinatra la alternancia con voces femeninas: las de Barbra, Aretha y Natalie resultan casi celestiales, mientras que el segundo álbum del mismo nombre se destacan Gladys Night, Linda Ronstad, Lena Horne, Eddy Gorme y Lorrey Morgan luciendo sus dones vocales de altísima calidad. Por supuesto, también nos entusiasmamos al escuchar las versiones junto a Luis Miguel (“Fly Me to the Moon” (en un tema del gran amigo de Sinatra, Van Heusen), Antonio Carlos Jobim, Willie Nelson y Jon Secada, así como en el primer álbum son admirables las versiones con Tony Bennett, Charles Aznavour, Bono y Luther Vandross, y en el segundo álbum, Jimmy Buffet y Neil Diamond cumplen brillantes papeles, así como el hijo del cantante, Frank Sinatra Junior, interpretando la canción “My Kind of Town” composición del ya referido gran amigo de Sinatra, Jimmy Van Heusen, quien estuvo cerca de él a lo largo de toda su carrera.

 

 

Señas personales e incidentes mafiosos

 

Sinatra comenzó a resentirse de salud por el uso de antidepresivos; tuvo varios conatos de infarto que fueron controlados. Cuando podía, iba con sus amigos o familia a descansar al mar; gustaba de jugar al golf, pintar, leer y oír música clásica, le reconocían todos sus allegados como a una persona generosa y un buen amigo, disfrutaba de la compañía de bellas mujeres y tuvo numerosas aventuras, calificado como un gran amante y un verdadero caballero, sabía cómo tratar a las personas, se conducía con humor y buenos modales, vestía de manera elegante, con smokings,  trajes impecables, y cuando le tocó romper sus relaciones amorosas estables, quedó como amigo permanente de éstas. Pero debido a su adicción al alcohol, también tuvo muchos incidentes de mal comportamiento con las mujeres.

Durante algún  tiempo, la imagen de Sinatra estuvo asociada a la mafia italiana, se corrían continuos rumores de sus relaciones veladas con capos de la mafia como Lucky Luciano, cuestión que empañó mucho su carrera, pero al mismo tiempo ejerció aún más interés en su persona desde el punto de vista publicitario, creando efectos amarillistas que generaron una ola de rumores negativos, pero Sinatra supo evadir estos efectos refugiándose en su círculo de amigos como Peter Lawford, Dean Martin, Sammy Davis, Humprey Bogart, Manie Sachs, Sam Giancanna, Jill Rizzo, Lana Turner, Lauren Bacall, Juliet Prowse, Buddy Rich, George Evans, Mitch Miller, Jimmy Van Heusen y Tommy Dorsey, a quienes llamaron el Clan Sinatra o el Rat Trap.

Como antes dijimos, desde sus primeros pasos en la música, Frank estuvo en contacto con mafiosos menores para apoyar su estrellato como cantante, lo cual le imprimió una imagen de “duro” que a la larga le vino bien a su carrera. Esto continuó en el ambiente hasta los años 70, cuando el famoso periodista Mario Puzo se empeñó en escribir una novela sobre ese ambiente que se llamaría La Mafia para publicarla en una gran editorial, y ganar así el dinero suficiente para pagar sus deudas de juego, al que era adicto; continuó trabajando en el texto de la novela con la idea de que algún día fuese llevada al cine, cosa que logró cuando cambió el título de la obra a The Godfather (El Padrino), la cual logró llamar la atención del director neoyorkino Francis Ford Coppola. Mario Puzo escribió un capítulo completo de la novela encarnado por un cantante llamado  Johnny Fontana, que tenía todas las características de Frank Sinatra; al enterarse el cantante de este dato, corrió a pedirle al director de la futura película que no hiciera demasiado énfasis en el personaje de Fontana, para que su imagen no resultara perjudicada, cosa que Coppola aceptó por respeto al cantante, película que se convirtió en un clásico del género y en un film emblemático, con un casting  de actores de primera línea donde sobresalían los nombres de Marlon Brando, Al Pacino, James Caan, John Cazale y Diane Keaton. De todos modos, la novela fue muy leída y Sinatra no pudo evitar que los lectores lo percibieran como un tipo lleno de recovecos oscuros.

Como antes dijimos, Frank se casó con Nancy Barbato en 1939, matrimonio que duró hasta 1951. De esta unión surgieron tres hijos: Nancy, Frank Jr. y Tina, todos de excelente trato con su padre. Luego de terminada esta relación con Nancy en buenos términos, Frank se enamoró perdidamente de Ava Gardner, como ya dijimos, de quien se divorció en 1951 también en buenos términos; insisto: era una mujer tan hermosa que actores de todas las nacionalidades se enamoraban de ella; la prensa especuló que cuando se hallaba filmando en España una película con el torero Luis Miguel Dominguín, se enamoraron. Este torero fue el padre del cantante mexicano Luis Miguel, con quien Sinatra hizo mucho tiempo después un Dueto en uno de sus últimos discos.

Después, Frank Sinatra casó en 1966 con la actriz Mia Farrow, en un matrimonio que sólo duraría dos años. Farrow una de las mejores de su momento, había sido esposa del músico francés André Previn y luego también casó con el actor neoyorkino Woody Allen, con quien tampoco tuvo mucha suerte, pues el comediante fue acusado de acosar sexualmente a una de sus hijastras, razón por la cual se divorciaron.

Por supuesto, en su dilatada carrera tuvo numerosos amoríos, entre los cuales sólo referimos los de Marilyn Maxwell, Lauren Bacall, Patt Shelan, Kiff Hamilton, Lana Turner y Joi Lansing. Lana Turner, si lo recordamos, fue también una de las más hermosas y mejores actrices de Hollywood. Posteriormente, contrajo matrimonio con Bárbara Marx, y estuvo con ella desde 1976 hasta el final.

De cualquier manera, la lista de amantes y amoríos intermitentes continuó con las divas Elizabeth Taylor, Angie Dickinson y Marilyn Monroe. Si bien Lana y Angie fueron los desbordes sexuales más famosos de su carrera, Marilyn Monroe, la mujer más deseada del mundo, llevó a que el presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, querer conocer a Marilyn, y Frank se la presentó. Sólo hay que evocar el sensual “Feliz cumpleaños” que Marilyn le dedicó al presidente Kennedy un buen día, frente a una audiencia planetaria, y luego Frank corrió a refugiarse nada menos y nada más que en los brazos de la bellísima Jacqueline, esposa de Kennedy. Así es el amor en las alturas del poder. El cantante, que ya venía sufriendo de agotamiento físico y de adicción al alcohol, falleció de un infarto en Los Ángeles, el 4 de mayo de 1988.

 

 

Un legado monumental

 

Hay un segmento de la obra de Sinatra que puede ser relacionado temáticamente a su actividad con el sello disquero Capitol, el cual es especialmente sorprendente si atendemos a la cantidad y calidad de temas, interpretados por los más diversos compositores de cualquier década, con melodías extraídas del llamado Cancionero Americano (American Songbook), conformado por los mayores autores de música en ese país. Citarlos ahora aquí sería una tarea ciclópea, por la cantidad de éstos. Baste decir que ningún cantante hasta ahora ha realizado una proeza de este calibre, sobre todo en cuanto a poner su sello personal en cada una de las piezas. Por otra parte, creo que es posible afirmar que, en este caso, se trata del mayor cantante de canciones románticas en todo el mundo durante el siglo XX, aun con todos los riesgos que tal afirmación implica- hasta merecer el título de “La voz”.

La carrera de Sinatra continuó en ascenso. Aun con la aparición de fenómenos musicales como Elvis Presley y Los Beatles, el auge del rock and roll, las nuevas tendencias del jazz y la música latina,  la llamada nueva trova en Europa y América, todas estas modalidades dieron apertura a una nueva era en un tipo de música que pudiéramos llamar pop, a partir de los años 60 hasta finales de los ochentas; con la aparición de fenómenos musicales en América Latina,  de ídolos como Carlos Gardel, Pedro Infante, Jorge Negrete, Libertad Lamarque, y luego de figuras de la ópera como Luciano Pavarotti, y nuevos crooners como Tom Jones o Engelbert Humperdick, Sinatra seguía manteniendo vigencia, aun después de la aparición de numerosos cantantes del caribe en varios países –cuya lista aquí seria excesiva- desde grandes intérpretes mexicanos (Javier Solis), argentinos (Leo Marini), puertorriqueños (Daniel Santos), cubanos (Beny Moré), venezolanos (Alfredo Sadel), ecuatorianos (Julio Jaramillo), brasileros (Roberto Carlos) y muchos a otros, él supo mantener con dignidad su personalidad musical.

Adicionalmente, Sinatra grabó una gran cantidad de temas para películas, y esto contribuyó a engrosar su popularidad, aun cuando su repertorio no estuviese ya en uno de sus mejores momentos, no solo en el género musical, Sinatra exploró en los géneros dramáticos y el cine de suspense, western o épicos, y en cada uno aportó algo de su personalidad de músico histriónico, que supo mantener cuando ofrecía sus conciertos en vivo.

Cuando oigo estas canciones cantadas por Sinatra y las asocio a las películas de aquella época lejana, evoco también aquella parte de nuestra vida donde nos hacíamos ilusiones acerca del “Sueño Americano” que nos era ofrecido como ideal de vida, y ahora también ha fracasado como oferta social por su excesiva mercantilización y manipulación ideológica. Nuestras jóvenes vidas discurrían entonces entre ensoñaciones e ilusiones de otros países, deslizándose en medio de una tierna melancolía que, en el fondo, nos hacía felices, pues en cierto modo éramos puros de espíritu, sin ninguna malicia.

Aun escucho a veces aquel tema recomendado por mi profesor, Extraños en la noche; por cierto, esta canción de Bert Kaempfert no gustaba mucho a Sinatra, pero era una de las favoritas del público y estaba obligado a cantarla.  Recuerdo de mis días de liceísta sus grabaciones con Jobim, otras con su hija Nancy cantando “Something Stupid”, “Born Free” (Una leona de dos mundos); “Manzanitas verdes” (“Little Green Apples” de Bobby Russell, 1968), y de “Mañana de carnaval” del brasilero Luis Bonfa, el famoso tema de la película Orfeo Negro dirigida por el francés Mario Camus, de mucho impacto en aquellos años.

También está “My Way”, el famoso tema de Paul Anka que fue un éxito mundial. Por cierto, esta canción tiene una historia peculiar, pues su origen es francés, escrita por el compositor Jacques Revaux en colaboración con el cantante Claude Francois, cuyo título original es “Comme d’habitude” (“Como suelo hacerlo” pudiera ser la traducción) trasladada al inglés por el cantante canadiense Paul Anka, quien la tituló acertadamente “My Way”, (“A mi modo”, “A mi manera” la versionó Raphael, el cantante español) y cuando Sinatra la oyó quedó atrapado por ella, adaptándola incluso a su propia personalidad, es decir, como él mismo había deseado llevar su propia vida,  a su manera; en este caso, el mérito de la letra de Anka es evidente. Fue grabada por primera vez por Sinatra en 1959, aunque la canción ya había sido lanzada en francés por su cantante Claude François. Después de Sinatra, la composición contó con una versión de Elvis Presley que también terminó por impulsarla más.

Algo similar ocurrió con “New York, New York”, canción cuya mejor versión se debe seguramente a Liza Minelli, (la hija de Vincente Minelli y de la actriz Judy Garland, aquél director él, de la película El Mago de Oz, y ella su actriz principal y cantante del bellísimo tema “Over the rainbow”, amiga en su juventud de Sinatra), tiene otra versión en voz de Sinatra donde éste la convierte en una especie de quintaesencia de su propio origen neoyorkino cuando la interpreta, y aún más, cuando la asume en dúo con Liza. La pieza fue compuesta por John Kander con letra de Fred Ebb para la película de Martin Scorsese New York, New York estrenada en 1977, especialmente para ser cantada por Liza Minelli, permaneciendo también como uno de los referentes musicales populares de esa ciudad. Sinatra la lanzó como un sencillo en 1980, con éxito completo.

La canción The World We Knew (1967) que dio origen al álbum del mismo nombre, fue una de mis preferidas allá en la casona sanfelipeña de mi madre, es una pieza compuesta  por Bert Kaempfert y Karl Sigman de un poderoso lirismo; en el álbum estaba también la pieza clásica de Charles Chaplin “This is My Song”; y en otros álbumes antológicos donde cantaba temas de Los Beatles como “Something” (recuerdo la foto en uno de sus álbumes al lado de George Harrison, autor del tema, diciendo que “Something” era talvez la más bella canción de amor jamás escrita) y “Yesterday” de Paul McCartney, reconociendo en el cuarteto de Liverpool una nueva sensibilidad, siempre enriqueciendo sus interpretaciones con elementos de otras vetas musicales, buscando alianzas y amistades a través de su tersa e impecable voz.

Todo ello lo percibo en el swing de este gran cantante estadounidense que aún me traslada a una zona de nostalgia donde habita una suerte de felicidad o de dulce recuerdo, pues vuelve a ubicarme en los viejos espacios de mi adolescencia, en fiestas, reuniones, serenatas y correrías por mares, ríos, playas, caminos y ciudades donde el espíritu voló a refugiarse en las cálidas notas de las canciones de Sinatra, para encontrar en ellas un halo romántico, pleno de magnifica pureza.

 

(2022)

 

 

 

 

Gabriel Jiménez Emán es narrador, ensayista y poeta. En el campo del microrrelato ha publicado obras consideradas referentes del género en Hispanoamérica, como Los dientes de Raquel (1973), Saltos sobre la soga (1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (1982), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (2002) y Consuelo para moribundos (2012) e Historias imposibles (2021) y entre sus libros de cuentos más conocidos están Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (1990) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (2005), entre otros. En el campo de la ciencia ficción son conocidas sus novelas Averno (2006) y Limbo(2016) y dentro de la novela histórica Sueños y guerras del mariscal (1995) y Ezequiel y sus batallas (2017), y varias novelas cortas como Una fiesta memorable (1991), Paisaje con ángel caído (2002), El último solo de Buddy Bolden (2016) y Wald (2021). Ha publicado numerosos ensayos, algunos de los cuales se hallan en sus libros Provincias de la palabra (1995), El espejo de tinta (2007), Mundo tórrido y caribe. Cultura y literatura en Venezuela (2017), y sendos estudios sobre César Vallejo, Elías David Curiel, Franz Kafka, Armando Reverón, Rómulo Gallegos, y un ensayo sobre filosofía moderna, La utopía del logos (2021). Su obra poética se encuentra reunida en los volúmenes Balada del bohemio místico (2010), Solárium y otros poemas (2015), Los versos de la silla rota (2018) y Hominem 2100 (2021). En 2019 recibió el Premio Nacional de Literatura por el conjunto de su obra.