Arte

Revisitar Estridentópolis: Germán Cueto. Por Manuel Maples Arce

 

 

 

Publicado el día sábado 29 de noviembre de 1969 en El Día.

 

 

 

Pez, 1958, gouache, 34.5 x 4.5 cm

 

 

 

 

Germán Cueto

 

Manuel Maples Arce

 

 

 

En el movimiento artístico del México moderno, el escultor Germán Cueto ocupa un sitio al lado de Diego Rivera, David Alfaro Siquieros, José Clemente Orozco, Ramón Alva de la Canal, Fermín Revueltas, Leopoldo Méndez, Jean Charlot y otros pintores y escultores, que por los años veinte coincidieron en la renovación de las artes plásticas. Casi todos ellos se reunían en la casa de Cueto, animada por el entusiasmo y aficiones artísticas que se manifestaban en diferentes direcciones, lo que nos llevaba a decir que era él un hombre de infinitos proyectos. Y efectivamente, en torno a su inquietud se desenvolvían las más diversas iniciativas, algunas que como el teatro infantil, de un simple ensayo, que presenció el entonces secretario de Educación Pública, Narciso Bassols, llegaron a convertirse en una acción cultural educativa en la que tomaron parte Dolores Cueto, Elena Huerta, Graziella Amador, Germán List Arzubide y Leopoldo Méndez, jefe de la Sección de Dibujo del Departamento de Bellas Artes.

Otro experimento que tendría divulgación y trascendencia fue la organización, en la casa de Cueto de uno de los primeros cine clubes, donde se pasaron películas que todavía alcanzaron la administración de los cineastas, entre otras, El Sombrero de Pala de Italia, René Eclaire, y El Gabinete del doctor Calligari, obra maestra del expresionismo alemán.

Las reuniones en la casa de Cueto, donde también vivían, recién casados Diego Rivera y Guadalupe Marín, eran extraordinariamente animadas y mantenían un soplo de la mejor camarería y pasión artística. En algunas tertulias se escuchaban los corridos mexicanos, reunidos con amor por Concha Michel, que entonaban a dúo o a trío los pintores Gabriel Fernández Ledesma, Fernando Leal y Francisco Díaz de León, galardonado este año con el premio nacional de grabado.

Un día de carnaval alguien tuvo la ocurrencia de hacer una fiesta usando las máscaras de cartón de los pintores y escritores del Movimiento Estridentista, que Cueto había modelado a la manera popular, y que Arqueles Vela comentó ingeniosamente provocando el regocijo de los concurrentes en aquel estudio que era la expresión de todas las inquietudes.

Acuciado por esas inquietudes se fue Cueto a París donde residió cinco años. Como en México, su alojamiento primero frente al parque Montsouris, luego, en la l’Impasse de Ruet, donde también vivían Gómez de la Serna y Jujita, y en fin, en la Rue des Plantes, estaba siempre abierto a la amistad. Todos los mexicanos que vivían o pasábamos por París llegábamos a su casa. Compartía con nosotros su mesa y nos invitaba a sus recorridos parisienses por bulevares, jardines, museos, galerías de arte y cafés de Montparnasse. Excursionábamos a veces por las orillas del Sena o nos sentábamos en una guinguette de Montmarte, a saborear un vaso de vino. Su marcha y su conversación eran infatigables. Él disponía siempre de tiempo que consagrar a los demás. Ha sido, en este sentido, un derrochador de amistad, y por culto a ella, muchas veces ha olvidado sus propios asuntos. Es difícil ya encontrar quien posea tan admirable condición.

En el taller de su prima la eminente pintora María Blanchard o por su conducto, se relacionó con algunos artistas célebres de la época, como Lipchiz, Brancusil, Gargallo, Torres García, etc, y de cuyo trato recogió fecundas experiencias. Compartió muchas de las preocupaciones que estaban en el ambiente y que a veces comenzaban a palidecer, como el cubismo, y otras, por lo contrario, que se afirmaban en aquel momento y atraían nuestra atención. Búsquedas difíciles en las que dominaba la nota de originalidad, de sorpresa intelectual, de emoción inconforme. El empleo de materiales modernos seducía tanto a Cueto como los efectos de expresión conseguidos con ellos. Admiraba de los viejos modelos sólo los sobresalientes con gusto instintivo. Son aquellos sus mejores años de formación. En los museos y galerías de Francia, España, Bélgica y Holanda encontró elementos de disciplina que utilizó como armonía y equilibrio para descubrir las formas nuevas que substituyeran el mundo real. Formas vivas, no por la imitación de la naturaleza, sino por la representación de una equivalencia que produjera un efecto imaginativo, dirigido, más que a los ojos, al espíritu.

Al regresar a México, persistió Cueto en su inquieta pasión por la escultura, y ensayó otras técnicas, como el esmalte, siguiendo sus experiencias escandinavas, recogidas durante un viaje a Suecia, pero con la originalidad y de acuerdo con una inspiración que no difiere mucho de su arte escultórico.

No obstante sus muchas tentaciones ha sido la cultura el arte en que ha perseverado y logrado afirmar su sensibilidad. Es el representante de un arte que no transige con el naturalismo. Para definirlo habría que adoptar la fórmula de André Salomón relativa al cubismo: peinture-ecuación, generalizada al abstraccionismo escultórico. El escultor no busca la representación de la imagen material, sino la equivalencia estética, partiendo de una concepción del sentido y técnica de su arte. Por eso los medios formales que emplea Cueto tienen un carácter difícil de comprender para el público no especializado. La apreciación de su arte exige el elemento síquico que da valor a las apariencias.

 

 

 

Máscara I, 1924

Cartón pintado
43 x 23.5 x 18.5 cm
GC004

 

 

 

 

 

Máscara II, 1924

Cartón pintado, alambre de fierro y perlas de plástico
36.5 x 34 x 34 cm
GC005

 

 

 

 

Máscara III, 1924

Cartón pintado
53.5 x 41 x 9 cm
GC006

 

 

 

 

Germán Cueto (1893-1975). Escultor. Estudió en México y en Europa. A su regreso (1917) trabajó en las esculturas de la Secretaría de Educación. Durante un nuevo viaje a Europa, a partir de 1927, entró en contacto con la vanguardia y trató a Picasso y a Brancussi. Se inició entonces en el abstraccionismo y expuso en París. En 1954 estuvo becado en Suecia como ceramista y comenzó a trabajar el esmalte. A su regreso se convirtió en profesor de la Escuela La Esmeralda y de la Escuela de Dibujo y Artesanías de la Ciudadela. Trabajó con todo tipo de materiales. Su primera exposición (de máscaras) la presentó en el Café de Nadie, de los Estridentistas, en 1926. Entre sus obras está el medallón de bronce de Manuel M. Ponce, en la sala del mismo nombre en el Palacio de Bellas Artes; el Altar de la Paz (talla de piedra) en el Museo de Arte Moderno, así como el proyecto constructivista del Monumento a la Revolución. En 1965 y 1967 obtuvo menciones honoríficas en las bienales de la escultura del Instituto Nacional de Bellas Artes por sus obras Caminante y Circunvolución en forma de cabeza. Fue miembro fundador de la Academia de Arte. En el teatro participó en diversos montajes de Julio Bracho realizando máscaras, como en Lázaro rió de Eugene O'Neill y Proteo de Francisco Monterde; también colaboró con Seki Sano y Waldeen en la elaboración de máscaras para el montaje de La Coronela (1940). Fue uno de los impulsores del teatro guiñol, para el que escribió algunas piezas. Obra dramática: Comedia sin solución (1927), Firuleque en el circo.

 

 

 

 

Manuel Maples Arce (1900-1981). Pasó su infancia en el puerto de Tuxpan. Estudió el bachillerato en Veracruz y Xalapa y la carrera de abogado en la capital del país. Vivió y se comprometió con la Revolución. En el año de 1921 establece y delinea las características del Estridentismo, movimiento vanguardista que pugnaba por una renovación total de la literatura y del arte en general. Como eje y cabeza del movimiento, escribió sus primeros manifiestos rebeldes, subversivos y antiacademicistas. Durante la gubernatura del general Jara fungió como secretario de Gobierno y puso en marcha un ambicioso proyecto editorial con los demás estridentes. A la caída de Jara regresa a la capital y poco después ingresa al cuerpo diplomático, destacándose como embajador de México en diversos países de Europa, Asia y América. Su amplia obra abarca diversos géneros; el ensayo, la crítica literaria y de arte en general, la historia y las memorias. Publicó una Antología de la poesía mexicana moderna (1940); El paisaje en la literatura mexicana (1944); El arte mexicano moderno (1945); Peregrinación por el arte de México (1952); Incitaciones y valoraciones (1957); Ensayos japoneses (1959), y tres volúmenes de memorias.

 

 

 

 

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